Cuentos de Tokio

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Cuentos de Tokio
Director:
Yasujiro Ozu

Título Original: Tokyo monogatari / Año: 1953 /  País: Japón / Productora: Shochiku / Duración: 139 min. / Formato: B/N - 1.37:1
Guión: Yasujiro Ozu & Kôgo Noda / Fotografía: Yushun Atsuta / Música: Takinori Saito
Reparto:  Chishu Ryu, Chiyeko Higashiyama, Setsuko Hara, So Yamamura, Haruko Sugimura, Kinoko Niyake, Kyoko Kagawa
Fecha estreno: 03/11/1953 (Japón)

A veces la gente convierte las cosas sencillas en algo muy complicado. La esencia de la vida, que parece compleja, puede ser simple de manera totalmente inatendida. (...) Quiero dar a la gente el sentimiento de la vida sin acudir a los altibajos dramáticos
Yasujiro Ozu
 
Como tantas otras películas de Ozu, Cuentos de Tokio arranca con unos planos exteriores atendiendo siempre a los mismos motivos (fotograma 1): un tren surcando el horizonte, tejados de edificios en la ciudad, ropa tendida al viento, unos escolares caminando por la calle. Es el prólogo que el director repite incansablemente en cada una de sus películas, de la misma manera que su personalísima puesta en escena (focal fija de 50mm, cámara a ras de suelo, uso del campo/contracampo) marca formalmente toda su obra. Se trata, como dice Ozu, de observar los detalles más cotidianos de la manera más simple y natural posible para llegar a transmitir la esencia de la vida.
 
Así, desde la primera secuencia en la que vemos al matrimonio Hirayama (Chishû Ryû y Chieko Higashiyama) preparar su viaje a Tokio para visitar a sus hijos, y a lo largo de toda la película, la aparente sencillez del estilo de Ozu obra el milagro de hacer reconocible a la familia Hirayama (sus expectativas y afinidades, pero también sus frustraciones y desencuentros) para cualquier espectador, no importa cuál sea la nacionalidad de éste, consiguiendo una complicidad emocional que en ningún caso se percibe como forzada, sino que emana de forma natural de las imágenes de la película.
 
Una vez en Tokio, y después de que hayamos visto por primera vez a la familia reunida  para dar la bienvenida a Shukishi y Tomi (el hijo Koichi - Sô Yamamura - y la esposa de éste, Fumiko - Kuniko Miyake - , la hija Shige - Haruko Sugimura - y la nuera Noriko - Setsuko Hara), la película muestra los problemas que tienen los hijos, absorbidos por su rutina diaria, para ocuparse del matrimonio Hirayama. Tanto es así que, tras alguna jornada con cada uno de ellos, deciden enviarles a un balneario, “donde podrán ser mucho mejor atendidos”.  Pero lo que supone una buena idea para los hijos, no es la situación ideal para los padres, confinados en un establecimiento “para jóvenes” en el que apenas pueden descansar debido al bullicio de los otros clientes, por lo que el matrimonio Hirayama decide volver antes de tiempo a Tokio y, conscientes de la molestia que supone para sus hijos, regresar desde allí a Onomichi.
 
Sin alzar la voz, sin ningún exceso, Ozu refleja de manera magistral en la primera parte de la película las diferentes actitudes de los personajes jóvenes con respecto a los padres: desde el egoísmo de Shige hasta la generosidad de la joven Noriko (viuda de uno de los hijos y, sin embargo, la que se muestra más afectiva con los ancianos), pasando por el pragmatismo de Koichi. Y lo hace dibujando unos personajes perfectamente reconocibles en sus carencias y en sus virtudes (no hay héroes ni villanos en el cine de Ozu) gracias a la contemplación pausada de cada escena que nos propone el director. Una contemplación que lleva a la trascendencia mediante la plasmación de “lo cotidiano”: sirva como ejemplo el plano de la abuela Tomi jugando con el pequeño Isamu en la pequeña loma frente a la casa (fotograma 2), imagen de una serena belleza que nos hace pensar en la concisión y capacidad de sugerencia de los haikus (una forma poética recurrente en el cine de Ozu).
 
Ya de vuelta a Onomichi (habiendo pasado antes por Osaka para visitar a su otro hijo Keizo - Shirô Osaka) los hijos reciben la noticia de que la abuela Tomi ha caído gravemente enferma y le queda poco tiempo de vida. Koichi, Shige i Noriko viajan a Onomichi justo a tiempo para acompañar la muerte de la anciana, anunciada por Ozu mediante los recurrentes planos exteriores, en este caso con total ausencia de movimiento (calles desiertas, vías sin trenes…). De nuevo la máxima sencillez y austeridad formal para narrar tanto los hechos más cotidianos como los acontecimientos más trascendentes.
 
Tras el funeral, Koichi i Shige regresan rápidamente a Tokio mientras que Noriko se queda todavía un dia más para acompañar a Shukishi i a Kyôko (Kyôko Kagawa(), la hija más joven de éste. Es aquí cuando Ozu nos ofrece alguno de los momentos más emotivos de la película, en los que Shukishi le agradece a Noriko todas sus atenciones durante su estancia en Tokio, constatando que se había portado mucho mejor con ellos que sus propios hijos.
 
Personajes condenados a la soledad, Noriko debe finalmente regresar a Tokio y abandonar a Shukishi, a quien vemos en un plano idéntico al del inicio de la película, constatando ahora el espacio vacío que antes ocupaba su esposa (fotograma 3). Pocas veces como aquí se ha puesto en imágenes de manera tan bella y sencilla el sentimiento de ausencia que sigue a la muerte de un ser querido. El cine de Ozu es, en este y otros muchos ejemplos, un pequeño milagro cinematográfico.
 
David Vericat
© cinema esencial (noviembre 2013)
 
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VÍDEOS: 
Trailer (V.O.S.E.)

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