Los contrabandistas de Moonfleet

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Los contrabandistas de Moonfleet
Director:

Título Original: Moonfleet / Año: 1955 /  País: Estados Unidos / Productora: Metro-Goldwyn-Mayer / Duración: 89 min. Formato: Color - 2.35:1
Guión: Margaret Fitts (Novela: J. Meade Falkner) / Fotografía: Robert Planck / Música: Miklós Rózsa
Reparto:  Stewart Granger, George Sanders, Joan Greenwood, Viveca Lindfors, John Whitely, Melville Cooper, Jack Elam, Ian Wolfe, Dan Seymour
Fecha de estreno: 24/06/1955 (USA)

“Hace 200 años el gran páramo de Dorsetshire corrió salvaje y sombrío hasta el mar. Aquí, en escondidas cuevas y solitarias aldeas, las bandas de contrabandistas realizaban su provechoso trabajo. Y aquí, en una tarde de octubre del año 1757, un muchachito vino en busca de un hombre del que creía ser su amigo”

 

El texto inicial con que se abre Los contrabandistas de Moonfleet señala con claridad uno de los temas principales del film: bajo la forma de una fantástica película de aventuras, Lang nos ofrece una magnífica historia sobre la amistad, en este caso entre un niño, John Mahoune (Jon Whiteley), y un adulto, Jeremy Fox (un soberbio Stewart Granger, para mí en el mejor trabajo de su carrera), y sobre el proceso de aprendizaje que vivirán los dos personajes (sobre la vida y la muerte, el niño; sobre la amistad y el compromiso, el adulto). Aunque paradójicamente, será el adulto, Jeremy Fox (un hombre que sobrevive ocultando cualquier sentimiento que pueda mostrar su lado más vulnerable) quien más tendrá que aprender del joven John Mahoune y quien más evolucionará en el transcurso de la historia.

 

Tras los títulos de crédito sobre las imágenes de un mar embravecido, el film arranca con la llegada de John Mohune a Moonfleet después de un largo camino a pie, como se deduce de los agujeros que vemos en las botas del joven cuando se sienta un momento a descansar (virtud del cine de los grandes maestros: todo lo que se pueda contar en imágenes, evitar contarlo mediante el diálogo). A partir del mismo inicio, la mirada del joven protagonista va a marcar de forma sustancial el tono de la película, haciendo derivar en muchos momentos la historia de aventuras hacia el género fantástico (véase el descubrimiento de la escultura en el cementerio en la misma secuencia inicial – fotograma 1 - , el magnífico travelling subjetivo por el jardín abandonado de la vieja mansión de los Mohune, o el descenso a la cripta que sirve de refugio a los contrabandistas, entre muchos ejemplos).

 

Moonfleet es así una película impregnada de romanticismo, no sólo por esa tonalidad fantástica que se deriva de la mirada de su protagonista, sino también merced al control formal y cromático de cada plano (excelente trabajo de Robert Planck), sobre todo en las numerosas escenas nocturnas, algunas de las cuales ofrecen imágenes de una composición y tonalidad casi pictóricas (fotograma 2), circunstancia favorecida sin duda por el hecho de que la película fuera rodada prácticamente en su totalidad en estudio.

 

Esta subjetividad de la narración marca también de manera inequívoca la manera de presentar el personaje de Jeremy Fox, idealizado en todas las escenas que vemos a través de John Mahone (desde su primera aparición, después de que el joven caiga a manos de los contrabandistas, hasta la espléndida escena del duelo entre Fox y uno de los cabecillas de los contrabandistas: una secuencia que Lang resuelve de manera magistral como si de un musical se tratara, aprovechando al máximo las posibilidades del formato Scope); mucho menos ejemplar cuando no le vemos con los ojos del joven (principalmente en las escenas del protagonista con los perversos Lord y Lady Ashwood – George Sanders y Joan Greenwood – fotograma 3).

 

Pero Los contrabandistas de Moonfleet es, además, una hermosa y triste historia de amor frustrado entre Jeremy Fox y la madre de John Mohune, al que justo antes de fallecer envía a manos del protagonista para confiarle su educación (dejando claramente abierta la posibilidad de que John Mohune sea en realidad el hijo ilegítimo de Fox). Una historia de amor de la que únicamente tendremos constancia a través de su reflejo en los sutiles gestos del protagonista: después de su encuentro con John Mohune, Fox le pide una prueba que atestigüe que es realmente el hijo de Olivia; el joven saca un anillo de la familia que guarda envuelto en un delicado pañuelo, pero Jeremy Fox se queda embelesado con la prenda de su amada, haciendo caso omiso del anillo (fotograma 4).

 

John Mohune supone por tanto para Jeremy Fox el recuerdo de su frustrada historia de amor, así como la constatación de su deriva hacia una forma de vida al margen de la ley y de cualquier planteamiento ético, por lo que el protagonista tratará en todo momento de alejarlo de su vida, negándole cualquier posibilidad de amistad (“¿Un amigo? Desengáñate de esa fantasía. Tu madre se basó en una locura que ambos vivimos y lamentamos. Los Mohune se encargaron de ello. La casaron con el primer primo disponible, y me mandaron al diablo por el camino más rápido. Pero el diablo y yo nos hicimos amigos enseguida”).

 

Esta negación es la que llevará a Jeremy Fox a un último intento de abandonar a John Mohune con la complicidad de Lord y Lady Ashwood, con quienes Fox planea huir para dedicarse a la piratería (gracias a un valioso diamante que el contrabandista ha obtenido con la ayuda del joven). Pero el sentimiento de traición es demasiado acuciante (en el interior de la diligencia, Lang utiliza de manera ejemplar la composición de plano para aislar al protagonista de los infames Lord y Lady Ashwood) y, tras rebelarse y acabar con sus cómplices, Fox regresa herido de muerte al encuentro del pequeño Mohune para entregarle el diamante y confiarle la prosperidad de la vieja mansión de los Mohune.  

 

“Pero ¿volverá pronto?”

“Tan pronto como pueda. ¿Puedo confiar en ti?”

“Sí, señor. Si cree que es lo mejor”

“Es lo mejor. Buena suerte, John Mohune”

 

Jeremy Fox sale de la vieja cabaña y se embarca en un pequeño velero para para alejarse, bajo la mirada de John Mohune, hacia la oscura profundidad del océano (fotograma 5).

 

David Vericat
© cinema esencial (marzo 2014)

 

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