Título Original: 12 Angry Men / Año: 1957 / País: Estados Unidos / Productora: MGM / Orion-Nova Productions / Duración: 95 min. / Formato: BN - 1.66:1
Guión: Reginald Rose / Fotografía: Boris Kaufman / Música: Kenyon Hopkins
Reparto: Henry Fonda, Lee J. Cobb, Jack Warden, E.G. Marshall, Martin Balsam, Ed Begley, John Fiedler, Robert Webber, Jack Klugman, George Voskovec, Joseph Sweeney, Edward Binns, Billy Nelson, John Savoca, Rudy Bond, James Kelly
Fecha de estreno: 10/04/1957
Resulta sintomático que el primer largometraje para la gran pantalla firmado por Sidney Lumet sea esta adaptación del montaje original realizado para televisión en 1954 por Franklin J. Schaffner. No en vano, Lumet abandera la generación de directores que dieron al salto al cine después de formarse en producciones televisivas, junto a nombres como Delbert Mann, John Frankenheimer, Martin Ritt, Robert Mulligan, Stanley Kramer, George Roy Hill, Stuart Rosemberg, o el propio Schaffner. El hecho de que del debut de Lumet sea partiendo de un material concebido originalmente para televisión podría hacer pensar que el director quería seguir afianzando sus conocimientos con una producción hecha a la medida de sus posibilidades, a la espera de acometer proyectos más importantes desde el punto de vista del lenguaje cinematográfico (Lumet fue contratado por Henry Fonda, en su única experiencia como productor, justamente por su prestigio como realizador televisivo). Y sin embargo, Doce hombres sin piedad permanece como, si no el mejor, uno de los mejores trabajos de su extensa filmografía (cerca de cincuenta largometrajes), además de uno de las más contundentes óperas primas de la historia del séptimo arte.
Justo es decir que el guión que Reginald Rose escribió para la versión original televisiva (y que el propio Rose adaptaría para su traslación a la gran pantalla) es un material de muchos quilates, tanto es así, que la misma versión de Schaffner, realizada en riguroso directo como una de las entregas de la serie televisiva Studio One, se puede degustar con cierto interés (1), pero no cabe duda que el trabajo de puesta en escena que Lumet realizó para su adaptación cinematográfica, junto a las extraordinarias interpretaciones de los actores que dan vida a los doce miembros del jurado (encabezado por un Henry Fonda simplemente descomunal), convierten su a Doce hombres sin piedad en una obra capital del cine judicial (género al que Lumet regresaría en diversas ocasiones).
El arranque del filme es ya modélico en cuanto a la puesta en escena: después de un plano general de los miembros del jurado y una panorámica lateral que recorre sus rostros mientras escuchamos la voz del juez que les conmina a retirarse a deliberar su sentencia, vemos una imagen del escorzo del acusado observando a los hombres que van a decidir sobre su vida y, seguidamente, un primer plano de su rostro sobre el que Lumet introduce un largo fundido encadenado con el plano general de la sala de deliberaciones a la que acceden los doce miembros del jurado (fotograma 1 - espléndida imagen que evidencia que el destino del acusado se decidirá en ese reducido espacio). Este plano general de la estancia, presidido por la larga mesa que van a ocupar los protagonistas únicos de la película y sobre el que se insertan los títulos de crédito mientras vemos entrar al jurado, se convertirá en un largo plano secuencia de algo más de seis minutos que nos dará una serie de informaciones vitales para el devenir de los acontecimientos. En primer lugar, la cámara panoramiza descendiendo hasta encuadrar un enorme ventilador que un miembro del jurado intenta poner en marcha: es “el día más caluroso del año”, como más tarde escucharemos de otro de los personajes, y la sensación de claustrofobia asfixiante va a presidir toda la jornada, aumentando gradualmente a lo largo de la reunión. Seguidamente la cámara realiza un travelling de avance (siguiendo al personaje que había intentado encender el ventilador) hasta encuadrar al Jurado 8 (Henry Fonda – veremos que en ningún momento, salvo con dos excepciones al final de la película, conoceremos el nombre de los miembros del jurado, aunque la