Título Original: Aparajito / Año: 1956 / País: India / Productora: Epic Productions / Duración: 105 min. / Formato: BN - 1.37:1
Guión: Satyajit Ray (Novela: Bibhutibhushan Bandyopadhyay) / Fotografía: Subrata Mitra / Música: Ravi Shankar
Reparto: Kanu Bannerjee, Karuna Bannerjee, Pinaki Sengupta, Smaran Ghosal, Santi Gupta, Ramani Sengupta, Ranibala, Sudipta Roy
Fecha estreno: 11/10/1956 (India) / 04/09/1957 (Venice Film Festival)
Aparajito, segunda entrega de la Trilogia de Apu, se inicia donde finalizaba La canción del camino, con la llegada de la familia Ray a Benarés en busca de una nueva vida. Inmediatamente, advertimos el contraste de la tumultuosa ciudad con el escenario de la pequeña aldea natal en la que transcurría la infancia del protagonista: callejones laberínticos que desembocan en las enormes escalinatas que conforman las orillas de un Ganges atestado de mercaderes, bañistas, sacerdotes, feligreses y todo tipo de personajes que hacen del río sagrado el centro de sus vidas (fotograma 1).
Dividida claramente en dos partes, le primera de ellas se centra sobre todo en la rutina del padre de la familia, Harihar Ray (Kanu Bannerjee), ejerciendo como sacerdote, mientras la madre, Sarbojaya Ray (Karuna Bannerjee), permanece prácticamente recluida en la humilde vivienda en la que habitan y el pequeño Apu (Pinaki Sengupta) recorre las callejuelas observando el nuevo mundo de la gran ciudad. Una primera parte que culmina con la repentina muerte del padre a causa de unas fiebres y que dará paso al cuerpo principal de la película, centrado en la relación de la madre con el protagonista, después de abandonar Benarés para establecerse de nuevo en una pequeña aldea en la que vive un tío de la familia.
Película sobre la pérdida y el conocimiento como elementos inexorables en el proceso de crecimiento personal del todo ser humano, Aparajito bascula entre estas dos ideas para retratar el paso a la madurez de su protagonista, pero también el del sacrificio del personaje de la madre, que deberá renunciar a la compañía de Apu cuando éste le pida poder continuar sus estudios en Calcuta, aprovechando una beca que obtiene por sus progresos como alumno de la escuela rural a la que asiste. La aspiración de conocimiento es, de hecho, el principal motor de acción del protagonista (un personaje que, ya desde su primera aparición en La canción del camino, se caracteriza por la incansable curiosidad reflejada a través de su mirada), que será quien convenza a su madre para poder ir a la escuela al poco tiempo de instalarse en su nueva vivienda (contraviniendo la aspiración de la misma de que siga los pasos del padre como sacerdote) y al que veremos compartir con ella cada nuevo descubrimiento a consecuencia de sus estudios (explicándole cómo se produce un eclipse con la ayuda de unas frutas y un quinqué, o disfrazándose como un nativo del África negra): “Es el mundo. Nuestro mundo”, le explica exultante Apu a su madre mostrándole un pequeño globo terráqueo la víspera de su partida a Calcuta. Previamente, hemos visto el paso de niño a adolescente del protagonista mediante una extraordinaria elipsis que sintetiza de manera bellísima el poder de transformación del conocimiento: Apú está dormido sobre su cuaderno de deberes, llega su madre y le despierta para que vaya a cenar (fotograma 2), ambos personajes salen de plano y la cámara realiza un lento movimiento de avance hasta encuadrar la llama del quinqué que alumbra el cuaderno (la luz como idea del conocimiento); la imagen funde a negro y en el siguiente plano vemos a Apu, ya adolescente (Smaran Ghosal), ante el director de la escuela (Hemanta Chatterjee), en el momento de anunciarle su decisión de ofrecerle la beca para poder estudiar en Calcuta.
“Escríbeme. Vuelve a casa por vacaciones”, ordena y suplica al mismo tiempo la madre a Apu justo antes de despedirse; y la sonrisa que se refleja en su rostro al contemplar desde el dintel de la puerta al hijo alejándose desaparece paulatinamente para dejar paso a una expresión de profunda tristeza (en un asombroso alarde interpretativo de la actriz, Karuna Bannerjee – fotograma 3); un sentimiento ambivalente que va dominar a partir de este momento al personaje, instalado en una soledad únicamente apaciguada por la expectativa cada vez más improbable de una visita de Apu (sugerida por la lejana imagen del ferrocarril en el horizonte que la madre contempla incansablemente desde el patio de su vivienda – fotograma 4).
De hecho, la única visita de Apu se erigirá como un fugaz instante de felicidad que no conseguirá sino acrecentar el sentimiento de soledad de la madre, que observa con tristeza el amanecer que anuncia la nueva partida del hijo a los pocos días de su llegada (hasta el punto de mostrarse incapaz de despertarlo para ir a la estación tal como Apu le había pedido). Un momento fugaz que el protagonista prolongará dejando escapar el tren en el último momento para permanecer un día más al lado de su madre, sin saber que será ésta la última vez en que la verá con vida. La secuencia, resuelta por Ray con una simple concatenación de planos de ambos personajes conectados en la distancia (la madre, absorbida por la tristeza en el patio de su vivienda; Apu, pensativo en el andén de la estación de tren) hasta que vemos el rostro de la madre levantando la mirada para observar con alegría el regreso de Apu, es de nuevo todo un prodigio de cómo transmitir las emociones más profundas con la máxima sencillez.
Ray alterna a partir de este momento las imágenes de Apu en Calcuta (su vida como estudiante y trabajando por las noches en una pequeña imprenta) con las de la madre, cada vez más consumida por la soledad, en su vivienda. Y nos anuncia el fatal desenlace en otra extraordinaria secuencia en la que, después de creer escuchar la voz de Apu, la madre se asoma en mitad de la noche a la puerta del jardín y observa el luminoso vuelo de cientos de luciérnagas en la oscuridad. Una imagen que consigue evocar misterio, tristeza y belleza a partes iguales para plasmar la muerte del personaje y poner punto y final a la juventud del protagonista, al que seguiremos ya como adulto en la tercera y última entrega de este prodigioso tríptico sobre la existencia humana.
David Vericat
© cinema esencial (Mayo 2017)
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