Breve encuentro

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Breve encuentro
Director:
David Lean

Título Original: Brief encounter / Año: 1945 /  País: Reino Unido / Productora: Cineguild / Duración: 85 min. / Formato: B/N - 1.37:1
Guión: Noël Coward, David Lean, Anthony Havelock Allan / Fotografía: Robert Krasker / Música: Rachmaninov
Reparto:  Celia Johnson, Trevor Howard, Stanley Holloway, Joyce Carey, Cyril Raymond, Everley Gregg, Valentine Dyall
Fecha de estreno: 13/11/1945 (Londres)

En el pequeño café de la estación de Milford, la encargada del local, Myrtle Bagot (Joyce Carey), se deja acosar con mal disimulado deleite por Albert Godby (Stanley Holloway), el jefe de estación. Ajenos a la verborrea del socarrón conquistador, en una mesa situada en un rincón del local, una pareja se observa en silencio, la mirada compungida (fotograma 1). Es jueves, pero no un jueves cualquiera: Laura Jesson (Celia Johnson) y Alec Jarvey (Trevor Howard) se están despidiendo para siempre después de un breve y secreto romance iniciado apenas siete semanas atrás. De repente, irrumpe en el café Dolly Messiter (Everley Gregg) una vieja conocida de Laura que asalta a la pareja con su insufrible verborrea. Laura y Alec se observan impotentes: ¡hay tantas cosas que quisieran decirse antes de separarse definitivamente! Desde el andén se escucha el altavoz anunciando la llegada del tren de Alec. “Ese es tu tren”, “Sí, debo irme”, serán las últimas palabras que se dirán los amantes, ante la incisiva mirada de la insoportable intrusa. Alec se levanta, coge su abrigo y, en un contenido gesto lleno desesperación, posa su mano sobre el hombro de Laura antes de partir abandonando para siempre a su amada.
 
Breve encuentro es una película plagada de pequeños gestos para narrar el más apasionado romance entre una pareja común y corriente: “Qué insensata he sido. Me he enamorado. No sabía que a alguien corriente pudiera pasarle algo tan intenso. Todo empezó un día corriente, en un lugar corriente…”, le cuenta en sus pensamientos Laura a su ausente marido Fred (Cyril Raymond), al que vemos, en un magnífico plano en escorzo de Laura, sentado en un sofá, exagerada y significativamente lejos de su esposa (fotograma 2). Un pensamiento que sirve para iniciar el relato de la protagonista, mientras en el salón del matrimonio suena el arrebatado piano de Rachmaninov, sinfonía que va a acompañar de manera magistral esta hermosa y fugaz historia de amor.
 
“Todo empezó en un día corriente, en un lugar corriente, el café de la estación de Milford…”. Lean narra con portentosa sencillez y naturalidad el primer encuentro entre Laura y Alec, a raíz de un pequeño incidente con una mota de polvo que Alec logra extraer del ojo de Laura. “Así fue como empezó. Con algo que se me metió en el ojo. Olvidé por completo el incidente. No significó nada para mí. O por lo menos, eso creí”, nos cuenta Laura mientras vemos a la protagonista observando (casi buscando de manera inconsciente) la figura de Alec al otro lado del andén, antes de quedar oculta tras el tren que irrumpe en la estación (fotograma 3; la imagen, o el sonido, del tren, será la constante que marcará el fin de cada jornada de la pareja, así como el definitivo final de su romance, con Laura, acorralada por la insoportable Dolly Messiter, escuchando impotente el sonido del tren en el que parte su amado).
 
