Alexander Nevsky
"Es a partir de elementos estáticos, de datos imaginarios y de su yuxtaposición, como nace una emoción surgida dinámicamente"
Serguei M. Eisenstein
"Es a partir de elementos estáticos, de datos imaginarios y de su yuxtaposición, como nace una emoción surgida dinámicamente"
Serguei M. Eisenstein
No he leído la novela homónima de Ernest Hemingway en la que se basa Adiós a las armas y, por tanto, no puedo juzgar la fidelidad de la adaptación de Borzage de la mano de sus guionistas Benjamin Glazer y Oliver H.P.
Desde sus orígenes, y conforme al mismo proceso lógico por el que ha dado acogida a todo fenómeno humano de calado, el cine ha volcado su mirada sobre la guerra, y lo ha hecho con multiplicidad de enfoques y perspectivas, tantos como el perfil de los creadores que han proyectado dicha mirada.
En el plano inicial de Sin novedad en el frente vemos un destacamento del ejército alemán desfilando por la calle principal de una población desde el interior de una vivienda; seguidamente, la misma escena nos es mostrada a través de los ventanales de una escuela, mientras escuchamos a un viejo profesor arengando a sus estudiantes sobre la necesidad de ir a combatir en el frente de guerra (“Dulce y apropiado es morir por la patria”). La guerra es vista como un espectáculo glorioso desde la seguridad de los edificios en la retaguardia y los jóvenes, contagiados por el exaltado discurso del profesor, salen de la escuela para dirigirse eufóricos al centro de alistamiento. Es el triunfo de lo bélico sobre la vida civil, materializado en la imagen del aula vacía mientras en el exterior la multitud vitorea a los soldados
¿Se puede admirar un film con un discurso abiertamente racista, en el que la mayor parte de los negros son presentados como seres ociosos e ignorantes, cuando no directamente como mezquinos y delincuentes, y cuyos héroes son nada más y nada menos que los fundadores del Ku Klux Klan?
El paso de unas botas militares sobre el barro, el rancho de comida en una enorme olla, un cuchillo cortando una hogaza de pan, una cantimplora llenándose de agua, unas manos que lían un cigarrillo con los restos de varias colillas, otras escribiendo una carta de despedida o zurciendo un botón...
Frente de Filipinas, en el ocaso de la Segunda Guerra Mundial. El ejército japonés se bate en retirada ante el avance de las tropas norteamericanas. La agónica situación de las fuerzas niponas toma forma en la figura del soldado Tamura (Eiji Funakoshi), un combatiente enfermo de tuberculosis obligado a vagar por un territorio devastado por la violencia al no ser aceptado ni en su propio destacamento ni en el precario hospital militar de la zona.
Segundo largometraje (aquí en codirección con John G. Blystone) tras Las tres edades (también de 1923), La ley de la hospitalidad es la primera gran obra de Buster Keaton, un film de ritmo trepidante y repleto de ingeniosos gags que combinan una puesta en escena eficacísima con el habitual despliegue físico de su protagonista en muchas de sus secuencias (especialmente en la parte final de la película).
1 de Junio de 1995. El jurado del Festival de Cannes, presidido por la actriz Jeanne Moureau, anuncia la Palma de Oro para Undeground (la segunda de Emir Kusturica, tras la obtenida con Papá está en viaje de negocios en 1989). Al día siguiente, el filósofo Alain Finkielkraut arremete en un artículo en Le Monde contra la decisión del jurado acusándole de reconocer a un “ilustrador servil lleno de estereotipos criminales y clichés”, y promocionando así “la versión más falsa, posmoderna y americanizada de la propaganda serbia filmada en Belgrado”.
Salvar al soldado Ryan no alcanza a ser una obra maestra, pero es, ante todo, una mirada sensible, valiente y muy dura sobre un tema inagotable y todavía vigente, traído a nosotros con impecable factura, dignidad y gran oficio narrativo por un hombre cuyo talento como auténtico director sólo es superado por sus abrumadores ingresos como empresario.