Nanook, el esquimal
“Esta historia se refiere a la vida de un tal Nanook (el oso), su familia y un pequeño grupo de seguidores, los ‘Itivimuits’ de Hopewell Sound, Ungava del Norte. Gracias a su amabilidad, fe y paciencia se hizo esta película”
“Esta historia se refiere a la vida de un tal Nanook (el oso), su familia y un pequeño grupo de seguidores, los ‘Itivimuits’ de Hopewell Sound, Ungava del Norte. Gracias a su amabilidad, fe y paciencia se hizo esta película”
Resulta cuando menos insólito que una obra como La brujería a través de los tiempos sea la película más cara de la historia del cine mudo escandinavo (producido por Svensk Film, el filme tuvo un coste final de cerca de dos millones de coronas), no tanto por su temática sino, sobre todo, por el formato propuesto por su director, Benjamin Christensen, abordando el tema de la brujería desde una visión muy próxima al cine documental.
El cine documental puede dividirse de forma muy genérica en tres grandes variantes en función del origen de las imágenes con las que se construye una película: 1) aquél que se basa en material rodado expresamente para tratar un tema determinado; 2) el que se construye a partir de material fílmico previamente rodado; y 3) el que combina ambos tipos de materiales.
La historia de Ramon Mercader, el hombre que mató a León Trotski, es sin lugar a dudas una de las más increíbles y rocambolescas del siglo XX. La crónica de un hombre, manipulado por un régimen y dominado por una madre posesiva hasta la asfixia, a la conquista de una quimera.
Que el del cinematógrafo es un arte total, capaz de incluir las manifestaciones más diversas en cuanto a su estructura formal y narrativa, lo corrobora figuras como la de Jonas Mekas, cineasta que encaminó su obra esencial por sendas completamente al margen de la industria, sirviéndose prácticamente en su totalidad de filmaciones domésticas que se materializan en forma de diario personal en lo que bien podrían ser los episodios de una extensísima y única película vital que conforma el corpus de su filmografía.
Diez años después de la liberación del campo de concentración de Auschwitz, el 27 de enero de 1945, Alain Resnais regresa al escenario del horror para intentar captar los vestigios de uno de los episodios de mayor ignominia de la historia contemporánea. “Incluso un paisaje tranquilo, incluso una pradera con cuervos volando (…) puede convertirse en un campo de concentración”.
Cuenta la leyenda que una fría tarde de enero de 1896, en una de las primeras sesiones cinematográficas de los hermanos Lumière en la oscura sala de un café parisino, el público se levantó aterrorizado de sus sillas ante la visión de una enorme locomotora aproximándose de manera inexorable hasta los límites de la pantalla. Mito o realidad, lo cierto es que el impacto que debió producir la imagen del monstruo ferroviario llegando a la estación de La Ciotat a los ojos de un público cinematográficamente virginal hubo de ser considerable.