Título Original: Caro diario / Año: 1993 / País: Italia / Productora: Sacher Film / BanFilm / La Sept Cinéma / Duración: 96 min. / Formato: Color - 1.66:1
Guión: Nanni Moretti / Fotografía: Giuseppe Lanci / Música: Nicola Piovani
Reparto: Nanni Moretti, Renato Carpentieri, Antonio Neiwiller, Jennifer Beals, Moni Ovadia, Carlo Mazzacurati, Valerio Magrelli, Claudia della Seta, Lorenzo Alessandri
Fecha estreno: 12/11/1993 (Italia) - 19/05/1994 (Cannes Film Festival)
Caro diario no es una película al uso. No es un relato de ficción, pero tampoco es cine documental. Caro diario es, como su título indica, un diario filmado. O, mejor dicho, fragmentos de un diario filmado. Tres episodios de un diario, acaso real, acaso ficticio. Tres vivencias, una asumida como personal desde la ficción cinematográfica (‘En vespa’), otra ficcionada a partir de sucesos, ideas y personajes de la vida real (‘Islas’), y la última recreada desde la propia experiencia vivida (‘Médicos’). Caro diario no es una película al uso, pero se sirve del cine para construirse como discurso vivencial y emocional. Y sin embargo, Caro diario destila cine en cada uno de sus planos.
El primer episodio, ‘En vespa’, construido a partir de un travelling infinito siguiendo al protagonista en su recorrido en moto por una Roma hermosamente fantasmal (fotograma 1), es una muestra de puro hedonismo cinematográfico. “Me gusta mirar las casas. ¡Qué bonito un film hecho sólo de casas!”, exclama Moretti antes de iniciar un nuevo travelling sobre los edificios de diversos barrios de una ciudad semiabandonada por sus habitantes durante el verano. Previamente, en un hilarante e insólito encuentro con su admirada Jenifer Beals, la actriz define al protagonista como un personaje “casi idiota” (tras discutir con su acompañante americano sobre la traducción idónea del término “a little bit off” con el que acaba de describirle). Y, ciertamente, Moretti será ese (bendito) idiota capaz de interpelar a cualquier transeúnte para expresar sus inquietudes (“Estaba pensando una cosa muy triste…”, al conductor de un lujoso descapotable en un semáforo), deseos (“¡Mi sueño siempre ha sido saber bailar!”, a una pareja durante un concierto de música latina), opiniones (“¡Pues Spinaceto no está nada mal!”, a un vecino del barrio que acaba de visitar), lamentos (“Hace treinta años Roma era una ciudad maravillosa”, al residente de un barrio de la zona alta de la ciudad), o incluso, en una de las más divertidas secuencias del episodio, de fustigar sin piedad a un pedante crítico de cine (después de asistir con estupor a la proyección de Henry, retrato de un asesino haciendo caso de uno de sus textos) obligándole a escuchar entre llantos la lectura de sus propias críticas (“¿Cuándo empezó todo esto? Tal vez cuando escribiste: ‘Esta película coreana era un melodrama de vestuario, vestidos y, sobre todo, sombreros delirantes…”).
Y como cierre a este primer episodio, el bellísimo y emotivo tributo de Moretti a Pier Paolo Pasolini: un homenaje perfectamente integrado en la placida rutina del paseante motorizado que, tras confesar no haber visitado nunca en el lugar donde asesinaron al director de Accattone, enfila el camino hacia las afueras de la ciudad, seguido por la cámara y al son de las bellísimas notas del Concierto de Köln de Keith Jarrett, hasta llegar a un campo de fútbol abandonado al lado del cual se encuentra la desvencijada escultura en memoria del malogrado director (fotograma 2). Un hermoso colofón a este episodio en travelling continuo que hace honor a las palabras de Godard: “un travelling es una cuestión moral”.
En el segundo episodio, ‘Islas’, Moretti abandona su vespa para emprender un travelling marítimo por las Islas Eólicas. Primero a Lipari, adonde llega para visitar a su amigo Gerardo (Renato Carpentieri), un profesor jubilado entregado al estudio del Ulises de Joyce, y sucesivamente (y tras la imposibilidad de permanecer en Lipari a causa del bullicio de los turistas), a otras islas del archipiélago en las que el protagonista tratará en vano de encontrar un poco de tranquilidad para preparar su película (mientras su amigo Gerardo, repentinamente hechizado por el redescubrimiento de la televisión en su versión más amarillista, abandona el estudio de Joyce para quedarse absolutamente embelesado ante cualquier receptor que se cruza en su camino).
Moretti combina aquí momentos de hilarante comicidad (los de su visita a Salina, una isla en la que “todas las parejas tienen un solo hijo” y que subsiste, por tanto, “bajo la dictadura de los niños”; o el desternillante episodio en el que, a ruegos de Gerardo, Moretti accede a interrogar en plena cima del volcán de Stromboli a un grupo de turistas americanos sobre el devenir de los personajes de la serie televisiva Belleza y poder – fotograma 3), con imágenes de insólita belleza (acompañadas por la extraordinaria banda sonora de Nicola Piovani): Moretti caminando con la silueta de un Ferry navegando al fondo de la imagen (en un plano el que, al no mostrar el océano, provoca un poético efecto de extrañamiento como si el buque surcara por tierra – fotograma 4); pateando un balón en un campo de futbol abandonado; o el plano de los dos amigos paseando por una playa de lava con la luz del sol corriendo a toda velocidad por el efecto de las nubes.
‘Médicos’ es, si hacemos caso a las palabras del director y protagonista (“nada en este capítulo es inventado”) el episodio más puramente autobiográfico de la película. En él, Moretti nos narra con todo detalle su epopeya médica a raíz de un prurito que le impide conciliar el sueño por las noches hasta afectar por completo su vida cotidiana. La interminable sucesión de especialistas que visita el protagonista (a cual más extravagante, desde el “príncipe de los dermatólogos” hasta una extraña pareja de acupunturistas chinos) crean una sensación grotesca, rallando prácticamente el absurdo, que Moretti contrasta hábilmente mostrando los manuscritos reales con las interminables listas de recetas que acumuló a raíz de su dolencia (fotograma 5). Hay, de nuevo aquí, un extraño equilibrio entre los momentos de absurda comicidad (Moretti probando los diferentes métodos de la pareja de médicos chinos “porque al menos en el centro chino son muy amables”) y otras escenas de un sereno estoicismo (el protagonista paseando por la playa con camisa de manga larga y altos calcetines de algodón por prescripción médica – fotograma 6), hasta la inesperada resolución, tras un clímax dramático en el que el protagonista es prácticamente desahuciado una vez le es prescrito un cáncer de pulmón, de lo que finalmente resulta ser un tumor benigno cuyos principales síntomas son, tal como descubre Moretti en su propia enciclopedia: sudor, adelgazamiento… y un fuerte prurito en todo el cuerpo (!). Y es que, como sentencia el protagonista en este bello, insólito y personal diario filmado: “los médicos saben hablar, pero no escuchar”.
David Vericat
© cinema esencial (marzo 2016)
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Comentarios
La primera que ví de NMoretti
Secuencia memorable, sin duda