Título Original: All About Eve / Año: 1950 / País: Estados Unidos / Productora: 20th Century Fox / Duración: 138 min. / Formato: BN - 1.37:1
Guión: Joseph L. Mankiewicz / Fotografía: Milton Krasner / Música: Alfred Newman
Reparto: Bette Davis, Anne Baxter, George Sanders, Celeste Holm, Gary Merrill, Hugh Marlowe, Gregory Ratoff, Barbara Bates, Marilyn Monroe, Thelma Ritter
Fecha estreno: 13/10/1950 (New York, premiere) - 27/10/1950 (USA)
“Todos ustedes lo saben todo de Eva. ¿Qué puede haber que no sepan ya?”
Eva al desnudo, o Todo sobre Eva como reza el título original, es en realidad una película sobre Margo Channing (inconmensurable, Bette Davis), “una gran estrella, un auténtica estrella” que, en plena etapa de madurez, afronta el difícil momento de tener que asumir que muy pronto no podrá seguir interpretando los papeles de joven heroína que le han llevado a la fama. “No tengo veinte años. No tengo treinta. Hace tres meses cumplí cuarenta años”, se lamenta ante su dramaturgo, Lloyd Richards (Hugh Marlowe), ante la perspectiva de un nuevo personaje de apenas veinte años que encabeza el reparto de su nueva obra. Sus miedos traspasan de hecho el ámbito del escenario para situarse en el terreno de su relación sentimental con el director Bill Simpson (Gary Merrill), visiblemente más joven que ella: “Bill tiene treina y dos años. Los aparenta. Los aparentaba hace cinco años. Lo seguirá haciendo dentro de otros veinte. Odio a los hombres”.
Narrada en flashback a partir de la ceremonia de unos prestigiosos premios teatrales cuyo máximo galardón está a punto de recibir la joven Eve Harrington (Anne Baxter), la película propone un inteligentísimo relato a tres voces (con transiciones a veces evidentes por el cambio de la voz narradora, otras más sutiles a partir de la variación de los personajes presentes en cada momento), entre la propia Margo Channing, el crítico Addison DeWitt (un impecable George Sanders), y la esposa de Lloyd Richards, Karen (Celeste Holm), quienes, a través de sus recuerdos, nos desvelarán la mezquina personalidad de la joven actriz que está a punto de recibir los honores de toda la profesión teatral (fotograma 1).
Es el cínico DeWitt quien, después de ponernos en situación describiendo el acto en el que nos encontramos (el culmen del arte de la interpretación frente a otras escenarios mucho menos nobles, según se desprende de las palabras del crítico al definir la ceremonia como “unos premios sin la sensacional publicidad de honores tan cuestionables como los de esa… sociedad cinematográfica”), inicia la narración presentándose a sí mismo (“Soy imprescindible para el teatro”) y al resto de protagonistas de la historia (a los que contemplamos desde el punto de vista del crítico escuchar con semblante escéptico las loas a la galardonada) para dar paso de inmediato a la voz de Karen Richards recordando su primer encuentro con una desvalida Eve a la entrada del teatro en el que actúa Margo Channing.
Mankiewicz filma la historia con una puesta en escena sobria y supeditada a la brillantez de unos diálogos del todo punto extraordinarios, gran parte de ellos en boca de Margo Channing y el crítico DeWitt (auténticas vedettes de la función), algunos de la mano de Bill Simpson, y muy pocos a cargo del resto de personajes, incluida la propia Eve (lo que da una idea de la verdadera importancia de los diversos caracteres de la película). Mención aparte merece el personaje de la asistenta Birdie (extraordinaria, como siempre, Thelma Ritter), para quien el guionista se reserva algunas de las más ácidas perlas de la partida en sus constantes rifirrafes con Margo: 1) Margo: “Seguro que tienes que hacer cosas en el baño querida”; Birdie: “Si no, ya encontraré algo hasta que te normalices”. 2) Margo: “Prueba a ponerte esa faja y actuar durante dos horas y media”; Birdie: “No podría ponerme esa faja ni en dos horas y media”. 3) Margo: “Birdie, a ti no te gusta Eve, ¿verdad?”; Birdie: “¿Quieres pelea o una respuesta?”.
Pero esta sobriedad no está exenta de diversos momentos memorables en cuanto a la propia puesta en escena: citemos por ejemplo el plano de Margo Channing, al final de la fiesta del aniversario de Bill, enfrentada a la imagen de una mujer ya madura que vemos en un gran cuadro de su apartamento (el reflejo de su propia madurez – fotograma 2), al que se contrapone un plano posterior de la protagonista, en su encuentro con DeWitt justo antes de saber de la traición de Eve, junto al cartel de la obra que interpreta en el que vemos una ilustración de una rejuvenecida Margo Channing (su forzada imagen en el escenario – fotograma 3); la imagen de Margo, abandonada por Bill después de ser víctima de dicha traición, llorando amargamente en el escenario vacío (fotograma 4); o el plano del enfrentamiento final entre DeWitt y Eve, ambos como las dos caras de una misma moneda (“Eres una persona improbable, Eve, y yo también. Tenemos eso en común. También el desprecio por la humanidad, y la incapacidad de amar y ser amados. La ambición insaciable… y el talento” – fotograma 5).
En todo caso, y más allá de por ser un auténtico festín para los cazadores de réplicas memorables, si por algo destaca la película es, como ya se ha dicho, por el magnífico retrato que confecciona de la auténtica protagonista de la historia, Margo Channing. Un personaje que oculta tras su carácter cínico y corrosivo, casi siempre desafiante (“Abróchense los cinturones. Va a ser una noche muy movida”), su extrema indefensión ante una nueva etapa vital para la que no está preparada y que finalmente va a tener que asumir como inevitable (“Es curioso, la carrera de una mujer. Las cosas de las que te deshaces para ir más rápido. Olvidas que volverás a necesitarlas cuando vuelvas a ser una mujer”) hasta acabar aceptándolo como lo deseable (“Por fin tengo una vida que vivir. No necesito hacer papeles para los que no tengo edad solo porque no tengo nada que hacer por las noches”).
No sucede lo mismo con la ambiciosa Eve Harrington que, si bien durante la primera mitad de la película se muestra con una ambigüedad que le confiere cierto misterio, se desvela posteriormente como una malvada excesivamente evidente, lo cual redunda en la pérdida de complejidad del personaje: recordemos por ejemplo la escena en la que, tras sustituir con éxito a Margo en el escenario, intenta torpemente seducir a Bill (y su exagerada reacción violenta ante la negativa de éste); el doble juego que pone en práctica ante Karen antes de chantajearla para obtener el papel protagonista de la nueva obra de Lloyd (si ya tenía planeado el chantaje, ¿por qué esa primera actuación para intentar inspirar lástima?); o, sobre todo, la revelación por parte de DeWitt del auténtico pasado de Eve, muy distinto del que había contado a Margo y Karen, en un giro que, se diría, pretende provocar un cierto juicio moral del personaje y que a la postre no parece tener otra función, en términos de guion, que arrojarlo a las garras del abyecto crítico como acto final de inmolación del mismo.
David Vericat
© cinema esencial (enero 2018)