habilidad de Lumet consigue que no seamos conscientes de ello hasta ese momento), que observa pensativo a través de la ventana, a la izquierda de la mesa del jurado (fotograma 2). Sin cortar la toma, la cámara se desplaza ahora a la derecha de la estancia, en la que vemos sucesivamente al Jurado 10 (Ed Begley) y al Jurado 3 (Lee J. Cobb) que, no por casualidad, van a ser dos de los principales rivales del Fonda en su solitario intento de exculpar al acusado (y que, consecuentemente, nos son presentados al otro lado de la mesa – fotograma 3). Sin solución de continuidad, la cámara regresa a la ubicación de Fonda, y posteriormente realiza un nuevo travelling de avance hasta encuadrar al presidente del jurado (Martin Balsam) que indica a los asistentes que tomen asiento. Sólo en ese momento, aprovechando que el Presidente llama la atención de Fonda (todavía absorto en sus pensamientos en la ventana), Lumet corta el plano secuencia para pasar a un plano medio del personaje: la unidad de pensamiento de los miembros del jurado (expresada en el fluir de la cámara en plano secuencia por toda la estancia) va a encontrar un obstáculo en la opinión disidente del personaje interpretado por Fonda, manifestada a través de su único voto absolutorio en la primera votación que tiene lugar a los pocos minutos de iniciarse la deliberación.
A partir de este magnífico plano inicial, Lumet va a realizar una eficaz progresión que irá desde las primeras tomas rodadas con lentes de gran angular, casi siempre en planos generales desde posiciones elevadas (marcando la idea de distancia entre los personajes), a planos cada vez más cerrados a la altura de la mirada, o incluso con ángulos en contrapicado, reforzando la sensación de opresión y de progresiva tensión que se va apoderar del espacio (fotograma 4).
Con estos elementos de puesta en escena, la estructura argumental de la película es tan sencilla como eficaz: en sucesivas votaciones, y después de diversos golpes de efecto que consiguen minar las convicciones del resto de miembros del jurado, el Jurado 8 consigue que el número de votos a favor de la inocencia del acusado vaya en aumento, ante la desesperación de sus más fieros oponentes, que se mueven entre la ideología más fascistoide (Jurado 10) y la amargura por sus problemas familiares (Jurado 8), pasando por el simple egoísmo que expresa sin complejos el Jurado 7 (Jack Warden), ávido de dar por concluida la deliberación para poder asistir a un partido para el que tiene un par de entradas.
El trabajo de todos los intérpretes es, como ya he dicho, magnífico (dos de ellos, el anciano Jurado 9 - Joseph Sweeney -, y el de origen polaco, Jurado 10 - George Voskovec -, habían interpretado ya los mismos papeles en la versión televisiva de Schaffner), pero es imposible no destacar el de Henry Fonda, a la cabeza de todos ellos. Una sola secuencia, en apariencia no muy importante (la que acontece en los servicios de la sala durante un primer receso de la sesión) resume a la perfección la maestría de este actor: sus movimientos de cadencia pausada y su mirada serena al lavarse las manos y refrescarse el rostro mientras escucha los reproches de dos de sus colegas confieren al personaje una dignidad, entereza e integridad con la que es imposible no simpatizar y que va más allá de cualquier discurso grandilocuente que pudiera ofrecernos (fotograma 5).
La tenacidad de su personaje será la que finalmente conseguirá hacer nacer en el resto de miembros del jurado una incipiente “duda razonable” que acabará por doblegar las aparentemente incontestables pruebas condenatorias. No en vano será él, juntamente con el más veterano de sus compañeros, el único de quien conoceremos el nombre, Davis, en un acto de reconocimiento e individualización (fotograma 6) con el que se entroniza la idea del razonamiento crítico frente a los peligros del pensamiento único propio de las masas.
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(1) Los curiosos pueden encontrar el enlace a la producción televisiva en los videos adjuntos a esta reseña.
David Vericat
© cinema esencial (agosto 2019)
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