Título Original: Intimni osvetleni / Año: 1965 / País: Checoslovaquia / Productora: Ceskoslovenský Státní Film / Duración: 71 min. / Formato: BN - 1.37:1
Guión: Jaroslav Papousek, Ivan Passer, Václav Sasek / Fotografía: Miroslav Ondrícek, Josef Strecha / Música: Josef Hart, Oldrich Korte
Intérpretes: Zdenek Bezusek, Karel Blazek, Miroslav Cvrk, Vera Kresadlová, Dagmar Redinová, Jaroslava Stedra, Karel Uhlík, Vlastimila Vlková, Jan Vostrcil
Fecha de estreno: 08/04/1965
Caso tristemente curioso, el de Ivan Passer, uno de los principales miembros de la nueva ola del cine checo, coguionista de las cuatro primeras películas de su colega Milos Forman, y que, después de debutar como director con esta espléndida Iluminación íntima, se exilia a los Estados Unidos (un año después de la invasión soviética y siguiendo los pasos de Forman, que había emprendido el mismo viaje poco antes) en donde proseguirá su carrera con más pena que gloria, rechazando diversos proyectos que no le convencían (como el de Yentl, por su reticencia a aceptar a Barbra Streisand, a la que consideraba demasiado mayor y famosa para el papel protagonista – y que acabó dirigiendo la película) y aceptando otros que nunca le permitieron brillar a la altura de la que fue su única película rodada en su país natal. Alejado de cualquier tipo de reconocimiento público, Passer combinó su trabajo como director con la docencia en la Universidad de California y murió en enero de 2010, a la edad de 86 años, con la misma discreción con la que vivió.
Conviene, por lo expuesto, reivindicar la obra que nos ocupa, tan aparentemente modesta en sus pretensiones como luminosa en sus logros; ópera prima que apunta lo que hubiera podido ser una valiosa filmografía y que ha quedado finalmente como el único destello de un autor que nunca pudo volver a mostrar su verdadero talento.
La historia es tan sencilla que se puede explicar en apenas un par de líneas. De hecho, no es una película de argumento, sino de situación: la de la visita de un joven músico de la orquesta sinfónica nacional, acompañado de su novia, a un viejo amigo, también músico, que vive en un pequeño pueblo de provincias, para participar como solista en un concierto de la orquesta de la localidad.
Con esta premisa, lo que hace de Iluminación íntima una obra especialmente estimable es el trazo impresionista con que Passer recrea el reencuentro de los dos protagonistas, usando como telón de fondo el marco familiar que configura el escenario de este reencuentro, lo que dará lugar a una sucesión de escenas que, retomando el símil pictórico, se presentan como lienzos que describen con delicadeza, ironía y un punto de ternura las situaciones que acontecen durante los dos días de visita de Peter (Zdenek Bezusek) y Stepa (Vera Kresadlová, esposa en la vida real de Milos Forman) a la familia de Bambas (Karel Blazek).
Baste citar una escena (sin lugar a dudas, de las mejores de la película) como ejemplo del tono que Passer imprime a la película: me refiero, por supuesto, a la de los cuatro músicos (Peter, Bambas, el padre de éste - Jan Vostrcil – y el viejo farmacéutico - Karel Uhlík) reunidos para interpretar la Pequeña Serenata Nocturna (fotograma 1). Hay, por supuesto, mil mejores interpretaciones de la célebre pieza de Mozart, pero probablemente ninguna tan deliciosa como la de este cuarteto tocando en una pequeña habitación por la que transitan sin ningún apuro las mujeres de la casa mientras Bambas, que lleva la voz cantante de la formación, no para de regañar a su padre por cualquier nota a destiempo (“Abuelo, ¡afloja!”), provocando la rabieta de éste (“¿Qué quieres? ¡Con estas articulaciones!”), que no tiene ningún reparo en dejar de tocar por un momento para mostrar ostensiblemente sus manos, ante la actitud concentrada del viejo farmacéutico y la mirada a la vez curiosa y circunspecta de Peter.
Toda la película está plagada de pequeños gestos y momentos, a modo de precisas pinceladas (difícil no caer de nuevo en la referencia a la pintura) que describen el carácter de los miembros de la familia de Bambas, así como el de la pareja de visitantes: Bambas y su padre, esperando fuera del cementerio para acompañar con su música la ceremonia fúnebre de un lugareño (“La diversión es diferente en cada sitio. Pero la tristeza es igual en todas partes. Por algo se dice que con una canción triste se recorre el mundo entero” - fotograma 2); la bella Stepa observada con sorna e indisimulada curiosidad por las mujeres del pueblo, o dejándose cortejar divertida por un joven discapacitado que la aborda sin ningún complejo (fotograma 3); la abuela (Vlastimila Vlková) haciendo unos pases gimnásticos, rememorando su juventud como acróbata en un circo (“Ahora me balanceo un poco” - fotograma 4), o recibiendo un masaje de su nuera; Stepa, dando por cerrada una discusión con Peter (disgustada porque éste la abandona en plena noche para ir a conversar con su amigo Bambas) con un divertido lengüetazo antes de cerrar la luz de la habitación; Bambas explicando con serena elocuencia a Peter su afición por la pesca como única vía de escape a su rutina diaria (“En esta casa lo sé todo, incluso cuando el abuelo caga. Pero en el agua, todo es una aventura”); los dos amigos escuchando divertidos (y completamente borrachos) los distintos ronquidos del resto de habitantes de la casa; o el momento del desayuno en la terraza, con el despertador sonando ruidosamente cuando ya todos los comensales están sentados a la mesa (“Se retrasa una hora, a veces dos, depende del tiempo. Pero lo tengo hace veinticinco años y no puedo dormirme sin darle cuerda”). Escenas que Passer recrea con una puesta en escena tan sencilla como efectiva, no desprovista de un nada ampuloso virtuosismo técnico que queda reflejado ya en el magnífico arranque de la película: después de asistir a un ensayo de la orquesta de la localidad (que está preparando el concierto en el que ha de participar Peter), la cámara realiza una panorámica de izquierda a derecha sobre los músicos tocando que enlaza con una nueva panorámica en la que vemos a Peter subiendo al tren para, sin solución de continuidad, enlazar de nuevo con otro plano con el mismo movimiento panorámico en el que le vemos descender del vagón junto a Stepa para encontrarse con Bambas. Un excelente recurso técnico para enlazar tiempos y acciones y que nos remite a la imagen de la lectura de un pentagrama (las notas apareciendo de izquierda a derecha), avanzándonos la omnipresencia de la música a lo largo de toda la película.
Momentos de una plenitud serena y optimista, que Passer filma con una felicidad contagiosa y que culminan con el divertidísimo y bello plano final, con los comensales inmóviles (ahora sí, personajes de un luminoso cuadro impresionista - fotograma 5) a la espera de poder degustar las delicias de un ponche “algo espeso”.
David Vericat
© cinema esencial (febreo 2020)