Ozu










He nacido, pero…
La historia del cine nos ha ofrecido muchas maneras de acercarse al mundo de la infancia, ya sea desde un prisma autobiográfico-social, como en Los 400 golpes, de François Truffaut; incidiendo en su comportamiento más cruel, como en Viento en las velas, de
Cuentos de Tokio
Como tantas otras películas de Ozu, Cuentos de Tokio arranca con unos planos exteriores atendiendo siempre a los mismos motivos (fotograma 1): un tren surcando el horizonte, tejados de edificios en la ciudad, ropa tendida al viento, unos escolares caminando por la calle. Es el prólogo que el director repite incansablemente en cada una de sus películas, de la misma manera que su personalísima puesta en escena (focal fija de 50mm, cámara a ras de suelo, uso del campo/contracampo) marca formalmente toda su obra. Se trata, como dice Ozu, de observar los detalles más cotidianos de la manera más simple y natural posible para llegar a transmitir la esencia de la vida.
El sabor del sake
Si las imágenes iniciales de la extraordinaria Primavera tardía (1949) nos mostraban la vegetación alrededor de una pequeña estación de tren mecida por la suave brisa, El sabor del sake, revisión de la anterior y última película de Yasujiro Ozu, se abre con el plano de unas enormes chimeneas industriales (fotograma 1) que será recurrente a lo largo del filme y que tomará el relevo de los planos de ropa tendida tan característicos en la filmografía del director.