Título Original: Le trou / Año: 1960 / País: Francia - Italia / Productora: Filmsonor / Play Art / Titanus / Duración: 132 min. / Formato: BN - 1.66:1
Guión: Jose Giovanni, Jacques Becker, Jean Aurel (Novela: Jose Giovanni) / Fotografía: Ghislain Cloquet / Música: Philippe Arthuys
Reparto: Philippe Leroy, Marc Michel, Michel Constantin, Jean Kéraudy, Raymond Meunier, André Bervil
Fecha estreno: 18/03/1960 (Francia)
“Buenos días. Mi amigo Jacques Becker ha descrito con todo detalle una historia verídica: la mía. Todo ocurrió en 1947, en la cárcel de La Santé”
Con esta escueta introducción de Jean Keraudy, protagonista real de los hechos descritos en el filme, se inicia el que sería el testamento fílmico de Jacques Becker y, para quien esto escribe, una de las cumbres del arte del cinematógrafo de todos los tiempos. No en vano, La evasión (Le trou – El agujero -, en su mucho más elocuente título original) posee la insólita virtud de reunir en sus ciento treinta y dos minutos lo mejor del género documental y del cine de ficción, logrando en algunos momentos una asombrosa simbiosis entre ambos registros. Baste para ello detenerse en la secuencia de la excavación del agujero en la celda a cargo de los cinco presos que planean la fuga: durante cinco interminables minutos, Becker muestra en tiempo real cómo los protagonistas perforan el suelo (desde los primeros temerosos golpes hasta el momento en que consiguen atravesar por completo el duro hormigón) con la única ayuda de un mazo metálico (en realidad, una pieza de una de las literas de la celda), aunando en esa misma secuencia la descripción rigurosa del proceso (en lugar de utilizar falsos decorados o recurrir a elipsis temporales, los actores ejecutan realmente el agujero exactamente en las mismas condiciones en las que lo realizaron los personajes reales), es decir, su carácter genuinamente documental, con una tensión dramática propia del mejor cine de ficción, que mantiene al espectador completamente en vilo durante todo el proceso (Becker combina los larguísimos planos detalle del mazo golpeando sobre el suelo – fotograma 1 - con insertos de los compañeros de celda observando con nerviosismo la ejecución del agujero, angustiados por el insoportable ruido de los golpes contra el hormigón que parece imposible que no alerte a los guardias de la prisión).
Otro ejemplo, más brillante (por complejo) si cabe, de la originalísima propuesta de Becker lo encontramos en la extensa secuencia del primer descenso de Roland (el citado Jean Keraudy) y Manu (Philippe Leroy) para reconocer el terreno y establecer el itinerario subterráneo que les ha de conducir hasta la libertad; una expedición que bien puede ser vista en tanto que rigurosa reconstrucción de los hechos realmente acontecidos (Becker describe minuciosamente cada movimiento, cada acción que ejecuta el cerebro de la fuga, Roland, para sortear los diferentes obstáculos con lo que la pareja se va encontrando) y, al mismo tiempo, como la fabulosa narración de las aventuras de un par de exploradores en su trayecto a través de un territorio fantástico y desconocido (y aquí reconocemos a Roland como un trasunto del profesor Otto Lidenbrock, el célebre protagonista de Viaje al centro de la tierra) en el que no faltaran los clásicos elementos de todo viaje de aventuras: oscuros pasadizos (la imagen de los dos presos avanzando por una galería mientras la cámara retrocede en suave travelling – fotograma 2), mapas (el de la planta de la prisión que Roland dibuja en el suelo), peligrosos guardianes (que los dos presos deben burlar utilizando su ingenio), ríos subterráneos (el canal que conduce hasta el alcantarillado) y hasta terribles monstruos habitantes del subsuelo (la araña que observan los guardias durante su ronda).
Fuera de la celda de los protagonistas, en el recinto de la prisión, Becker describe con frialdad la implacable rutina a la que son sometidos los internos: el reparto del rancho diario, el registro de las cajas con comida que los presos reciben de sus familiares (y que los guardias manipulan sin ningún miramiento ante la impotente mirada del destinatario de las provisiones – fotograma 3), las periódicas inspecciones de las celdas. Una indolente rutina que contrasta con el ingenio que preside la ferviente actividad de los protagonistas durante la ejecución de su plan de fuga, y que Becker filma con la misma precisión con la que actúan Roland y sus compañeros: el minúsculo periscopio que les permite vigilar la actividad en la galería exterior, los maniquíes articulados con los que suplantan la presencia de los expedicionarios durante la noche (para burlar la inspección de los guardias a través de la mirilla), el reloj de arena para controlar el tiempo de bajada al subsuelo de cada turno y evitar llegar tarde al registro matinal. Cada objeto y cada acción tienen una importancia decisiva y son piezas indispensables en el mecanismo de relojería con el que se ejecuta el elaborado plan del cerebro de la fuga.
“Jamás había sentido esto. Es la primera vez que me siento contento conmigo mismo. Sí, creo que he cambiado. Y ha sido gracias a vosotros”, le confiesa Claude Gaspard (Marc Michel) a Manu poco después de su llegada a la celda y de ser aceptado por los cuatro reclusos para unirse a su plan. Gaspard, de carácter débil y egoísta, admira la nobleza y solidaridad de sus compañeros, virtudes que él mismo parece sentir como inalcanzables, tal como Becker deja entrever en los numerosos planos en los que el personaje aparece aislado, pensativo u observando las acciones del resto del grupo (fotograma 4). Y es que La evasión es también (o sobre todo) un filme sobre la lealtad y la traición, personificadas en último término en dos personajes antagónicos: Geo Cassine (Michel Constantin), el preso que, aun después de decidir no fugarse con sus compañeros, seguirá colaborando en las tareas de construcción del túnel; y el propio Claude Gaspard, incapaz de superar la dura prueba de lealtad que el destino le deparará en el último y decisivo momento. Dos conductas que quedan reflejadas en dos planos casi idénticos pero absolutamente contrarios en su significado: la mirada de Roland hacia Geo mientras éste excava el túnel (llena de reconocimiento y admiración hacia el compañero que ya le ha confesado que no se fugará con ellos) y la del mismo Roland a Gaspard, después de que éste haya consumado la traición hacia sus compañeros de celda: una mirada más compasiva que de desprecio, igual que las palabras con las que Roland, desnudo ante los guardias de la prisión, se despide del traidor cuando Gaspard pasa por su lado para ser conducido a una nueva celda: “Pobre Gaspard”.
David Vericat
© cinema esencial (agosto 2015)
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Comentarios
Extraordinaria reseña David ,
Muchas gracias! La peli
Todo un clásico y uno de lis
Muchas gracias por tu
Increíble película, gran
Muchas gracias, Javier!