Título Original: Gertrud / Año: 1964 / País: Dinamarca / Productora: Palladium Film / Duración: 116 min. / Formato: BN - 1.66:1
Guión: Carl Theodor Dreyer (Obra: Hjalmar Soderberg) / Fotografía: Henning Bendtsen / Música: Jorgen Jersild
Reparto: Nina Pens Rode, Bendt Rothe, Ebbe Rode, Baard Owe, Anna Malberg, Axel Strobye
Fecha estreno: 19/12/1964 (Francia) / 01/01/1965 (Dinamarca)
“El hombre con quien yo esté debe darse enteramente a mi”
Totalitaria del amor, Gertrud Kanning (Nina Pens Rode) decide romper su matrimonio con su marido, Gustav Kanning (Bendt Rothe), después de constatar la imposibilidad de verse correspondida en su intransigente concepción del amor absoluto. “El trabajo no debe desterrar a la mujer de sus pensamientos”, le reprocha a su marido como fría respuesta a la noticia de su inminente nombramiento como ministro (antes, Gertrud ya se ha permitido una sarcástica réplica a la pregunta que con orgullo le ha hecho Gustav para anunciarle la buena nueva: “¿Te gustaría ser la mujer de un ministro?”; “Depende de con qué ministro me quieras casar”).
Dreyer filma esta larga primera secuencia entre el matrimonio Kanning como si asistiéramos a una coreografía de autómatas que desemboca en sucesivas posturas hieráticas y en la que las miradas de ambos personajes raras veces convergen (fotograma 1). Es una puesta en escena aparentemente sencilla pero que encierra un sinfín de ideas visuales mediante las cuales el autor plasma con extrema elegancia los sentimientos, miedos y anhelos de los personajes: las sucesivas imágenes de Gertrud en relación a la puerta que da acceso al salón donde se encuentra Gustav (deteniéndose antes de cruzarla en su primera aparición, con la imagen de la misma al fondo en el momento en el que ella le dice que no quiere seguir siendo su esposa, o apoyada en el dintel justo antes de abandonar la estancia después de confirmar la ruptura – fotogramas 2, 3 y 4), expresando a cada momento la idea del mundo soñado por la protagonista más allá de las frías paredes del apartamento de los Kanning; las diferentes ubicaciones de los dos personajes, alternativamente uno por encima del otro, estableciendo las características diagonales con las que Dreyer marca las cambiantes posiciones de poder entre ambos; el plano de Gustav sentado junto a su madre (Anna Malberg) con Gertrud relegada a un segundo término (relegada ya no sólo por el trabajo, sino también en su entorno familiar); y, por supuesto, la célebre imagen de la protagonista contemplando embelesada el reflejo de su pasado (fotograma 5) en el espejo que le había regalado su antiguo amante, el poeta Gabriel Lidman (Ebbe Rode), interrumpida súbitamente por la aparición de Gustav, que se interpone entre ella y su imagen reflejada (que queda ya en el fuera de campo por medio de un ligero movimiento de cámara para re-encuadrar a la pareja).
Como contrapunto a esta primera secuencia, la siguiente se inicia con un elocuente travelling lateral siguiendo el decidido desplazamiento de Gertrud al encuentro de su joven amante, el pianista Erland Jansson (Baard Owe). Al contrario de la escena inicial, aquí los movimientos de la protagonista parecen impulsados por el deseo, y su mirada busca constantemente la de su amado. Sin embargo, la desapasionada respuesta de Erland a la exigencia de Gertrud (“¿Me amas? ¡Quiero que lo digas!”) provoca el inmediato alejamiento de ésta, obligando al joven a ir de nuevo a su encuentro. Ésta y una posterior escena ubicada en el mismo lugar serán las dos únicas secuencias exteriores de toda la película, y el escenario (un romántico jardín presidido por la escultura clásica de una joven desnuda – fotograma 6) sugiere la idea de un amor idealizado (y por lo tanto, inalcanzable) al que se aboca el pensamiento de la protagonista, y que contrasta con la penumbra que domina el apartamento de Erland, adonde la pareja de amantes llegan para consumar físicamente su amor. “La vida es una larga cadena de sueños”, sentencia Gertrud antes de convertirse ella misma en la imagen de un sueño del que apenas vemos la sombra de su silueta al desnudarse reflejada en la pared de la habitación (fotograma 7).
El reencuentro con su primer amante, Gabriel Lidman, durante una anquilosada ceremonia de homenaje al “poeta del amor”, hará estallar el sueño en pedazos: “Siempre supe que era una locura, pero tenía tan poco que perder. Mi vida era tan solitaria y vacía”, se resigna la protagonista al conocer la traición de Erland por boca de Gabriel (testigo de las correrías nocturnas del joven músico). La heroína de Dreyer no sólo es osada, es también una mujer adelantada a su tiempo: “Prefiero escoger a mis hombres yo misma”, le espeta poco antes a su admirador Axel Nygren (Axel Strøbye) durante una conversación sobre el libre albedrío. Y cuando éste le hace hincapié en el número del objeto de su afirmación (“¿En plural?”) ella responde escueta y taxativa (“SÍ”).
Rota cualquier posibilidad de alcanzar el amor absoluto, Gertrud se convierte ella misma en un espectro. Una imagen que Gabriel observa reflejada en el espejo (su silueta ya cubierta por un vestido absolutamente negro) y que acabará alejándose para desaparecer definitivamente, engullida por las fauces del pasado (fotograma 8). “Para mí solo queda la soledad”, arguye Gertrud ante el vano ruego de Gabriel para volver a intentarlo. La misma respuesta que le dará seguidamente a Gustav, justo antes de cruzar el dintel de la puerta para abandonar definitivamente a su marido (“Me marcho sola. El nuevo amor no me quiere”).
Dreyer cierra la que será su última película con un hermoso y elocuente epílogo en el que vemos a una Gertrud ya anciana (un más que probable alter ego del director) recluida en su apartamento en París. Ante la visita del fiel Axel, la protagonista relee las tres estrofas de un poema escrito durante la adolescencia:
Mírame, si quieres
¿soy bella?
No, pero he amado.
Mírame, si quieres
¿soy joven?
No, pero he amado.
Mírame, si quieres
¿estoy viva?
No, pero he amado.
Gertrud es ya el propio Dreyer. Su reclusión física es la del autor alejado ya de un mundo que le resulta extraño y que no tardará en abandonar (murió apenas cuatro años después de rodar la película), y la imagen que cierra la película (un larguísimo plano de la puerta cerrada tras la que hemos visto desaparecer a la protagonista – fotograma 9) es la consciente y emotiva despedida de uno de los más grandes autores del arte del cinematógrafo.
David Vericat
© cinema esencial (noviembre 2017)
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Comentarios
He leido tu reseña , parece
Cuando la vi no estaba muy
Muchas gracias, Kelly!