Título Original: Greed / Año: 1924 / País: Estados Unidos / Productora: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM) / Duración: 240 min. / Formato: B/N - 1.33:1
Guión: Erich von Stroheim, June Mathis (Novela: Frank Norris) / Fotografía: William Daniels, Ben Reynolds / Música: Robert Israel (versión restaurada)
Reparto: Gibson Gowland, Zasu Pitts, Jean Hersholt, Chester Conklin, Sylvia Ashton, Dale Fuller, Joan Standing, Austin Jewel
Fecha de estreno: 04/12/1924 (USA)
“Tres semanas no bastarían para intentar expresarles la pena que sentí tras la mutilación de mi propia obra”
Erich von Stroheim
Junto a la también espléndida El cuarto mandamiento, de Orson Welles, Avaricia es una de las películas que mejor reflejan la lucha del autor cinematográfico enfrentado a los intereses económicos de las grandes productoras para preservar la integridad de su obra. En el caso de Stroheim, sin embargo, la situación es mucho más sangrante por cuanto, si en el film de Welles las escenas suprimidas suponían aproximadamente una cuarta parte del montaje original (de las poco más de dos horas iniciales a los ochenta y ocho minutos en que quedó la película tal como la conocemos), la mutilación que sufrió el quinto film del director de origen austríaco fue de prácticamente siete horas (de las nueve horas y media que duraba el primer pase privado que ofreció Stroheim, el 12 de enero de 1924, a las dos hora y media de la versión estrenada el 4 de diciembre del mismo año), quedando finalmente en una pérdida de cinco horas tras la versión parcialmente restaurada (a base de fotos fijas) de cuatro horas que conocemos en la actualidad.
Es evidente que el empeño de Stroheim de exhibir su obra con la duración original de nueve horas y media chocaba directamente con la viabilidad comercial del proyecto (resulta tentador aquí imaginar lo que hubiera podido hacer el director en la actualidad, con el auge de las grandes series de televisión; quizá también en este sentido podemos clasificar a Stroheim como de un autor adelantado a su tiempo), pero no es menos cierto que es prácticamente imposible preservar la esencia original de una obra después de una mutilación como la que sufrió la película. Sea como fuere, y (como en el caso del mencionado film de Welles) a pesar de la irreparable pérdida con respecto a las pretensiones iniciales de su director, estamos ante una película descomunal que se erige, incluso en la versión parcial que finalmente nos ha sido legada, como una de las obras fundamentales de la historia del cine.
Basada en la novela McTeague (1899), de Franc Norris, Avaricia narra la trágica historia de John McTeague (Gibson Gowland), al que vemos al principio del film, en 1908, en una excelente presentación del personaje como trabajador en una mina de oro en California: después de desdeñar una piedra con vestigios del preciado metal, el protagonista se detiene a recoger un pequeño pájaro herido que se encuentra entre los raíles por los que empuja su vagoneta y, al ser increpado por otro minero, reacciona salvajemente arrojándolo por un despeñadero. Inocencia y brutalidad se dan la mano en un personaje cuya existencia estará regida por los instintos más primarios, tal como veremos poco después, cuando McTeague, instalado ya como dentista en la ciudad de San Francisco (tras cinco años como ayudante de un curandero con el que abandona su pueblo natal), recibe en su consulta a la joven Trina (Zasu Pitts): aprovechando que la paciente está inconsciente por el efecto del éter, McTeague no puede controlar sus instintos y besa los labios de Trina (fotograma 1), de la que queda obsesivamente enamorado.
A partir de este momento, Stroheim describe la tortuosa relación de la pareja (su noviazgo, matrimonio, desavenencias y separación) mediante algunas de las imágenes más subversivas del film (y por extensión, de la historia del cine): McTeague y Trina en un romántico paseo al lado de un sumidero de aguas putrefactas (fotograma 2 - ¡con plano de una rata muerta incluido!); la secuencia de la boda, con la elocuente imagen de un desfile funerario que podemos ver a través de la ventana de la estancia en la que se celebra la ceremonia; o la brutal escena del banquete de boda, con los comensales degustando con fruición unos cráneos de cordero (fotograma 3 - una repulsiva imagen digna del Buñuel de Un perro andaluz o La edad de oro). Escenas que presagian el calvario en el que se convertirá la relación de la pareja protagonista (tras un breve período de prosperidad motivado por las ganancias de un boleto de lotería que Trina había comprado casi accidentalmente) a partir de las penurias económicas que sufrirán después de que McTeague reciba una carta prohibiéndole ejercer como dentista (a raíz de la denuncia del primer pretendiente de Trina, Marcus - Jean Hersholt) y, sobre todo, a causa de la obsesiva avaricia de Trina, que llevará al matrimonio a una existencia absolutamente miserable (especialmente atroz es la escena de Trina eligiendo en un puesto de carnicería unas piezas casi en estado de descomposición para ahorrar unos céntimos en la compra).
Paralelamente a la historia del matrimonio McTeague, el film nos muestra la relación de otras dos parejas que se sitúan en los polos opuestos con respecto a la pareja protagonista: por un lado, la formada por la portera Maria (Dale Fuller) y el chatarrero Zwerkow (Cesare Gravina), dos seres corroídos por la mezquindad cuya codicia provocará su trágico final (Maria asesinada a manos de Zwerkow, obsesionado por la historia de una vajilla de oro que la portera asegura tener enterrada en su tierra natal, y éste cometiendo suicidio inmediatamente después del crimen) en una subtrama prácticamente desaparecida de la copia mutilada y de la que sólo tenemos constancia a través de las fotografías de la versión restaurada (no en vano contiene algunas de los episodios más duros de la película, como la del hijo “sin nombre” de Maria: “María dio a luz a un bebé débil y enfermizo, sin la suficiente energía como para llorar. Ni siquiera tenía nombre. Un híbrido y extraño ser que falleció a los quince días de nacer”); mientras que en el otro extremo, nos encontramos a la pareja de vecinos de los McTeague, el Sr. Grannis (Frank Hayes) y la Sra. Baker (Fanny Midgley), dos ancianos que viven un inconfesado y platónico idilio espiándose mutuamente a través del fino tabique que separa sus respectivas habitaciones (y que nos proporcionan los únicos y brevísimos momentos luminosos de la película).
Mientras tanto, Stroheim prosigue su implacable crónica del descenso a los infiernos de los McTeague que nos llevará, en la parte final del film, a las alucinantes escenas del protagonista en su huida a través del Valle de la Muerte (después de asesinar a Trina) y al sobrecogedor plano final de la película (fotograma 4), en una de las imágenes de desolación más devastadoras de la historia del cinematógrafo.
David Vericat
© cinema esencial (julio 2014)
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