comedia

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Tiempos modernos

La imagen es imborrable: al hombrecillo recién recuperado de una crisis nerviosa le recomiendan tranquilidad y una vida en calma. Va por la calle con su sombrero hongo, su chaqueta estrecha y sus grandes zapatos, y a su lado un camión deja caer una bandera (roja, supongo) que advertía sobre su carga larga. El hombrecillo la recoge y apura el paso gritándole al conductor del camión mientras agita la bandera, sin notar que a su espalda se aproxima una manifestación callejera que, rauda, lo acoge como a uno más de sus miembros (fotograma 1).

Ojo por ojo

Iba siendo hora ya de incluir en esta página una película de Stan Laurel y Oliver Hardy, o El Gordo y el Flaco, como siempre los hemos conocido por estos lares. Y escribo “de Stan Laurel y Oliver Hardy” porque en pocos casos como en el de la pareja cómica las películas son tan o más de sus protagonistas como de sus directores (aquí James W. Horne, con la supervisión de Leo McCarey).

El quinteto de la muerte

Quinto y último largometraje de Alexander Mackendrick para los prolíficos estudios Ealing antes de partir a los Estados Unidos, en donde apenas firmaría cuatro largometrajes para dedicarse posteriormente a la docencia (de los cuales cabe destacar muy por encima de los otros dos la memorable Chantaje en Broadway y la que es para mí su indudable obra maestra, Viento en las velas), El quinteto de la muerte supone la culminación en clave de comedia (como lo es Viento en las velas

Ed Wood

De entre las muchas virtudes que encontramos en los grandes creadores de la historia del arte, talento y pasión son seguramente dos de las condiciones indispensables. Artistas con talento y sin pasión los hay a raudales: de ellos nos llegan las obras más academicistas, bajo formas de expresión acomodaticias y carentes del más mínimo riesgo.

El terror de las chicas

Tipificar los films de Jerry Lewis como “cómicos” es pernicioso: origina la ansiedad de la risa, que puede no aparecer, o hacerlo de manera forzada en el espectador. El estigma del personaje de Jerry Lewis como clown “idiota” (“cuando dirijo, hago de padre; cuando escribo, hago de hombre; cuando actúo, hago el idiota”) cultiva una mirada unidireccional hacia sus películas que consolida un imaginario colectivo desacertado del que se resiente su cine.

Nuestro hombre en La Habana

Tercera y última colaboración de Carol Reed con Graham Greene (tras El ídolo caído y El tercer hombre), autor también del guion de la película a partir de la novela homónima del escritor, Nuestro hombre en la Habana es un irónico retrato del mundo del espionaje (a partir de la experiencia del propio Green en el servicio de inteligencia británico durante la Segunda Guerra Mundial) que pone al descubierto el entramado de intereses y falsas apariencias que rige en muchos casos la actuación de sus dirigentes, auténticos burócratas interesados únicamente en preservar su privilegiada posición.

Atrapado en el tiempo

Es difícil encontrar en la última década del siglo pasado (no hablemos ya de lo que llevamos del nuevo) una película que entronque de manera tan directa con la comedia clásica de la época dorada de Hollywood como Groundhog Day. Recogiendo la imagen del título de su versión española, se diría que el cuarto largometraje de Harold Ramis (director con apenas una docena de títulos en su filmografía, ninguno de los restantes a la altura del que nos ocupa) es una obra felizmente atrapada en el tiempo, concretamente en el de los grandes títulos del screwball que dieron al género de la comedia su mejor y más fructífera etapa.

El cochecito

Llegado a España como representante comercial de los objetivos Totalscope (la versión italiana de los Cinemascope americanos), y después de rodar su ópera prima Los chicos (1959), Marco Ferreri conoce al escritor Rafael Azcona, con quien inmediatamente colabora para llevar a la pantalla dos de sus novelas: El Pisito (1959), y la presente El cochecito, ostentando el honor de inaugurar la filmografía del que habrá de ser uno de los más brillantes guionistas de la cinematografía española (“Escribo guiones porque me resulta más fácil que escribir novelas", confesó en

Iluminación íntima

Caso tristemente curioso, el de Ivan Passer, uno de los principales miembros de la nueva ola del cine checo, coguionista de las cuatro primeras películas de su colega Milos Forman, y que, después de debutar como director con esta espléndida Iluminación íntima, se exilia a los Estados Unidos (un año después de la invasión soviética y siguiendo los pasos de Forman, que había emprendido el mismo viaje poco antes) en donde proseguirá su carrera con más pena que gloria, rechazando diversos proyectos que no le convencían (como el de Yentl, por su reticencia a aceptar a Barbra St

Tú y yo

Revisión de la magnífica Love Affair, dirigida por el mismo McCarey en 1939, Tú y yo pertenece al selecto y reducido grupo de remakes que, partiendo de una obra ya de por sí memorable, logran superar el original para alcanzar la categoría de auténticas obras maestras del cinematógrafo.

