Título Original: The Ladykillers / Año: 1955 / País: Reino Unido / Productora: Ealing Studios / Duración: 87 min. Formato: Color - 1.37:1
Guión: William Rose / Fotografía: Otto Heller / Música: Tristam Cary
Reparto: Alec Guinness, Kate Johnson, Herbert Lom, Peter Sellers, Danny Green, Jack Warner, Katie Johnson
Fecha de estreno: 08/12/1955 (Londres)
Quinto y último largometraje de Alexander Mackendrick para los prolíficos estudios Ealing antes de partir a los Estados Unidos, en donde apenas firmaría cuatro largometrajes para dedicarse posteriormente a la docencia (de los cuales cabe destacar muy por encima de los otros dos la memorable Chantaje en Broadway y la que es para mí su indudable obra maestra, Viento en las velas), El quinteto de la muerte supone la culminación en clave de comedia (como lo es Viento en las velas en el género de aventuras) del gran tema que encontramos a lo largo de la corta filmografía del director: el del poder destructivo de la inocencia. Un poder representado en la película por la entrañable Sra. Wilberforce (Katie Johnson), auténtica pesadilla de la banda de atracadores que se hospedará en su pequeña vivienda para cometer un golpe en la estación de tren de la zona.
Ya en el mismo arranque de la película, Mackendick nos depara un gag (extraordinario por su modernidad y subversión) que no puede ser más elocuente respecto a la propuesta temática del film: de camino a la comisaría del barrio (a la que la anciana se dirige para despachar con las autoridades acerca de un improbable ataque extraterrestre), la Sra. Wilberforce se detiene a contemplar con una dulce sonrisa a un bebé en el interior de un cochecito, provocando instantáneamente el llanto desconsolado del pequeño (que parece advertir con un sexto sentido las funestas consecuencias que deberá lamentar todo aquél que se cruce con la inocente viejecita ).
A partir de este brillante inicio, cualquier supuesta amenaza que pudieran representar el Profesor Marcus (Alec Guinnes) y sus secuaces queda completamente desactivada: Mackendrick predispone al espectador a decodificar todas las imágenes en clave de comedia y así, la inquietante sombra del Profesor Marcus tras los cristales de la puerta de entrada de la pequeña vivienda de la Sra. Wilberforce (fotograma 1) es percibida antes como un mal augurio para el infortunado jefe de la banda que como un verdadero peligro para la vieja solterona.
Toda la primera parte de la película juega con el intercambio de roles de los personajes, presentando a los forajidos como posibles víctimas de la amenazante anciana. De este modo, cuando el profesor Marcus se instala en la vivienda de la Sra. Wilberforce con la excusa de utilizarla como sala de ensayo de su grotesco quinteto de cuerda, y gracias a la eficaz utilización del punto de vista que propone Mackendrick, el espectador sufrirá junto con los malhechores cada vez que su anfitriona esté a punto de dar al traste con el golpe. Tal como lo explica el propio director: “si ves una historia de un hombre que quiere matar, descuartizar y hacer un estofado de niños, si ves toda la historia desde su punto de vista, te acabas identificando con él”.
Este intercambio de roles tiene su momento culminante en la secuencia posterior al golpe, en la que, cuando están a punto de huir con el botín, los malhechores son literalmente retenidos por un grupo de vecinas que acuden a la vivienda de la Sra. Wilberforce con la idea de escuchar una audición del supuesto quinteto de cuerda (fotograma 2): la imagen de los miembros de la banda bajo el yugo de las venerables ancianas (forzados a compartir el tan británico ritual del té con pastas) no puede provocar de nuevo sino la empatía del espectador hacia los desdichados forajidos, erigiéndose además como uno de los momentos más hilarantes e irónicos de la película.
Finalizada la velada, y conscientes de haber sido descubiertos por su anfitriona, los miembros de la banda deciden a suertes quién deberá hacerse cargo de eliminar a la Sra. Wilberforce (fotograma 3). Pero lo que sigue es un juego de engaños y traiciones para huir con el dinero en el que los malhechores irán eliminándose entre ellos (en un alarde de guion y puesta en escena en clave de comedia negra) hasta dejar finalmente el botín en manos de la afable e inocente anciana.
David Vericat
© cinema esencial (marzo 2014)
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