La voz de la montaña

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La voz de la montaña
Director:
Mikio Naruse

Título Original: Yama no oto / Año: 1954 / País: Japón / Productora: Toho / Duración: 94 min. / Formato: B/N - 1.37:1
Guión: Yasunari Kawabata / Fotografía: Masao Tamai / Música: Ichiro Saito
Reparto: Setsuko Hara, Yôko Sugi, Ken Uehara, Sô Yamamura, Chieko Nakakita, Teruko Nagaoka
Fecha estreno: 15/01/1954 (Japón)

A poco que cualquier cinéfilo se proponga la grata tarea de adentrarse en la vasta filmografía de Mikio Naruse (noventa y dos títulos entre 1930 y 1967), se hace del todo evidente la necesidad de reivindicar su nombre como uno de los grandes autores del cine japonés (lo que es lo mismo que decir de la historia del cine en general), merecedor sin duda alguna de un puesto junto a los incontestables Mizoguchi, Ozu y Kurosawa, y hoy en día tristemente olvidado por buena parte de los aficionados (¡y cuántos otros que probablemente reúnen méritos parecidos permanecerán todavía hoy también injustamente en el olvido!). Baste como ejemplo de la situación descrita la noticia del reciente fallecimiento de la actriz Setsuko Hara, en septiembre de 2015, aclamada unánimemente como musa de Yasujiro Ozu (para quien actuó en seis películas) al tiempo que se ignoraba de forma igualmente generalizada su participación en hasta cinco obras de Naruse, entre las que cabe destacar esta excepcional La voz de la montaña, tercera colaboración de la actriz con el director, que guarda justamente no pocos puntos en común (si no tanto formales, sí temáticos) con una de las grandes obras maestras de Ozu protagonizada por la propia Setsuko Hara, Primavera tardía (1949).
 
Ciertamente, resulta inevitable no establecer ciertos paralelismos entre el personaje de Noriko, la abnegada hija que se niega a contraer matrimonio para permanecer al cuidado de su padre viudo en Primavera tardía, con el de la desdeñada esposa Kikuko (Setsuko Hara) de La voz de la montaña, aquí incapaz de abandonar a su indigno marido, Shuichi (Ken Uehara), para no alejarse de su suegro, Shingo Ogata (Sô Yamamura), con quien la protagonista mantiene una relación que trasciende a la que se correspondería entre suegro y nuera para, como veremos a lo largo de la película, llegar incluso un poco más allá de la puramente paterno-filial, hasta dejar entrever una velada y comprometida historia de amor que sitúa al film de Naruse como uno de los más singulares y arriesgados dramas románticos que se han plasmado jamás en una pantalla de cine.
 
Y a pesar de su audaz planteamiento, el film no cae en ningún momento en la estridencia; antes al contrario, la grandeza de la película estriba precisamente en cómo Naruse llena la puesta en escena de pequeños detalles que conducen irremisiblemente a la comprometida situación entre Kikuko y Ogata: el primer encuentro entre ambos personajes, durante el regreso de Ogata de su oficina, con un apacible travelling en retroceso siguiendo el trayecto de la pareja (fotograma 1); las miradas de reproche de Ogata a su hijo Shuichi ante el denigrante trato de éste hacia Kikuko; de frustración frente a la actitud mezquina de su hija Fusako (Chieko Nakakita), constantemente celosa por el trato de favor del padre a la mujer de su hermano (viendo Ogata en Kikuko a la clase de hija que siempre deseó y no pudo conseguir); de resignación hacia su relación con su propia esposa, Yasuko (Teruko Nagaoka), que en un momento de la película recuerda ante el propio Ogata que en realidad él hubiera querido casarse con su hermana, fallecida cuando era joven; la secuencia en la que Ogata recibe de un viejo amigo una máscara que inevitablemente le recuerda al rostro de Kikuko (fotograma 2); o la escena en que la amante de Shuichi justifica las razones del comportamiento de su hijo, ante el estupor del propio Ogata (“Los tiempos han cambiado, una chica tímida ya no atrae a los hombres”); son momentos que llevan al espectador, casi sin percatarse de ello, (igual que les sucede a Kikuko y Ogata), hasta la revelación de los complejos sentimientos que acaban inundando a los dos protagonistas y que dará lugar a la que es para mí una de las más hermosas y dramáticas secuencias de amor jamás filmadas cuando, después de pasar unos días alejada de Shuichi, Kikuko se cita con Ogata en un parque de la ciudad.
 
Un encuentro que Naruse filma como si de la ruptura definitiva entre dos amantes se tratara: con los dos personajes paseando entre parejas de enamorados, hablando al principio de temas triviales hasta que Kikuko reúne fuerzas para expresar entre sollozos su voluntad de abandonar finalmente a Shuichi (lo que significa en realidad alejarse definitivamente de Ogata – fotograma 3), lo que provocará la tímida reacción del anciano (“Te quiere, pero escogió el camino equivocado antes de darse cuenta de su amor”, esgrime Ogata ante Kikuko sin poder evitar dar la sensación de hablar de sí mismo), antes de resignarse finalmente a perder para siempre la compañía de la bella Kikuko (“¿Me escribirás? Sólo para decirme que estás bien”) mientras vemos a la pareja alejándose hacia la salida del parque.
 
David Vericat
© cinema esencial (febrero 2016)

Comentarios

me encanta

A lo mejor peco de candidez, pero, en mi caso, no percibo la relación entre suegro y nuera como un amor que no sale a la luz. Me parecece más bien una complicidad muy intensa que uno percibe que tiene con alguien con quien sin embargo no hay lugar para el amor romántico o sensual. Yo he sentido esto alguna vez -no con mi suegra- y me ha constado poco empatizar con las miradas, los pensamientos (autosilenciados) y las reacciones de Kikuko y Ogata San. Tengo pendiente ganarle horas a la vida para leer la novela, y ver cómo se plantea la relación entre ambos en ella. En cualquier caso una reseña muy certera y bien traída de una película excepcional, emocionante y profunda como muy pocas. Gracias

Como ya hemos comentado en alguna otra ocasión, esta es la grandeza de los clásicos: la de ofrecer múltiples interpretaciones no necesariamente contradictorias, siempre enriquecedoras. Un saludo y muchas gracias por el comentario!

Pues yo no conocía a Naruse, me recordó a Ozu en ciertos aspectos. Llegué a la película por admiración a Setsuko Hara, y me encontré con una gran película y un director para descubrir.

Maravillosa,preciosa película! Estoy fascinada ! Sí percibí los sentimientos de amor de Kikuko por su suegro y su consciencia acerca de ello, y el gran cariño que éste siente por ella,que,me parece a mí, sin ser absolutamente romántico ,sí se convierte en algo necesario,imprescindible,y vital para ambos. . . Amo esta película!

Muchas gracias por tu comentario, Lucy!

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