Manhattan

“Una idea para una historia corta sobre gente de Manhattan, que está creando constantemente problemas reales, innecesarios, neuróticos para ellos mismos porque les evita tratar otros temas más insolubles, aterradores, sobre el universo”
 

El apartamento

“Yo escribo pensando en la cámara, pero sin pasarme. La película triunfa gracias a la historia, los personajes y los actores. No busco un movimiento de cámara original que no tenga que ver con la historia”
Billy Wilder
 

La escapada

En una de las escenas iniciales a bordo del Lancia Aurelia Sport, poco después de abandonar la desierta ciudad de Roma, el tunante Bruno (Vittorio Gassman) comenta con su copiloto, el pusilánime Roberto (Jean-Louis Trintignant), su gusto por las canciones que “de una cosa de nada hablan de todo, la soledad, la incomunicación o”, prosigue, ”eso que está de moda hoy, la alienación, como en las películas de Antonioni”, para acabar sentenciando “a mí El eclipse me hizo dormir ¡Qué director Antonioni!”.
 

El profesor chiflado

En su reseña sobre El terror de las chicas, Jordi Torras alude a la necesaria existencia de un universo personal y autónomo como condición indispensable para que un artista pueda establecer sinergias con  otros creadores. Unas sinergias que pueden surgir incluso fuera del mundo de las adaptaciones ya que, escribe Torras, “el medio para dialogar con Kafka (o Poe, o Walser) no es la adaptación sino la autonomía creativa.

Caro diario

Caro diario no es una película al uso. No es un relato de ficción, pero tampoco es cine documental. Caro diario es, como su título indica, un diario filmado. O, mejor dicho, fragmentos de un diario filmado. Tres episodios de un diario, acaso real, acaso ficticio. Tres vivencias, una asumida como personal desde la ficción cinematográfica (‘En vespa’), otra ficcionada a partir de sucesos, ideas y personajes de la vida real (‘Islas’), y la última recreada desde la propia experiencia vivida (‘Médicos’).

El moderno Sherlock Holmes

Que el de la comedia es un género muy serio es un hecho palpable desde los inicios del cinematógrafo, cuando los hermanos Lumière deciden pasar de sus primeras cintas documentales (tras la fundacional La salida de los obreros de la fábrica, 1985) al cine de ficción precisamente con un título de género cómico (El regador regado, 1895), si no la primera, sí la más popular entre las primeras películas de ficción de la historia del cine.
 

Luna nueva

“Todo esto ocurrió en le época oscura del periodismo, cuando un reportero a la caza de la noticia era capaz hasta de justificar el asesinato. Naturalmente lo que se ve en esta película no tiene ninguna relación con los periodistas de hoy. ¿Listos? Bueno, pues érase una vez…”
 

La gran guerra

El paso de unas botas militares sobre el barro, el rancho de comida en una enorme olla, un cuchillo cortando una hogaza de pan, una cantimplora llenándose de agua, unas manos que lían un cigarrillo con los restos de varias colillas, otras escribiendo una carta de despedida o zurciendo un botón...

Historias de Filadelfia

“Cuando la Metro Goldwyn Mayer compró los derechos de Historias de Filadelfia grabaron una de las funciones con la idea de descubrir dónde se producían las risas. Cuando la película estuvo terminada la comparamos con esa grabación y descubrimos que las risas se producían en otros momentos. En el teatro toda la comedia descansaba sobre la agudeza de Phil Barry, pero en el cine una gran parte era visual, se trataba de gestos, reacciones y cosas así. Por eso me gusta dejar que la comedia suceda en la pantalla”
George Cukor
 

Las tres noches de Eva

Resulta curioso constatar cómo las dos primeras grandes comedias de la no muy prolífica carrera de Preston Sturges como director (catorce largometrajes), Las tres noches de Eva y Los viajes de Sullivan (ambas de 1941), comparten un cierto tono melancólico que las aleja en cierta medida de los grandes títulos del screwball (incluidos los siguientes trabajos del propio Sturges, de ritmo y situaciones mucho más vertiginosas).

La quimera del oro

Cuando un personaje puede aparecer ataviado con su eterno atuendo en cualquier circunstancia y lugar sin que pongamos en cuestión la veracidad de su presencia es que ese personaje ha trascendido las reglas y convenciones de la ficción para convertirse en una figura icónica.

Al servicio de las damas

Al servicio de las damas arranca con una fabulosa secuencia de títulos de crédito en un movimiento panorámico en el que los nombres de los artistas van apareciendo en carteles luminosos de lujosos edificios hasta que la cámara llega a un majestuoso puente al pie del cual se ubica un vertedero habitado por indigentes y vagabundos (fotograma 1).

Un ladrón en la alcoba

Un ladrón en la alcoba se abre con el plano de un gondolero recogiendo la basura de los canales de Venecia, un arranque que explicita de manera inequívoca el terreno de juego de la película que prácticamente inauguró el fructífero género de la screwball comedy: bajo la apariencia de una comedia romántica, Lubitsch nos va a ofrecer uno de los más despiadados retratos de las clases altas de principios de los 30, justamente los años que siguieron al cataclismo económico acontecido a raíz del crack bursátil del 29.
 

