Imitación a la vida
“El espejo es la imitación de la vida. Lo interesante del espejo es que no te muestra tal como eres, te muestra tu propio opuesto”
Douglas Sirk
“El espejo es la imitación de la vida. Lo interesante del espejo es que no te muestra tal como eres, te muestra tu propio opuesto”
Douglas Sirk
No he leído la novela homónima de Ernest Hemingway en la que se basa Adiós a las armas y, por tanto, no puedo juzgar la fidelidad de la adaptación de Borzage de la mano de sus guionistas Benjamin Glazer y Oliver H.P.
En el primero de los tres prólogos de La coleccionista, vemos el cuerpo de Haydée (Haydée Politoff) diseccionado en una serie de planos detalle que nos describen la armonía de sus formas, como si de una escultura clásica se tratara (fotograma 1).
Ma nuit chez Maud se rueda en 1969, primera película de Rohmer tras la primavera del 68, aquel movimiento que invocó la ruptura y la libertad y terminó devorado por sus propias ambiciones, convirtiendo en verdaderos burgueses de nuevo cuño a la mayoría de sus ideólogos y partícipes.
Saul Bass utiliza la cámara como un oftalmólogo. Un instrumento destinado al ojo como objeto clínico e impersonal. Sin embargo el ojo reacciona, no es inane: enrojece, parpadea, y, de su interior, emana la posibilidad de Vértigo, que prosigue Hitchcock con los ojos ya pegados al rostro de Scottie Ferguson (James Stewart), como dos mandalas azules que se constituirán en el puente a su extraversión e introversión. Los azules ojos que dirigen a Scottie Ferguson finalmente dictaminan lo inadecuado de su profesión. Scottie se engaña a sí mismo.
Se compara en ocasiones Luz silenciosa con Dreyer como si el film mexicano debiera, ya que imita en forma al cineasta danés, continuar con la apología de lo místico que se hacía en Ordet. Pero el elemento religioso no está tratado en Luz silenciosa como un fin en sí mismo, sino más bien como contexto.
À bout de souffle es una historia de amor atrapada en un film de género negro. Michel Poiccard (Jean-Paul Belmondo) pretende volver a acostarse con la bella Patricia (Jean Seberg) pero el destino le coloca una pistola en la guantera de un coche robado, y las pistolas, en una película de género negro, están para ser disparadas (“Es normal: los denunciadores denuncian, los ladrones roban, los asesinos matan, los amantes aman”), con lo que el pretendido amante se convierte en prófugo asesino.
Revisión de la magnífica Love Affair, dirigida por el mismo McCarey en 1939, Tú y yo pertenece al selecto y reducido grupo de remakes que, partiendo de una obra ya de por sí memorable, logran superar el original para alcanzar la categoría de auténticas obras maestras del cinematógrafo.
“Evitar los paroxismos (cólera, terror, etc) que obligan a simular y en los que todo el mundo se parece”
Robert Bresson
“No estamos en los barcos para gandulear.
No navegamos para descansar.
Pegados al timón hacemos malabares
por la sonrisa de una joven, que nos retiene y nos llama.
Y si el tiempo es duro, debemos resistir,
pues tenemos el corazón alegre por ser marineros.
Los jóvenes embarcados durante largo tiempo
tienen el cuello bronceado.
Y los ojos del color del viento,
los marineros se los robaron”