Título Original: The Third Man / Año: 1949 / País: Reino Unido / Productora: London Films / Duración: 104 min. / Formato: B/N - 1.37:1
Guión: Graham Greene / Fotografía: Robert Krasker / Música: Anton Karas
Reparto: Joseph Cotten, Alida Valli, Trevor Howard, Orson Welles, Bernard Lee, Paul Hörbiger, Ernst Deutsch, Siegfried Breuer, Erich Ponto, Wilfrid Hyde-White, Hedwig Bleibtreu
Fecha de estreno: 31/08/1949 (GB)
Segunda colaboración de Carol Reed con Graham Green, en este caso con un texto original escrito expresamente para la gran pantalla (no una novela adaptada, como figura erróneamente en muchas reseñas, a diferencia de los otros dos guiones de Green para el director, El ídolo caído y Nuestro hombre en la Habana, que sí adaptaban relatos preexistentes del autor), El tercer hombre es sin lugar a dudas la obra cumbre de un director que encontraría en el texto de Green (un nuevo encargo de Alexander Korda al escritor con el único requisito de que la historia se desarrollara en la Viena ocupada tras la segunda Guerra Mundial) el material idóneo para llevar a su mejor versión un universo temático y formal que había ido elaborando en sus anteriores películas.
Ciertamente, parece más que evidente que Green tuvo muy en cuenta los anteriores trabajos de Reed a la hora de escribir su guion, particularmente la excelente Larga es la noche, rodada apenas un par de años antes y con la que El tercer hombre guarda no pocos puntos en común: desde la situación de un personaje en la clandestinidad perseguido por las fuerzas policiales en el escenario de una gran ciudad (Dublín en Larga es la noche, Viena en El tercer hombre), hasta la historia de amor inquebrantable (y casi siempre no correspondido) de una mujer (u hombre) hacia un protagonista que actúa normalmente al margen de las convenciones sociales, cuando no de la ley, como es el caso de Anna Schmidt (Alida Valli) con respecto al perverso Harry Lime (Orson Welles) en la película (un escenario que reconocemos no sólo en el caso evidente de Larga es la noche, sino que se repite en prácticamente toda la filmografía de Reed; piénsese en la relación de Nancy con Bill Sikes en Oliver, la de Tessina con Miguel Ángel en El tormento y el éxtasis, o incluso la de Jim Wormold con su mimada hija Milly en Nuestro hombre en la Havana, por citar otros tres ejemplos bien dispares).
Con estos ingredientes, y por encima de una formidable (y singularísima) película de cine negro, El tercer hombre es sobre todo una magistral y trágica historia de amor y amistad entre el triángulo formado por la joven Anna, el enigmático Harry Lime y Holly Martins (Joseph Cotten), un escritor de novelas del oeste que acude a Viena respondiendo al ofrecimiento de “un trabajillo” por parte de Harry y que nada más llegar a su destino se encuentra con la sorprendente noticia de la reciente muerte de su viejo amigo en un misterioso accidente de tráfico. A partir de este momento, Holly Martins se debatirá entre la irresistible atracción que siente por Anna, a quien descubre en el supuesto funeral de Lime (magnífica la imagen del protagonista no pudiendo evitar observar el rostro de la joven durante la ceremonia – fotograma 1) y el sentimiento de lealtad inquebrantable hacia el que consideraba su mejor amigo, frente a las acusaciones del Mayor Calloway (Trevor Howard), también presente en el funeral (“Era el peor sinvergüenza de la ciudad”), que le llevará a decidir investigar las extrañas circunstancias de la muerte de Lime con el fin de demostrar su inocencia.
Mucho se ha escrito sobre la puesta en escena del film, dominada por las angulaciones de cámara forzadas y la excelente fotografía de luces y sombras (Robert Krasker) que convierten la ciudad de Viena en ruinas en un escenario casi onírico en el que el protagonista se verá cada vez más atrapado en su intento por resolver una trama en la que todos los testigos de la muerte de Lime parecen ocultar una parte de la verdad (y sobre todo, la existencia de un misterioso tercer hombre que habría presenciado la muerte de Lime, además de dos amigos de éste, el Barón Kurz - Ernst Deutsch – y Popescu - Siegfried Breuer). En este sentido, resulta especialmente modélica la secuencia en la que, después de impartir una hilarante conferencia literaria (con un momento previó muy hichcokniano en el que el protagonista toma por un secuestro lo que acaba siendo simplemente el diligente traslado del desconcertado escritor a la sala de conferencias), Holly Martins escapa del acoso de Popescu ascendiendo por una escalera de caracol que parece absorber definitivamente al personaje hacia el universo de lo desconocido (fotograma 2), materializado en las fantasmagóricas y desiertas calles por las que vemos escapar al protagonista.
“Le dije que se marchara. Esto no es Santa Fe, ni yo un sheriff ni usted, un vaquero”, le espeta Callowey a Martins justo antes de mostrarle todas las evidencias que inculpan a su amigo Lime como un contrabandista de penicilina adulterada, y el protagonista acudirá al encuentro de Anna para confesarle su amor (“¿Tengo alguna esperanza?”) justo en el momento en que el misterioso Harry Lime hará su aparición en una secuencia absolutamente memorable: tras ver como el gato que “sólo quería a Harry” sale de la estancia en la que se encuentran Anna y Martins, la cámara realiza un travelling hacia la ventana y sale al exterior (abandonando la conversación de la pareja) para mostrarnos la silueta de un hombre en la calle; corte a un plano a ras del suelo para ver aparecer al gato que avanza hasta arrullarse a los pies del misterioso personaje que permanece oculto en el oscuro zaguán de un edificio (y que en este momento, incluso antes del memorable plano en el que el rostro del personaje queda iluminado a los ojos de un asombrado Martins – fotograma 3 -, ya le identificamos como a Harry Lime).
Si hasta la aparición del personaje de Lime la película ya es fascinante, a partir de este momento el film se eleva hacia lo sublime. Secuencias como la del encuentro entre Martins y Lime en la noria (con un diálogo absolutamente espeluznante por su asombrosa y terrible contemporaneidad: “No sientes compasión por tus víctimas?”, le inquiere un desolado Martins a su amigo, a lo que Lime, señalando las diminutas siluetas de la gente a lo lejos, responde impasible, “Sentirías compasión por uno de esos puntitos negros si se detuviera? ¿Si te ofreciera 20.000 dólares por cada puntito que se detuviera rechazarías mi dinero o calcularías cuantos puntitos podrías permitirte gastar? Nadie piensa en términos de seres humanos Los gobiernos no lo hacen, ¿por qué deberíamos hacerlo nosotros?”); la persecución de Lime por las alcantarillas de la ciudad; o el extraordinario plano que cierra la película al son de la legendaria cítara de Anton Karas (fotograma 4 - un final, según confiesa el propio Green, impuesto por Reed como alternativa al que él había previsto) permanecen ya en la memoria sentimental de cualquier espectador del cinematógrafo.
David Vericat
© cinema esencial (enero 2015)
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