Fat City, ciudad dorada
"El ayer está muerto y ya pasó
y el mañana aún no se ve.
Es triste estar solo.
Ayúdame a pasar la noche."
"El ayer está muerto y ya pasó
y el mañana aún no se ve.
Es triste estar solo.
Ayúdame a pasar la noche."
Siendo todavía ferviente seguidor de la hoy en día denostada política de los autores, y considerando, aun un rango por debajo de los que para mí son los grandes creadores del cinematógrafo, a Wyler como uno de sus exponentes, confieso que no sé si sería capaz de reconocer al director de La heredera o La loba (por citar algunos de los títulos más característicos de su estilo, que no los mejores desde mi punto de vista) si me enfrentara por primera vez a algunas secuencias de El coleccionista (siguiendo una de las máximas de la teoría de los críticos de
Tercer largometraje en la filmografía de Chantal Akerman, entre la sugestiva aunque todavía balbuceante Je, tu, il, elle y la (para mí inexplicablemente) prestigiosa News from Home (un cargante ejercicio desde mi punto de vista mucho más apto para ser degustado en formato de videoinstalación en cualquier galería de arte contemporáneo que como relato cinematográfico), Jeanne Dielman sorprende por la rigurosidad y la madurez de una puesta en escena completamente acorde con la contundente propuesta temática del filme: filmada en larguísimos y estáticos planos secuenc
“Esta misma mañana te enviaré las películas y esta grabación. Si ocurre lo que imagino nadie te mandará la última película. Tendrás que venir tú a por ella”
Si hay un elemento característico en el cine de Bresson es su búsqueda (y consecución) de lo transcendental a través de los personajes más desfavorecidos o marginales de la sociedad, bien sea un condenado a muerte, un carterista, un burro de carga, o esta Mouchette que da título al octavo largometraje del director francés
El 31 de mayo de 1978, fecha del decimotercer aniversario de Rainer Werner Fassbinder, Armin Meier, joven actor y amante del director, se suicida tomándose un cóctel de somníferos y alcohol, tras cuatro años soportando el despótico trato de Fassbinder y después de que éste le escribiera una carta dando su relación por terminada y ofreciéndole una asignación mensual y el apartamento que habían compartido en Munich.
“A menudo se habla de los cineastas que, en Hollywood, deforman la obra original. Mi intención es no hacerlo nunca. Yo leo una historia sólo una vez. Cuando la idea de base me sirve, la adopto, olvido por completo el libro y fabrico cine. Sería incapaz de contarle "Los Pájaros" de Daphne de Maurier. Sólo la he leído una vez y rápidamente”
Alfred Hitchcock
“Una idea para una historia corta sobre gente de Manhattan, que está creando constantemente problemas reales, innecesarios, neuróticos para ellos mismos porque les evita tratar otros temas más insolubles, aterradores, sobre el universo”
Los rostros desfigurados de las pinturas de Francis Bacon que aparecen en los créditos iniciales de El último tango en París son premonitorios del mundo en descomposición por el que transita el protagonista, Paul (Marlon Brando). Un universo habitado por seres en proceso de degradación, tal como se evidencia en las siluetas distorsionadas que se nos muestran constantemente a través del lienzo deformante de espejos rotos y cristales translúcidos (fotograma 1 - una imagen que se erigirá en leitmotiv de la película).
En el ya mítico plano inicial sobre el que aparecen los títulos de crédito de Toro Salvaje (fotograma 1) vemos la solitaria silueta de Jake La Motta (un extraordinario Robert de Niro) calentando sobre la lona de un ring vacío con los bellísimos acordes de la Caballeria Rusticana de Pietro Mascagni de fondo (una ópera que va a acompañar algunos momentos de la película, reforzando el carácter trágico de la historia).