Título Original: The Roaring Twenties / Año: 1939 / País: Estados Unidos / Productora: Warner Bros. Pictures. / Duración: 104 min. / Formato: B/N - 1.37:1
Guión: Jerry Wald, Richard Macaulay, Robert Rossen / Fotografía: Ernest Haller / Música: Heinz Roemheld
Reparto: James Cagney, Priscilla Lane, Humphrey Bogart, Gladys George, Jeffrey Lynn, Frank McHugh, Paul Kelly, Elisabeth Risdon, Edward Keane, Joe Sawyer, Joseph Crehan, George Meeker, John Hamilton, Robert Elliott, Eddy Chandler, Abner Biberman, Vera Lewis
Fecha de estreno: 28/10/1939 (USA)
Además de un extraordinario film de género negro, Los violentos años veinte es una magnífica crónica de una de las décadas más convulsas de la historia de los Estados Unidos, la que abarca el período entre el fin de la primera guerra mundial hasta el fatídico crack del 29, marcada claramente por la instauración de la ley seca y el auge de las bandas mafiosas que ésta trajo consigo (una cualidad, la de erigirse como fiel reflejo de un período y lugar determinados, muy característica de un género que, gracias a su capacidad transgresora, supo mostrar el lado más oscuro de la sociedad de su época).
Al ritmo de la contundente narración de Walsh, asistiremos al auge y caída de Eddie Bartlett (James Cagney), un veterano de guerra que, tras el fin de la contienda, se verá abocado a la clandestinidad después de intentar en vano reincorporarse a la vida civil. Y es que, a diferencia del protagonista de la posterior Al rojo vivo (el villano Cody Jarrett, también magistralmente encarnado por el mismo James Cagney), un ser amoral cuyo comportamiento no admitirá ningún atenuante, Bartlett es aquí un personaje fatalmente condicionado por la adversidad de las circunstancias y por su incorruptible sentido de la lealtad (la comparación entre los dos antihéroes walshianos daría para todo un tratado sobre el desesperanzado diagnóstico del director acerca de la evolución moral de la sociedad norteamericana entre las dos décadas que separan uno y otro film).
Tras una secuencia prólogo en la que asistimos al encuentro del protagonista con Hally (Humphrey Bogart) y Lloyd (Jeffrey Lynn), en una trinchera en el frente europeo poco antes del armisticio (y en la que quedarán patentes las distintas personalidades de los tres personajes – fotograma 1), el film nos muestra el regreso de Barlett al finalizar la guerra y su infructuosa búsqueda de trabajo, hasta acabar aceptando el turno de noche en el taxi de su colega Danny (Frank McHugh). A causa de un malentendido, y por culpa de su personal concepto de lealtad que le impide denunciar a la encargada de un local clandestino, Panama Smith (Gladys George), Barlett acabará en prisión cuando es sorprendido en plena entrega de unas botellas de licor. Y justamente por ese mismo sentido de lealtad, el protagonista empezará a trabajar como contrabandista al servicio de Panama cuando ésta paga su fianza para sacarle de la cárcel.
A partir de este momento, Barlett empieza a hacerse un lugar en el negocio clandestino del alcohol hasta el punto de empezar a producir el mismo su propia mercancía (magnífica la secuencia en la que Walsh nos muestra al protagonista mezclando el licor en su bañera, para hacer seguidamente una panorámica hasta las botellas falsíficadas, y pasar por corte a la imagen de un par de consumidores jactándose de la buena calidad del brebaje de Barlett) y, poco después, enfrentarse a uno de los capos del negocio, Nick Brown (Paul Kelly), al que acabará robándole su mercancía para lograr dominar el contrabando de la ciudad (otro momento memorable: Barlett, abstemio, comprueba la calidad del producto que acaba de robar oliendo el licor que vierte y frota sobre sus manos – fotograma 2; una espléndida muestra de cómo conferir autenticidad a la historia y los personajes a través de pequeños gestos).
“Ahora la ley seca ya es parte de la vida americana, igual que el incumplimiento de la misma. Los universitarios, e incluso los estudiantes de secundaria que nunca habían bebido antes, descubren que pueden comprar licores fuertes con la mayor facilidad. La petaca es parte integral del panorama nacional, en los partidos de futbol, en los coches…”. La crónica de la voz en off describiendo las consecuencias de la prohibición en la vida del país no puede ser más certera (ni más vigente, si pensamos en la situación actual con el problema del narcotráfico), así como la visión crítica de una sociedad acomodaticia, cuando no corrupta, que cerraba hipócritamente los ojos si con ello podía sacar un beneficio. Esto queda claramente reflejado en la actitud de personajes como Lloyd, que logrará convertirse en fiscal del estado después de ascender como abogado al servicio de Barlett (Walsh, implacable, muestra al joven abogado aceptando calladamente el dinero de Barlett justo después de recriminarle su conducta delictiva), o de forma aún más dramática en el personaje de Jean (Priscilla Lane), que mantiene un secreto idilio con Lloyd mientras se deja agasajar por el enamorado Barlett, después de que éste le haya conseguido un trabajo como cantante en su propio club (“¡Cierra el pico! Yo me fío de mis amigos”, le espeta el leal Barlett a Hally cuando éste le insinúa la relación entre Lloyd y Jane).
Será justamente a partir del momento en que Barlett vea traicionada su lealtad con los personajes de su entorno más cercano, cuando se inicie la inevitable caída del protagonista. Primero, por parte de Hally, previniendo en secreto al mafioso Brown cuando Barlett sale en su búsqueda para vengar el asesinato de Danny (lo que dará lugar a la espléndida secuencia del tiroteo en el local de Brown), y seguidamente, a su regreso del enfrentamiento con Brown, cuando Barlett descubre finalmente la relación de Jane con Lloyd en otra magnífica secuencia: la cámara sigue al protagonista caminando decididamente al encuentro de la pareja; cuando llega a su altura, Barlett le propina un puñetazo a Lloyd para, seguidamente, darse la vuelta y emprender el camino de regreso hacia la entrada de su local. Un primer movimiento, de izquierda a derecha, al encuentro de sus seres queridos que se contrapone al inmediato movimiento en sentido contrario, de regreso al abismo, y que tendrá su dramática contrarréplica en la antológica secuencia final cuando, tras acabar con el traidor Hally, Barlett avanza herido de muerte (de nuevo en el movimiento liberador de izquierda a derecha ) hasta acabar postrado en brazos de la fiel Panama, en la célebre imagen con la que Walsh nos ofrece una bella y emocionante recreación de La Pietà (fotograma 3).
No quiero cerrar esta reseña sin mencionar un último momento sublime, justo antes del fatídico desenlace del film: caído definitivamente en desgracia y convertido en un pobre borracho, Barlett escucha embelesado en el viejo piano de un miserable local la melodía de Melancholy Baby, la primera canción que cantó Jean en su local (fotograma 4). La mirada perdida de Cagney recordando a su amada es, para quien esto escribe, una de las más bellas y tristes imágenes del amor frustrado que nos ha ofrecido el cinematógrafo.
David Vericat
© cinema esencial (mayo 2014)