El circo

Toda la vida seré un clown, nada más ni nada menos, lo que me sitúa a mucha más altura que cualquier político
Charles Chaplin
 

Playtime

En una de las primeras secuencias de Playtime vemos un plano con un grupo de turistas en primer término, a la derecha de la imagen. El grupo habla animosamente mientras un guía intenta hacerse seguir en dirección al autocar. De repente, un golpe seco llama la atención de los turistas (y del espectador) que callan de golpe y se vuelven para descubrir a M. Hulot, al fondo de la imagen, recogiendo su paraguas del suelo.

Las vacaciones de M. Hulot

"Lo que me divierte, es pensar lo que le debe estar diciendo a lo lejos un agente al automovilista que acaba de pasarse un semáforo en rojo. No es su diálogo lo que me hace reír, sino precisamente el hecho de no escuchar nada. Y si le añado diferentes pasajes de gente que se detiene, mira, escucha, con sus diversas reacciones, o que se ven obligados a dar un rodeo  para evitar el tumulto, son estas múltiples situaciones lo que me hace reír"
Jacques Tatí
 

La ley de la hospitalidad

Segundo largometraje (aquí en codirección con John G. Blystone) tras Las tres edades (también de 1923), La ley de la hospitalidad es la primera gran obra de Buster Keaton, un film de ritmo trepidante y repleto de ingeniosos gags que combinan una puesta en escena eficacísima con el habitual despliegue físico de su protagonista en muchas de sus secuencias (especialmente  en la parte final de la película).
 

Amarcord

La memoria en sí no es la clasificación inmutable de algo, es el recuerdo creado por uno mismo, siempre problemático y cambiante, de un hecho vivido emocionalmente. La memoria somos 'nosotros mismos' que cultivamos, 'incubamos', mimamos y transformamos algo que creemos que nos ha pasado de una cierta forma. No existe la memoria en tanto que fenómeno inmutable
Federico Fellini
 

Rufufú

Considerada unánimemente como la obra que inaugura de manera oficial la llamada commedia all'italiana, la idea de Il Soliti ignoti surge, según parece, de un relato de Italo Calvino (Furto in una pasticceria), aunque resulta indudable que el film toma igualmente como fuente de inspiración la magistral Rififi, de Jules Dassin.

Nacida ayer

Que el cine popular pasa por su época más aciaga es algo que se puede constatar quizá más que en ningún otro en el género de la comedia: no ya por el sonrojo que provoca acercarse a cualquiera de sus manifestaciones contemporáneas (destinadas casi exclusivamente a un público de mentalidad preadolescente) sino por la constatación de la falta de espíritu crítico de un género que, en su época de esplendor, se atrevió (o, más bien, se autoimpuso la necesidad) a cargar contra las más abominables figuras políticas del momento, empezando por el mismísimo Hitler, sin ir más lejos, para ofrecernos o

La pícara puritana

The Awful Truth fue inicialmente una obra teatral de Arthur Richman y ya antes de la adaptación de McCarey había dos filmes basados en ella: una versión silente de 1925 protagonizada por Warner Baxter, y una cinta de 1929 con Henry Daniell e Ina Claire, dirigida por Marshall Neilan. Harry Cohn tenía los derechos de esa última versión y le entregó el guion a Leo McCarey para que hiciera un remake.

Ser o no ser

En el cine de comedia están las grandes obras maestras y está To be or not to be, para quien esto escribe una de las más sublimes muestras que ha dado el género en los más de cien años de historia del séptimo arte: screwball, crítica política, comedia de enredo, guerra de sexos, representación, intriga bélica, cambios de identidad… todo ello aderezado con el inconfundible toque Lubitsch para ofrecernos una tan demoledora como oportuna sátira contra el nazismo.

Luces de la ciudad

En la magistral secuencia inicial de la que es posiblemente la mejor comedia romántica de la historia del cinematógrafo, Charles Chaplin nos ofrece una ristra de momentos a cual más lacerante en los que el sempiterno personaje del vagabundo hace saltar por los aires la solemne ceremonia de inauguración de un ostentoso monumento público: primero, apareciendo plácidamente dormido en el regazo de una de las figuras escultóricas al ser izada la lona que cubre el conjunto; y seguidamente, enganchándose sus pantalones en la espada de una segunda figura, para acabar depositando sus nalgas en pleno rostro de la misma, ante la indignación de las autoridades y público asistente.

El maquinista de La General

En su autobiografía, Buster Keaton insiste en presentarse a sí mismo no como un artista, sino como un mero cómico que buscaba entretener a su público. Pero es obvio alguien que no fuera más que un cómico no habría dirigido algunas de las mejores películas de la historia del cine, como es el caso de El Maquinista de la General, una obra que demuestra que por mucho que Keaton se viera a sí mismo como un artista de vodevil que se había trasladado al cine, en realidad era uno de los mejores directores de su época.