Título Original: The Apartment / Año: 1960 / País: Estados Unidos / Productora: United Artists / The Mirisch Corporation / Duración: 125 min. / Formato: B/N - 2.35:1
Guión: Billy Wilder, I.A.L. Diamond / Fotografía: Joseph LaShelle / Música: Adolph Deutsch
Reparto: Jack Lemmon, Shirley MacLaine, Fred MacMurray, Ray Walston, Edie Adams, Jack Kruschen, Joan Shawlee, Hope Holiday, David Lewis, Naomi Stevens, Johnny Seven, Joyce Jameson, Willard Waterman, David White
Fecha estreno: 15/06/1960 (NY)
“Yo escribo pensando en la cámara, pero sin pasarme. La película triunfa gracias a la historia, los personajes y los actores. No busco un movimiento de cámara original que no tenga que ver con la historia”
Billy Wilder
Billy Wilder inició su carrera como guionista, y es coautor del guion de todas sus películas como director. No es de extrañar por ello que concediera siempre gran importancia al proceso de escritura de sus películas, tendiendo a una puesta en escena “invisible” que permite que sus historias fluyan con gran facilidad ante el espectador. Sin embargo, esto no significa que Wilder no impregne sus mejores películas de un personalísimo estilo que las hace perfectamente reconocibles también en el aspecto formal. El apartamento es uno de los mejores ejemplos de esta perfecta armonía entre guion y puesta en escena en la obra de Wilder.
Tercer trabajo en colaboración con el guionista I.A.L. Diamond, después de Ariane (1957) y la magistral Con faldas y a lo loco (1959), y afianzando una fructífera relación profesional que se iba a prolongar hasta prácticamente el final de la carrera de ambos, con ocho títulos en total, El apartamento narra la patética historia de C.C. "Buddy" Baxter (Jack Lemmon) un miserable oficinista que cede su apartamento para las aventuras extramatrimoniales de sus superiores, con la vana esperanza de obtener un ansiado ascenso. A partir de esta rocambolesca línea argumental, Wilder nos ofrece una amarga comedia en la que salen a flote algunos de los peores defectos de la sociedad norteamericana (y de cualquier sociedad del mundo occidental), como son el egoísmo, la hipocresía, el materialismo o la insolidaridad.
Ya en el arranque de la película, y aprovechando al máximo las posibilidades del formato panorámico, Wilder plasma de manera ejemplar el que va a ser uno de los temas puntales del film: la soledad del hombre en la sociedad moderna. Una soledad que se manifiesta tanto en la inmensa oficina en la que Baxter trabaja rodeado de una multitud de oficinistas anónimos (aquí una soledad “psicológica”, entre una multitud deshumanizada), como en el magnífico plano del mismo Baxter recostado en plena noche en el banco de un parque desierto, a la espera de poder regresar a su apartamento (fotograma 1). Únicamente un espacio va a quedar al margen de esta puesta en escena “deshumanizadora”: el pequeño reducto del ascensor comandado por Fran Kubelik (Shirley MacLaine). Es allí donde Wilder se permite ubicar la cámara a la altura de los ojos de sus personajes, encuadrándolos en un plano corto que los aísla del resto de “pasajeros”, para así individualizarlos con respecto a la masa informe (fotograma 2). Y es que Baxter y Fran, personajes de una ingenuidad conmovedora, representan para Wilder la última posibilidad de esperanza frente a la sociedad materialista y deshumanizada que la película retrata.
El apartamento es en este sentido una ‘comedia triste’, que sitúa al espectador en una incómoda posición entre la hilaridad y la compasión que provoca su protagonista. Esto es evidente en la mayoría de escenas de la primera parte del film: los malentendidos con el matrimonio vecino de Baxter (que le tienen por un juerguista empedernido), los desesperados intentos de éste por “cuadrar la agenda” de reservas de su apartamento, o la escena en la que el protagonista es seducido por una solitaria y madura mujer (magnífica Hope Holiday) durante la noche de navidad. Escenas todas ellas rodadas desde un actitud de profunda complicidad por parte del director, en las que el humor surge casi ‘a pesar’ de los personajes. Todo lo contrario a lo que ocurre con la implacable mirada de Wilder hacia los personajes del entorno laboral de Baxter, especialmente hacia Jeff D. Sheldrake (Fred MacMurray - fotograma 3), un individuo despreciable y carente de escrúpulos para el cual el director no reserva la más mínima indulgencia (una mirada muy distinta a la que aplica a buena parte de los personajes “negativos” de su filmografía: piénsese sin ir más lejos en los mafiosos de Some like it hot, a los que Wilder retrata con mucha más simpatía).
De hecho, a medida que el conflicto sentimental entre el triángulo Baxter-Fran-Sheldrake va tomando protagonismo, la película se va despojando del tono de comedia inicial y adopta las formas de un peculiar melodrama con tintes de cuento infantil (hay un poco del personaje de la Cenicienta, en la combinación de la pareja protagonista), lo que permite a Wilder justificar un indudable maniqueísmo en el dibujo de los personajes (la cándida inocencia de Baxter y Fran en contraposición a la mezquindad de Sheldrake y del resto de jefes del departamento). Un tono de cuento que explica asimismo la completa ausencia de referencias sexuales en la relación entre la pareja protagonista, tanto por lo que vemos en la película como por lo que el desenlace de la misma nos deja adivinar: seguramente Baxter no despierta grandes pasiones físicas en Fran (en un momento de la película ella se lamenta ante el pobre Baxter de “no poder enamorarse de alguien como él”) pero al final la bondad y la honestidad del protagonista se imponen a otras pulsiones más perentorias y la bella ascensorista decide jugar la partida de cartas que le propone el bueno de Baxter, tal como vemos en el magnífico final de esta espléndida película (fotograma 4).
David Vericat
© cinema esencial (noviembre 2013)
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