Tras un segundo y efímero encuentro al jueves siguiente, Laura nos confiesa su creciente interés por Alex, cuando admite que, al llegar a la estación para tomar el tren de regreso, miró hacia los vagones del tren que partía hacia Chuley preguntándose “si él estaría allí”. Pocas veces como en esta película se ha filmado de manera tan magistral el germen de una pulsión amorosa (ese sentimiento que aparece casi siempre de manera inconsciente y que nos sorprende cuando ya es totalmente inevitable). Y muchas menos, la constatación del enamoramiento como en la extraordinaria escena en la que, tras un tercer encuentro en el que Alec insiste en acompañar a Laura al cine, y ya en el café de la estación antes de regresar a sus respectivos hogares, Alec le habla a Laura sobre su trabajo como médico. “De pronto, parece mucho más joven”, acierta a decir la protagonista tras escuchar embelesada las palabras de Alec, mientras suena in crescendo el piano de Rachmaninov y la cámara retrata en primer plano las recíprocas e inconfundibles miradas entre los protagonistas). Y con ello, Lean obra el milagro de poner en imágenes el misterioso e insondable fenómeno del enamoramiento.
 
“¡El próximo jueves!”, son las palabras de despedida de la pareja, presa de la euforia incontrolada del amor que les hace olvidar momentáneamente la realidad de sus vidas normales. Una realidad de la que los amantes escapan mediante su cita semanal, interrumpida cada vez por el implacable sonido del tren que anuncia su salida y marca la vuelta a la cotidianidad de la pareja (magistral momento de la película: la música de Rachmaninov que suena de fondo durante una de las despedidas en la estación, nos devuelve al momento presente en el salón del matrimonio, cuando Fred le pide a la pensativa esposa que baje el volumen de la misma melodía que Laura ha puesto en el tocadiscos).
 
Tras un penúltimo encuentro, en el que Alec le pide a Laura que pierda el tren de regreso para pasar la velada junto a él (el plano de la protagonista saliendo en el último momento del vagón para ir al encuentro de Alec, y la siguiente imagen de Laura ascendiendo las escaleras del apartamento – acompañada del piano en crescendo de la banda sonora – son dos de los momentos más intensamente sublimes de la película), y viendo frustrado el encuentro por el inesperado regreso del dueño del apartamento en el que se habían citado, la pareja empieza a tomar consciencia de la imposibilidad de su amor, tal como vemos en el espléndido plano de Laura regresando a la estación, presidido por la enorme silueta del reloj del andén que sugiere el inminente final del romance.
 
“Preparémonos para el principio del fin”, le advierte un abatido Alec a Laura, a su regreso a la estación, antes de citarse por última vez para la semana siguiente en el que será su último encuentro. Un encuentro para sellar de manera definitiva un romance que quedará resumido en un gesto, el de la mano de Alec sobre el hombro Laura, que contiene en sí mismo una de las más intensas y hermosas historias de amor que nos ha dado el cinematógrafo (fotograma 4).
 
David Vericat
© cinema esencial (enero 2014)
 
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VER EN FILMIN
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VÍDEOS: 
Trailer (V.O.I.)

Comentarios

Destacaría también el atrevimiento de Lean en cuanto a dirección. En el momento de la irrupción de Dolly Messiter a la mesa de los dos amantes, el personaje que habla (la misma Dolly) se queda fuera de campo a través de un travelling que acaba con un plano medio de la protagonista. La oímos a lo lejos, pero sus discursos no nos interesan y nos quedamos con los pensamientos y las inquietudes de la protagonista, subrayados por un expresionista cambio de luz. El sonido del tren hará que Myrtle vuelva a la triste realidad del café (incluida la desagradable voz y presencia de su amiga Dolly) y que la iluminación cambie una vez más, volviendo a ser "tradicional". También el desequilibrio de la cámara (junto, como no, al pitido del tren) en la sucesiva secuencia del intento de suicidio, nos describe perfectamente el estado de animo de la protagonista, su desesperación, sin necesidad de dialogo alguno. Una vez más la iluminación refuerza este concepto, esta vez gracias a la luz de las ventanillas del tren que pasa una y otra vez sobre el rostro de la protagonista. Estas técnicas de puesta en escena (fuera de campo, desequilibrio de cámara, manejo de la luz), hacen de 'Breve encuentro' una película muy innovadora para su época, y también precursora en cuanto a técnicas de introspección de personajes. Saludos!

Gracias por el comentario!

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