Título Original: The Thing / Año: 1982 / País: Estados Unidos / Productora: Universal Pictures / Turman-Foster Company / Duración: 105 min. / Formato: Color - 2.39:1
Guión: Bill Lancaster (Novela: John W. Campbell) / Fotografía: Dean Cundey / Música: Ennio Morricone
Reparto: Kurt Russell, Wilford Brimley, Keith David, David Clennon, Richad Dysart, Donald Moffat, Richard Masur, T.K. Carter, Charles Hallahan, Peter Maloney, Joel Polis, Thomas G. Waites
Fecha de estreno: 25/06/1982
Aunque presentada normalmente como un remake de la simpática El enigma de otro mundo (The Thing from Another World, Christian Nyby, 1951), La cosa, sexto largometraje para la gran pantalla de John Carpenter, recurre sobre todo al argumento de la novela en la que se basaba la película producida por Howard Hawks (Who Goes There?, John W. Campbell, 1948) haciendo una traslación mucho más fiel de la trama original que su predecesora. Hay, es cierto, un par de guiños directos a la película de Niby: el uso del título The Thing con exactamente la misma tipografía (que Carpenter inserta en el plano inicial de su película en el que vemos un enorme platillo volante dirigiéndose hacia la tierra) y, sobre todo, la recreación de una de las más famosas escenas del clásico de Serie B (aquélla en la que vemos a los científicos formando un círculo para calcular las dimensiones del platillo volante enterrado en el hielo) a través de las cintas de vídeo que los personajes de Carpenter han obtenido de los miembros de la expedición noruega devastada por el monstruo extraterrestre (fotograma 1 - un ingenioso recurso de guión con el cual Carpenter homenajea a la película de Niby a la vez que marca el punto de partida para distanciarse de la misma, que quedará ya almacenada en una cinta de vídeo como la de tantas videotecas de los aficionados al género).
De hecho, puestos a buscar referentes para la que es según mi opinión (y de lejos) la mejor obra del irregular Carpenter, podría decirse que La cosa es un cruce entre la extraordinaria La invasión de los ladrones de cuerpos (Donal Siegel, 1956) y la novela Diez negritos (Agatha Christie, 1939). De la primera, Carpenter toma la idea del ser extraterrestre capaz de suplantar a sus víctimas imitando a la perfección su fisonomía (una idea, no obstante, que está también en la novela de Campbell); mientras que de la célebre novela policíaca, la película aprovecha el planteamiento de un grupo de personas reunidas en un espacio cerrado, amenazadas por un asesino cuya identidad desconocen (pero que saben que es necesariamente uno de ellos) y que va a ir cobrándose sus víctimas a la vez que provocando la desconfianza entre todos ellos. A estos dos referentes, Carpenter (de la mano de su guionista, Bill Lancaster) le añade dos elementos no menos importantes: a la película de Siegel, un desenfadado y efectivo toque gore gracias a los excelentes efectos especiales de Roy Arbogast (pura artesanía analógica, años antes de la llegada de los efectos digitales); a la novela de Christie, la idea de la transmutación del asesino en cada una de sus sucesivas víctimas, haciendo por ello mucho más difícil las posibilidades de descubrir su identidad, siempre cambiante.
Con estos elementos, Carpenter construye una obra que bascula inteligentísimamente entre el cine de ciencia ficción, el de terror, el gore y el de suspense, permitiéndose incluso algunos destellos pseudofilosóficos que se acaban materializando en el inquietante final de la película, seguramente uno de los mejores, si no el mejor, del cine comercial de finales del siglo pasado. Cierto es que Carpenter no evita caer en diversos momentos en el trazo grueso: desde el mencionado plano inicial de la película con el platillo volante dirigiéndose a la tierra (con el que el director corta desde un principio cualquier posible elucubración sobre el origen extraterrestre de la amenaza que llega al campamento norteamericano en la forma del perro que huye de los expedicionarios noruegos) hasta la secuencia de la parte final en la que MacReady (Kurt Russell) descubre la guarida subterránea en donde el doctor Blair (Wilford Brimley) se está construyendo nada menos que un pequeño platillo volante para poder regresar a su planeta (!); pasando por la escena (de una candidez desarmante) en la que el propio Blair recrea en su ordenador el proceso de infección utilizado por el extraterrestre (“Célula intrusa. Célula de perro. Asimilación. Asimilación completa. Célula de perro imitada”) y que acabará dando el terrible diagnóstico que se erigirá como el tosco (pero efectivo) mcguffin de la película (“Probabilidades de que uno o más de los miembros de la expedición esté infectado por el organismo intruso: 75%. Si el organismo llega a zonas pobladas la población mundial quedará infectada en 27.000 horas después del primer contacto”). Pero si se contemplan estas y otras secuencias como un desacomplejado homenaje a las películas de Serie B que tanto han nutrido al género, La cosa se puede disfrutar no sólo como otro magnífica entrega de esa fructífera producción sino como una de las mejores muestras que la cinematografía norteamericana haya aportado al género en los últimos cuarenta años.
Prueba de esta afirmación son algunos de los mejores momentos de la película (además de las muchas y muy divertidas secuencias de efectos especiales de los ataques del extraterrestre – fotograma 2): las imágenes iniciales del perro huyendo de la persecución de los expedicionarios noruegos a través de un inmenso paisaje nevado (fotograma 3); la autopsia al cadáver monstruoso que los hombres de MacReady encuentran en el campamento noruego (con un rostro deformado que muestra una expresión que recuerda el lienzo de El grito de Edvard Munch o a algunas obras de Francis Bacon – fotograma 4); MacReady conversando con el doctor Blair antes de dejarlo confinado en un bungaló del campamento (“No sé de quién fiarme”. “Sé lo que quieres decir, Blair. La confianza es algo difícil de encontrar en estos días”); la larga secuencia (y seguramente la mejor de todas) en la que MacReady realiza la prueba de sangre a todos los miembros de la expedición (fotograma 5), cargada de suspense, horror e incluso con un destello de rabiosa comedia en su desenlace (en la reacción de histérico alivio del principal sospechoso de estar contaminado por la cosa, Garry - Donald Moffat - cuando finalmente supera la prueba); y, por supuesto, el ya mencionado desenlace de la película, con la imagen del escenario devastado en el que los dos únicos supervivientes se preparan para afrontar sus horas finales, botella de whisky en mano (fotograma 6).
David Vericat
© cinema esencial (julio 2019)
----------------------------------------------
VER EN FILMIN
----------------------------------------------