Título Original: La terra trema / Año: 1948 / País: Italia / Productora: Universalia. / Duración: 152 min. / Formato: BN - 1:37:1
Guión: Luchino Visconti (Novela: Giovanni Verga) / Fotografía: G.R. Aldo / Música: Willy Ferrero
Reparto: Maria Micale, Sebastiano Valastro, Antonio Arcidiacono, Giuseppe Arcidiacono, Salvatore Vicari, Antonino Micale, Nelluccia Giammona
Fecha estreno: 02/09/1948 (Festival de Venecia)
“Los hechos de esta película transcurren en Italia, concretamente en Sicilia, en Acitrezza, cerca de Catania y junto al mar Jónico. La historia que aquí se narra es la misma que se lleva repitiendo año tras año en los pueblos donde hay hombres que explotan a otros hombres. La casa, el barco, la calle y el mar son de Acitrezza. Los actores del film son los propios vecinos: pescadores, niños, jornaleros, albañiles y pescaderos… El siciliano es su lengua para expresar rebelión, dolor y esperanza. La gente pobre, en Sicilia, no habla italiano”
Si el cine de ficción busca la verosimilitud a través de la suplantación (actores que interpretan a personajes) y el cine documental lo hace por medio de la identificación (personas filmadas en su condición de individuos reales), La terra trema se sitúa en un terreno intermedio, significativamente más complejo y seguramente por ello poco explorado: partiendo de la identificación (individuos y situaciones extraídos de la realidad) busca la verdad a través de los mecanismos propios de la ficción, tanto en lo que se refiere a la suplantación (los individuos reales interpretan a personajes imaginarios basados en sus propias condiciones de vida), como a la puesta en escena (por medio de una detallada y minuciosa planificación de las tomas). Esto se hace evidente ya desde la secuencia inicial en casa de los Valastro (la familia protagonista de la película), tras los títulos de crédito sobre los planos del amanecer en Acitrezza que culminan con la bellísima imagen de las barcas de los pescadores llegando a puerto (fotograma 1): la secuencia de las tres jóvenes de la familia, Mara (Nelluccia Giammona), Lucia (Agnese Giammona) y la pequeña Lia, limpiando la humilde vivienda de los Valastro para recibir a sus hermanos tras una nueva jornada de pesca, combina los trazos más característicos del cine documental con una puesta en escena que delata una precisa planificación (panorámicas, entradas y salidas de campo, montaje en campo y contracampo) evidenciando así mismo que los personajes interpretan a los caracteres definidos previamente por Visconti en el guion (una interpretación que, en todo caso, sorprende por la extraordinaria naturalidad con que llega al espectador). “El mar es amargo”, sentencia con resignación Lucia mientras contempla la foto familiar que preside la estancia principal de la vivienda de los Valastro. Y la crónica del día a día de la familia de pescadores no hace sino confirmar el triste dictamen de Lucia: la llegada a puerto con la escasa captura; la subasta del pescado al mínimo precio a causa del monopolio de los comerciantes; el reparto de las escasas ganancias entre los miembros de la familia; y, al final del día, “un trago de vino, un pan y un arenque para coger fuerzas y volver al mar por la noche”.
Entre medio, y como “único momento de alegría”, los escarceos amorosos de los jóvenes de la familia: el primogénito Ntoni (Antonio Arcidiacono) yendo a visitar a su amada Nedda (Rosa Costanzo), y la velada historia de amor entre Mara y el joven Nicola (Nicola Castorino). Relaciones a partir de la cuales Visconti nos ofrece dos de las más bellas secuencias de amor de toda su filmografía: la conversación de Mara y Nicola a través de la ventana de la vivienda de los Valastro (los dos personajes separados por el ancho muro de piedra que nos hace presagiar la inviabilidad de su incipiente relación – fotograma 2); y Ntoni persiguiendo a Nedda a través de las agrestes rocas hasta llegar al borde del mar en donde la joven se acaba entregando a su amado con un beso apasionado (fotograma 3). Dos episodios que contrastan con el de la relación de Lucía con el sargento Don Salvatore (Rosario Galvagno), representante de la autoridad, quien no tiene ningún reparo en aprovecharse de la precaria situación de la familia para conseguir los favores de la joven.
Una vez expuestas las durísimas condiciones de vida de los Valastro, Visconti plantea la excusa argumental para hacer evolucionar dramáticamente la historia de acuerdo con los mecanismos de la ficción, puestos aquí al servicio de la estricta descripción documental: exasperado por la presión de los comerciantes, Ntoni decide rebelarse y empezar a trabajar por su cuenta, para lo cual no dudará en hipotecar la vivienda familiar a fin de conseguir el dinero necesario para asumir los costes como empresario: mantener la barca, contratar a los pescadores, comprar la sal para sazonar las anchoas… Pero tras un brevísimo período inicial de esperanza, en seguida el infortunio: obligados por la necesidad de salir a pescar cada noche, Ntoni se hace a la mar desafiando las adversas condiciones climatológicas para acabar regresando con la barcaza completamente destrozada por la tormenta (después de una noche de dramática espera por parte de las mujeres de la familia, a las que vemos aguardando inmóviles frente al mar embravecido, la mirada perdida en el oscuro horizonte, su silueta fundida con la de las agrestes rocas – fotograma 4).
Nos encontramos, de nuevo, ante el gran tema de la filmografía viscontiniana: el de la desintegración de un grupo familiar (“Es cierto, esas son mis historias. Historias de grupos familiares que van hacia la ruina”). Igual que los Salina en El Gatopardo o los Parondi en Rocco y sus hermanos, los Valastro observan impotentes el derrumbe de la familia, primero con la marcha de algunos de sus miembros (la partida del joven Cola - Giuseppe Arcidiacono - provoca a su vez la enfermedad del abuelo, al que deben trasladar a Catania, mientras que Lucia acaba también abandonando la casa a causa de su relación con el sargento Don Salvatore), y, finalmente, con la pérdida de la vivienda (estremecedora, por reconocible en la actualidad, la imagen de los hombres de negro que acuden a comunicar el inminente desahucio de la familia, realizando el peritaje de la vivienda mientras Mara se abraza impotente con su hermano Ntoni – fotograma 5).
“El mar es amargo, y los marineros mueren en él”. Corroído por la miseria, Ntoni se verá finalmente obligado a someterse de nuevo a las injustas condiciones de los comerciantes para que la inclemente rueda de la miseria siga girando de manera imparable: “un trago de vino, un pan y un arenque para coger fuerzas y volver al mar por la noche”.
David Vericat
© cinema esencial (diciembre 2016)
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