El extraño viaje

El plano inicial de El extraño viaje reúne algunos de los principales atractivos de esta modesta (en cuanto a producción) pero extraordinaria (por sus logros) película: tras los títulos de crédito sobre un recorrido por las portadas de distintas publicaciones de la época (La codorniz, El Caso, Life, El Alcázar, Hola,…), la cámara sigue en panorámica hasta una rústica pared de cal blanca en la que aparece súbitamente una mano sosteniendo un corsé, mientras escuchamos las quejas de una mujer por el robo de una prenda idéntica; la cámara retrocede hasta encuadrar al grupo de plañideras que rodean a la víctima (“¡Qué horror, hasta los ladrones se están corrompiendo!”), para iniciar un travelling de seguimiento del grupo de mujeres en su itinerario hacia la sala de baile de la pequeña población en la que se van a desarrollar la historia (fotograma 1). En una sola toma, Fernán Gómez consigue reflejar con ácido humor la idiosincrasia de una sociedad a caballo entre el costumbrismo más rancio y la tímida modernización de ciertos usos sociales que poco a poco iría irrumpiendo en la España de la última etapa de la dictadura, a la vez que da buena muestra de la sorprendente puesta en escena que va a dominar la película (plagada de efectivos movimientos de cámara que van de la descripción de caracteres, lugares y situaciones hasta momentos de puro suspense narrativo).
 
Escrita a partir de una idea que Luis García Berlanga tomó de un misterioso suceso del que dio cuenta el periódico El Caso en 1956 (el llamado “Crimen de Mazarrón”, título original de la película hasta que la censura obligó a cambiarlo haciendo caso de las quejas de las autoridades para proteger el turismo de la zona), El extraño viaje ha quedado ya (junto a las grandes obras de Berlanga y las aportaciones de Marco Ferreri) como uno de las más ácidos retratos de la España del tardofranquismo, hasta el punto de que la película fue apartada de la circulación por la censura nada más estrenarse, no pudiéndose volver a ver hasta seis años más tarde, en la década de los setenta. Y es que resulta imposible no ver en la trágica historia de Paquita (Rafaela Aparicio) y Venancio Vidal (Jesús Franco), un reflejo de la opresiva situación del momento en el que fue rodada la película: físicamente encerrados entre las paredes del viejo caserío familiar, los dos hermanos malviven bajo el yugo de su déspota hermana, Ignacia (Tota Alba), mostrando una actitud idiotizada que no es arriesgado interpretar como el implacable diagnóstico acerca del comportamiento de buena parte de la sociedad de la época.
 
Tras el arranque del film en la sala de baile (en donde se evidencia ya desde el principio el contraste entre la vieja y la nueva sociedad: ancianos con boina y mujeres con pañuelo observando, ellos con impudicia y ellas con reprobación, a la joven Angelines - Sara Lezana -  bailando provocativamente a ritmo de twist – fotograma 2), la acción se traslada al caserío de los hermanos Vidal, en donde Paquita y Venancio acuden en plena noche a la habitación de Ignacia, alarmados por los extraños ruidos que escuchan en la vivienda (la puesta en escena es aquí todo un alarde del mejor suspense narrativo: lentos travellings subjetivos a lo largo de oscuros  pasillos, puertas entreabiertas, ventanas chirriando bajo la tormenta… hasta un evidente homenaje a los pájaros disecados de Psicosis, en el plano de los dos atemorizados hermanos ante la alcoba de Ignacia – fotograma 3). Tras entrever la misteriosa figura de un extraño en la habitación de Ignacia y, sobretodo, al escuchar las amenazantes palabras de ésta al otro lado de la puerta (“en cuanto lleguemos a Cabo de Palos nos desharemos de estos dos imbéciles”), los dos hermanos deciden pasar las noches haciendo guardia para prevenir cualquier acción de Ignacia contra ellos.
 
Paralelamente, la película nos muestra la relación de Fernando (Carlos Larrañaga), el joven cantante de la orquesta de baile, con Beatriz (Lina Canalejas), una cándida dependienta incapaz de sospechar sobre las reales intenciones del músico (que llega a inventarse la existencia de un hermano paralítico para evitar comprometerse en matrimonio con la joven). La acción tomará un dramático punto de inflexión una noche en la que, tras sorprender a Ignacia extrañamente engalanada, y ante la violenta reacción de ésta contra Paquita, Venancio golpea a su pérfida hermana con un jarrón provocando su muerte instantánea. Después de arrojar el cadáver en una de las tinajas de vino de la vivienda (lo que dará lugar a uno de los momentos de humor negro más hilarantes de la historia del cine español), los dos hermanos se ausentan del pueblo y su misteriosa desaparición no será resuelta hasta que, pocos días después, serán hallados sus cuerpos sin vida en una solitaria playa del Cabo de Palos (fotograma 4 - justamente el suceso real que habría inspirado el guion de la película).
 
Este enrevesado argumento nos es mostrado a través de un guion que se construye como un fabuloso mecanismo de relojería, en el que los misteriosos acontecimientos que se van desgranando hasta el dramático final (desvelado a la mitad del film), se resolverán finalmente gracias a la confesión de Fernando que veremos en forma de un largo flashback que irá dando respuesta a todos los interrogantes planteados: la misteriosa silueta en la mecedora (en realidad, la de Fernando, amante secreto de Paquita); la irrupción del propio Fernando en el momento del fratricidio (y su colaboración para deshacerse del cadáver de Ignacia) y en plena celebración de Paquita y Venancio (travestido como Ignacia, en un nuevo guiño al personaje de Norman Bates en Psicosis – fotograma 5); y el trágico desenlace en la playa, con los dos hermanos perdiendo la vida a manos de Fernando después de un infortunado e inconsciente brindis al sol.
 
David Vericat
© cinema esencial (febrero 2016)