Arrebato
“Esta misma mañana te enviaré las películas y esta grabación. Si ocurre lo que imagino nadie te mandará la última película. Tendrás que venir tú a por ella”
“Esta misma mañana te enviaré las películas y esta grabación. Si ocurre lo que imagino nadie te mandará la última película. Tendrás que venir tú a por ella”
No es fácil llevar a cabo ejercicios críticos sobre el cine de los orígenes, aquel que manufacturaron los pioneros allá por los finales del siglo XIX y los albores del XX, y en el que primaba más la búsqueda de soluciones técnicas a problemas todavía no resueltos que una voluntad ficcional narrativa que aún carecía de códigos, mecanismos y fórmulas para un feliz desarrollo.
Aunque presentada normalmente como un remake de la simpática El enigma de otro mundo (The Thing from Another World, Christian Nyby, 1951), La cosa, sexto largometraje para la gran pantalla de John Carpenter, recurre sobre todo al argumento de la novela en la que se basaba la película producida por Howard Hawks (Who Goes There?, John W. Campbell, 1948) haciendo una traslación mucho más fiel de la trama original que su predecesora.
Si hay un hecho que ha motivado que La carreta fantasma sea algo más conocida entre el aficionado medio que muchas otras obras de la época del cine mudo, éste es sin duda el del homenaje que en su día le realizara Stanley Kubrick en la secuencia más celebrada de El resplandor (The Shining, 1980).
“Me gustaría plasmar en mis películas esa profundidad de campo de los dibujos chinos”
Kenji Mizoguchi
Con este film primerizo, Lynch se alejó posmodernamente del relato, convirtiendo la película en una emulsión alucinada y glandular a través del absurdo, la atonalidad narrativa y el humor negro. Propone un mundo que no apela a la lógica, y que no debe ser analizado desde la lógica sino desde su capacidad de conmoción subjetivo-seudosurrealista. En ese sentido el director ha sido hermético en cuanto a las interpretaciones, pista de que la respuesta a Erasehead debe ser emocional.
Como en casi todas las películas que conozco de su filmografía, la trama argumental de Nathalie Granger, cuarto largometraje de Marguerite Duras, se puede resumir en apenas un par de líneas: en una vieja casa, Isabelle (Lucia Bosé) comparte con su amiga (Jeanne Moreau) su inquietud a causa del comportamiento rebelde de su hija Nathalie (Valerie Mascolo) y su dificultad para relacionarse con ella.
Mi amado y yo estábamos echados
bajo el sauce llorón.
Pero ahora sólo yo estoy echada
y lloro al lado del árbol
hasta que mi amado regrese.
“¿Qué ocurrió entonces? ¿Cayó un meteorito? ¿Fue una visita de habitantes del infinito cósmico? Sea de una forma u otra, pero en nuestro pequeño país surgió el mayor de los milagros: la Zona. Enviamos enseguida tropas para allá, pero éstas no regresaron. Entonces rodeamos la Zona con cordones de policía. Seguro que actuamos correctamente. Aunque, no sé...”
Que la primera mitad de la década de los años 30 del siglo pasado fue una de las más fructíferas del cine fantástico lo atestiguan títulos como Drácula (1931), El doctor Frankenstein (1931), El malvado Zaroff (1932), King Kong (1933), El hombre invisible (1933) o La Novia de Frankenstein (1935), por citar sólo algunos de los clásicos del género que surgieron entre 1930 y 1935. Quizá sea esta la razón por la que incluso un director como Erle C.