Título Original: Horror of Dracula / Año: 1958 / País: Reino Unido / Productora: Hammer Film Productions / Duración: 82 min. / Formato: Color - 1.66:1
Guión: Jimmy Sangster (Obra: Bram Stoker) / Fotografía: Jack Asher / Música: James Bernard
Reparto: Christopher Lee, Peter Cushing, Michael Gough, Melissa Stribling, Valerie Gaunt, Carol Marsh, Olga Dickie, John Van Eyssen, Janina Faye, Barbara Archer, Charles Lloyd Pack
Fecha de estreno: 08/05/1958 (USA)
Un año después de acercarse por primera vez al mito de Frankenstein en la espléndida La maldición de Frankenstein (1957, iniciando una saga de hasta cinco títulos en torno a la figura del moderno Prometeo) y aprovechando el gran éxito de esta primera entrega, Terence Fisher aborda la adaptación del otro gran clásico del género, el conde Drácula, para ofrecernos la que es (junto con el Nosferatu de Murnau) la gran obra maestra sobre el personaje creado por Bram Stoker (y que daría también lugar a dos títulos más, Drácula, príncipe de las tinieblas y Las novias de Drácula, con los cuales configurará una de las más fascinantes trilogías de la historia el cine fantástico).
Alejándose radicalmente de la visión un tanto amanerada del mito que encumbró (o más bien aprisionó) a Bela Lugosi en la acartonada versión de 1931 a cargo de Tod Browning (un director que sólo dos años más tarde nos ofrecería muestras de su verdadero talento en la escalofriante La parada de los monstruos), el de Fisher es un Drácula que combina con maestría el aspecto más noble y elegante con el lado más salvaje del personaje; y lo hace, además de mediante una puesta en escena de una contundencia y rigurosidad asombrosas, apoyándose en la memorable interpretación de un Christopher Lee que, éste sí, supo reflejar la fascinación y el terror que el personaje es capaz de provocar en sus víctimas y, por extensión, en la audiencia. Tal como escribía Fernando Sabater, “el vampiro de Christopher Lee es un espectro noble y elemental hasta en el crimen, con un aire desesperadamente juvenil del que carecía Lugosi, salvaje y feroz sin duda pero humanizado por la más redentora de las aflicciones: la imborrable melancolía de que la vida no sea sino simulacro de vida” (Terence Fisher & Hammer Films: una herencia de miedo, Revista Nosferatu – Abril 1991).
Esta magistral conjunción de elegancia y ferocidad queda reflejada ya en la primera aparición del personaje, durante el largo prólogo en el que se nos narra la llegada de Jonathan Harker (John Van Eyssen) al castillo del conde Drácula para ponerse a su servicio como bibliotecario (pero con el secreto propósito de “acabar con su reinado de terror”, tal como escribirá en su diario una vez en instalado en su habitación): después de acceder a uno de los amplios y solitarios salones del castillo, Harker es abordado por una joven que le pide que le libere del cautiverio al que se encuentra sometida por parte de Drácula; de repente, la joven se queda en silencio y abandona súbitamente la estancia, justo en el instante en que Harker descubre la imponente figura del conde descendiendo rápidamente (casi levitando) desde lo alto de una gran escalinata (fotograma 1). No es ninguna imagen trucada, ni se apoya en ningún efecto especial, pero la combinación de puesta en escena, iluminación, banda sonora, y expresión corporal de Lee logran transmitir con increíble eficacia la misteriosa fascinación que nos provocará a partir de este momento el personaje.
Todas las apariciones del conde estarán marcadas por la potencia de sus gestos y movimientos, ya sea en el plano en el que le vemos de espaldas, caminando rápidamente para adentrase en la oscuridad de la noche (de nuevo con un efecto de levitación producido esta vez por el elegante vuelo de la capa), o en la escena en la que Harker es atacado por la mujer vampiro y seguidamente por el propio Drácula (al que vemos por primera vez con los colmillos bañados en sangre – fotograma 2). Secuencia que culminará con la vampirización de Harker, resuelta con una elegante elipsis (un recurso con el que Fisher resuelve la mayor parte de los ataques del vampiro) que nos lleva hasta la habitación en la que el protagonista descubrirá horrorizado la señal de la mordedura en su cuello (Fisher marca elegantemente la elipsis temporal con un plano en el que vemos a Harker en el momento de recuperar la consciencia y una vela recién consumida en primer término de la imagen).
Seguidamente, una de las secuencias antológicas del film, con el descenso de Harker a la cripta con la intención de acabar con el monstruo: la imagen de la sombra de la silueta de Harker clavando la estaca sobre la mujer vampiro; el grito de ésta y el corte al primer plano de Drácula en su tumba, abriendo rápidamente los ojos; el plano del ventanal oscureciéndose por la llegada del crepúsculo; el rostro envejecido de la mujer vampiro tras ser liberada del maleficio; Harker frente al ataúd ahora vacío de Drácula; la sombra de la silueta del vampiro descendiendo sobre la pared de la escalera (en un movimiento que recupera la sensación fantasmagórica de la primera aparición del conde en la escalinata del castillo); el primer plano de Harker contemplando con terror el avance de la sombra; la aparición del conde al pie de la escalera; Harker retrocediendo horrorizado; Drácula cerrando la puerta; fundido a negro. El fantástico en la más pura de sus acepciones cinematográficas.
Pero si Christopher Lee encarna a la perfección la esencia del conde Drácula, no menos prodigiosa es la interpretación de su oponente, el Doctor Van Helsing, a cargo de Peter Cushing, que tomará el relevo de Harker en la persecución del maligno (después de acudir al castillo de Drácula en busca de su colega, por quien todo lo que podrá hacer será clavarle la daga para proporcionarle el reposo eterno). Con él, la historia se traslada a la ciudad en la que vive la prometida de Harker, Lucy (Carol Marsh), junto a su hermana Mina (Melissa Stribling) y su cuñado Arthur (Michael Gough), y a la que acudirá también el conde Drácula con el fin de tomar posesión de la joven Lucy.
De nuevo aquí nos encontramos con un puñado de momentos memorables: el plano secuencia de Lucy, sola en su habitación, preparándose para recibir la visita nocturna del conde Drácula (la cámara sigue a la joven que se levanta del lecho y se dirige a la puerta de la habitación para cerrarla con llave, luego camina hacia el fondo de la estancia y abre la puerta del balcón, se gira y se acerca de nuevo a cámara para despojarse del crucifijo que cuelga de su cuello – fotograma 3 -, se tiende en la cama con los brazos abiertos; corte al plano del balcón y nuevo corte a un primer plano de Lucy en el que advertimos la marca del vampiro en su cuello); la escena del encuentro entre la joven Tania (Janina Faye) y Lucy ya vampirizada (con la inquietante imagen de la pequeña caminando de la mano de Lucy entre la arboleda cercana a la cripta – fotograma 4); la irrupción de Drácula en la habitación de Mina (mientras Van Helsing y Arthur vigilan el exterior de la vivienda) en una secuencia llena de erotismo que evidencia el poder de fascinación que el vampiro ejerce sobre sus víctimas desde su aspecto más puramente sexual (fotograma 5). Son algunos ejemplos de la inagotable habilidad de Fisher para renovar un género que en sus manos alcanzará cotas pocas veces superadas.
David Vericat
© cinema esencial (junio 2014)
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Quiero ver peliculas clasicas