Boy meets girl

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Boy meets girl
Director:
Leos Carax

Título Original: Boy meets girl / Año: 1984 / País: Francia / Productora: Abilene / Duración: 100 min. / Formato: BN - 1.66:1
Guión: Leos Carax / Fotografía: Jean-Yves Escoffier / Música: Jacques Pinault
Reparto: Denis Lavant, Mireille Perrier, Carroll Brooks, Elie Poicard, Maïté Nahyr, Christian Cloarec, Hans Meyer, Anna Baldaccini, Jean Duflot
Fecha estreno: mayo 1984 (Cannes Film Festival) - 21/11/1984 (Francia)

La convención formal utilizada en cine para originar, dar sentido y reflejar el sentimiento amoroso siempre ha sido la misma: se utiliza el rostro de los actores y plano-contraplano del efecto producido en su expresión que registra el conjuro. Si además de todo ello los actores que interpretan dicho sentimiento son figuras atractivas se consigue la sensación de verosimilitud en el espectador. Y si esto no es suficiente, se utilizan recursos musicales para que nos percatemos definitivamente de ello. Con algunas películas de la Nouvelle Vague (À Bout de Souffle especialmente) se intentó evitar, no la indicada arriba, pero si otras reproducciones y, si no se consiguió, al menos hubo intentos de soslayar los códigos formales genéricos: planos que anulan el sentido del plano anterior, cortes sin continuidad, elipsis absurdas, sonidos descontextualizados. Chico conoce chica participa de todo ello. Y si valoramos al cine como acto de resistencia, Leos Carax nos ofrece con su ópera prima su más singular filme. La historia es plana: Alex (Dennis Lavant) se enamora de Mireille (Mireille Perrier), cuando ambos personajes han sido abandonados previamente por sus respectivas parejas. Pero Alex es secuestrado amorosamente por Mireille antes de que que éste la haya visto ni conocido. Y Leos Carax se resiste, intenta evitar durante largo metraje del filme que Mireille (su rostro, su figura, su expresión) se haga visible en Alex y que la visibilidad sea la expresión formal del origen del sentimiento amoroso en Alex. O ir al límite para romper el propio límite y traspasarlo. O cómo introducir el ojo (cámara) en el corazón para expresar el amor, sin recurrir a sus inmediatos efectos (actitudes y expresiones externas de los rostros). Es la lucha secreta, es el valor íntimo y es la locura del film, que en un fulgor de conjuro acontece en su entrada.
 
La invisibilidad palpita de blancos y negros. Mortecina luz que apenas dibuja los contornos para dar forma a la contracción interior del único valor de Alex. Así, el (su) amor. No hay nuevo trayecto en los límites. Sólo exhalaciones de los sentidos. Sólo emanaciones de penumbra. El oído de Alex, como una profunda concha marina, sólo percibe las voces que succionan llamas internas (fotograma 1). Las otras voces son lacras superficiales. En el confín de un bar, en el confín de una fiesta, como un Marienbad revisitado por Fassbinder, la neutralidad, la parsimonia, la frontalidad de las figuras, reduce el significado a una conjetura de cuerpos. La disonancia entre ellos facilita la alteridad de Alex. Y reafirma al asceta. Nevera vacía, cama, estrecha habitación, puerta y ventana. En su cuarto, en su escondrijo, un velado temblor rezuma de violencia y beatitud (fotograma 2).
 
La laceración es el sesgo por el que gravita Mireille. Funambulista del desamor, ora baila unos pasos taconeando encima de una tabla, ora extiende su brazo para dar corte a su muñeca. Distorsionada la faz al no asumir su decisión de abandono a Mireille, como un rostro exacerbado de Munch o Bacon, su ex pareja se diluye en el recuerdo de ésta hasta convertirse en imagen fantasmal (fotograma 3). Y Alex busca la revelación amorosa en Mireille. En su mapa vital, escondido como caja fuerte de sentimientos detrás de un cuadro, su inscripción última es como el autor de una tentativa de asesinato. Ascetismo y violencia. Y Alex desea practicar una nueva inscripción en Mireille. Pero Alex prefiere un mapa invisible. Prefiere el sueño de Mireille que la carnalidad de Mireille. Su invisibilidad a su visibilidad. Aislados en una fiesta mortuoria, donde tienen su primer encuentro visible, la declaración de amor de Alex a Mireille en forma de convulso monólogo, ante el hieratismo de ella, pervierte el sueño originario de Alex en su conversión por el contacto tangible. Es el pavor al fracaso que retrotrae a Alex a su amor invisible. Mireille, con el rostro iluminado por la mirada de Alex, no participa del impulso amoroso de éste y, a medida que el protagonista percibe un germen de rechazo, su rostro se difumina, pierde los contornos, como si se escondiera en la madriguera de su alma herida (fotograma 4). Antes de consumar el fracaso, el asceta Alex retorna al sueño. Se contrae de la vida externa y vuelve al sueño de Mireille. La muerte emana en la fuente del amor y Alex se suicida junto a su amada en dos formas oníricas.
 
Jordi Torras Pous
© cinema esencial (septiembre 2015)
 
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VÍDEOS: 
Trailer (V.O.S.I.)

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