Título Original: Ryan's Daughter / Año: 1970 / País: Reino Unido / Productora: Metro-Goldwyn-Mayer / Duración: 206 min. / Formato: Color - 2.20:1
Guión: Robert Bolt / Fotografía: Freddie Young / Música: Maurice Jarre
Reparto: Sarah Miles, Robert Mitchum, Christopher Jones, Trevor Howard, John Mills, Leo McKern, Barry Foster, Marie Kean, Arthur O'Sullivan, Gerald Sim
Fecha de estreno: 09/11/1970 (NY)
Desde el punto de vista formal, la filmografía de David Lean puede dividirse en dos etapas claramente diferenciadas: la que abarca desde sus inicios hasta mediados de la década de los cincuenta, con producciones de no muy elevado presupuesto, casi siempre desarrolladas en ambientes urbanos, fotografía en blanco y negro y formato de imagen 1:37; y un segundo período que se inicia en 1957 con El puente sobre el rio Kwain y que dará lugar a cinco grandes superproducciones, todas ellas rodadas en los más diversos y exóticos escenarios naturales (desde la inmensidad del desierto de Lawrence de Arabia hasta la gélida estepa del Doctor Zhivago) fotografiados en esplendoroso formato panorámico.
Sin embargo, y como sucede en todos los grandes autores, hay una serie de líneas temáticas que son comunes en toda la obra de Lean, independientemente del período al que pertenezcan sus películas, tal como podemos apreciar en el que sería su penúltimo trabajo (y desde mi punto de vista uno de los mejores de toda su filmografía), La hija de Ryan, un título con evidentes puntos en común con el planteamiento temático de la extraordinaria Breve encuentro, a pesar de las grandes diferencias formales que encontramos en ambas películas.
Nos encontramos, igual que en el film de 1945, ante una apasionada historia de amor secreto, en este caso condicionado además por la opresión de una comunidad cerrada y coercitiva en el escenario de un pequeño pueblo de la Irlanda de 1916 (en plena Guerra Mundial, enfrentada a los ingleses, y pocos años antes de conseguir su independencia del Reino Unido). Pero, si en Breve encuentro, Lean se centraba en la relación entre la pareja de amantes, aquí la historia se amplía al triángulo formado por la joven Rose Ryan (Sarah Miles), su marido, el profesor Charles Shaughnessy (un insólito Robert Mitchum), y el oficial inglés Randolph Doryan (Christopher Jones). De hecho (al igual que sucedía en Breve encuentro, pero allí de manera más elíptica en una de ellas), La hija de Ryan narra dos grandes historias de amor: el amor físico, pasional, encarnado en la relación entre Rose y el oficial Doryan; y el amor afectivo entre la propia Rose y Charles. No en vano, si en el desenlace de Breve encuentro, durante la despedida definitiva de la pareja protagonista, David Lean nos ofrecía el plano de la mano del protagonista en el hombro de su amada como el gesto que sellaba (y contenía) su historia de amor no consumado, al inicio de La hija de Ryan será justamente este mismo gesto (fotograma 1 - en una referencia nada casual) el que dará paso al matrimonio de Rose con Charles, tras la escena en la que la joven irrumpe en la escuela para manifestarle su amor al maduro maestro de escuela (una secuencia que se inicia con un magistral movimiento de cámara en panorámica subjetiva de Rose siguiendo los pasos de Charles detrás de las paredes justo antes de irrumpir en la escuela en la que la joven se encuentra esperándole).
“¿Me hará una persona diferente?”, le pregunta Rose al padre Collins (Trevor Howard, recordémoslo, el protagonista de Breve Encuentro) con respecto a la “satisfacción de la carne” cuando éste le instruye sobre las razones del matrimonio (fotograma 2); y ante la respuesta escéptica del párroco, la protagonista se rebela (“¡Quiero que lo haga!”) mientras observa embelesada el vuelo de las gaviotas en el cielo. Una imagen muy diferente del opresivo techo de la alcoba que observa una decepcionada Rose en su noche de bodas, mientras Charles liquida en apenas un par de minutos su prosaico ritual sexual, para decepción de la joven.
“Hay algo más. ¡Sé que lo hay!”, clama la protagonista ante un atónito padre Collins (“Rosy, no alimentes tus deseos. No puedes evitar tenerlos, pero ¡no los alimentes, o por Dios que conseguirás lo que deseas!”), y Lean encadena la imagen de los dos personajes en la playa con el plano que nos muestra la llegada del oficial Doryan (fotograma 3 - una imagen sublimada del personaje observado por el retrasado Michael –excelente, John Mills), con quien la joven descubrirá por fin el amor en su dimensión más física cuando, después de un apasionado primer encuentro en el bar de Ryan (Leo McKernlos), los dos amantes se citan para colmar su deseo en un escenario de naturaleza exaltada, completamente antagónico al de la frustrada noche de bodas de Rose (fotograma 4 - entre arroyos, prados bañados en flores, hojas mecidas por la brisa y la luz del sol entre las ramas de los árboles). Una espléndida secuencia que Lean resuelve a nivel sonoro con una hermosísima sinfonía de sonidos de la propia escena (el agua y el viento fundiéndose con los leves gemidos de los amantes) y prescindiendo en este caso de la en no pocas ocasiones redundante banda sonora de Maurice Jarre (desde mi punto de vista, el único punto débil de la película).
Establecido el complejo triángulo amoroso, el film avanza majestuoso combinando las espectaculares imágenes de la costa irlandesa (esa playa inmensa con las huellas en la arena que delatan el paso de los amantes ante el aturdido maestro) con el opresivo ambiente del minúsculo pueblo cuyos habitantes se erigirán como implacables y crueles jueces de la “traidora” Rose hasta forzar su destierro (escudando su represiva moralidad con las motivaciones políticas frente a quien había osado tener una relación con “el enemigo”).
La imagen de Charles ofreciendo su brazo a Rose mientras abandonan el pueblo bajo la intolerante y vil mirada de sus habitantes (fotograma 5) será el extraordinario colofón de esta conmovedora historia sobre la búsqueda del amor y la lucha por la propia dignidad.
David Vericat
© cinema esencial (enero 2015)
Comentarios
Nunca se me había ocurrido
Pelicula inolvidable.