Título Original: Ride the High Country / Año: 1962 / País: Francia / Productora: Cady Films / Duración: 94 min. / Formato: Color - 2.35:1
Guión: N.B. Stone Jr. / Fotografía: Lucien Ballard / Música: George Bassman
Reparto: Randolph Scott, Joel McCrea, Mariette Hartley, Edgar Buchanan, Ron Starr, James Drury, L.Q. Jones, R.G. Armstrong, Jonie Jackson, John Anderson, Warren Oates
Fecha de estreno: 09/05/1962 (Washington, D.C.)
Cuando Steve Judd (Joel McCrea) se presenta en el banco del pequeño poblado minero para hacerse cargo de la misión de hacer llegar el oro extraído en la cima de las montañas, el administrador le expresa sin reparos su sorpresa ante la imagen de un hombre avejentado, que apenas puede leer la letra de su contrato: “Debo decirle que esperaba a un hombre mucho más joven”; a lo que Judd responde, lacónico: “Bueno, fui joven. Todos lo fuimos” (fotograma 1).
Primero de los westerns crepusculares del director (término un tanto manido pero que en Peckinpah cobra pleno sentido, por cuanto se erige como la base de su aproximación al género a lo largo de toda su filmografía), Duelo en la Alta Sierra es especialmente destacable, dentro de la obra de Peckinpah, por su concepción formal clásica que la aleja de obras posteriores claramente influenciadas por los spaghetti westerns de Sergio Leone. Lejos de los recursos que muy pronto incorporaría a sus películas (entre ellos, un desacomplejado uso del zoom y de la cámara lenta, así como una tendencia al subrayado en ocasiones un tanto desafortunada), Duelo en la Alta Sierra ofrece una cadencia pausada, extrañamente serena, para narrar esta historia de amistad entre dos viejos pistoleros en el ocaso de sus vidas.
Desde el mismo arranque de la película, la mirada de Peckinpah es inequívocamente cómplice con los dos protagonistas: lo es en la secuencia de la llegada de Judd al pequeño poblado minero (cuando es prácticamente arrollado por un reluciente automóvil – fotograma 2) y en la posterior presentación de Gil Westrum (Randolph Scott), ataviado cual Buffalo Bill al frente de un destartalado puesto de feria. Y se mantendrá en este tono a lo largo de toda la película: Judd encerrándose en el cuarto de baño para leer secretamente su contrato con la ayuda de unas gafas; refrescándose los pies en un arroyo ante la atónita mirada del joven Heck (Ron Starr) (“dentro de treinta años te gustará esta sensación”); o recriminándole al mismo Heck que tire un envoltorio de papel al suelo (en una actitud de sensibilidad ecológica cuando menos sorprendente para una película del género); Westrum quejándose de su reuma al poco tiempo de cabalgar hacia el campamento minero… Por no mencionar la escena en la que vemos a los dos viejos pistoleros en ropa interior (!), cuando se disponen a pasar la noche en la granja de Joshua Knudsen (R.G. Armstrong) (fotograma 3).
Otro de los aspectos que hacen de Duelo en la Alta Sierra un western peculiar es el planteamiento de la principal de sus subtramas (la historia de la Elsa Knudsen - Mariette Hartley – que se une a la expedición huyendo de su intransigente padre con la esperanza de contraer matrimonio con Billy Hammond - James Drury -, un joven minero que se encuentra en el campamento al que se dirigen los protagonistas): el conflicto que tantas veces hemos visto en el género entre blancos e indios (un grupo de vaqueros deben rescatar a una joven blanca cautiva de los indios), se plantea aquí entre los propios blancos, y el campamento indio es substituido por el campamento minero, del cual tendrán que huir los protagonistas después de rescatar a la joven Elsa de las garras del salvaje Billy Hammond.
Justamente es en las secuencias en el campamento minero en donde reconocemos el germen del Peckinpah de tono más explícitamente violento que caracterizará buena parte de su posterior filmografía. Esto es evidente, sobre todo, en la magnífica secuencia de la boda de Elsa con Billy Hammond (celebrada en la cantina del campamento, con las prostitutas como improvisadas damas de compañía y la madame como madrina de boda), que muy pronto se convierte para la joven en una terrorífica ceremonia en la que, tras sufrir el acoso de que los hermanos del novio, será víctima de un intento de violación por parte del propio Billy (fotograma 4) que sólo la llegada de Steve y Heck podrá evitar en el último momento (Peckinpah filma la secuencia remarcando el ambiente malsano de la ceremonia, pero sin caer en ningún momento en los excesos formales que mostrará en siguientes películas).
Tras el rescate de Elsa, la película describe la huida del grupo del campamento minero (después de que Gil Westrum intimide en secreto al juez de paz para que niegue la validez del matrimonio recién celebrado), momento en el cual los dos protagonistas reflexionan acerca los beneficios de un comportamiento honrado (Westrum intenta durante todo el trayecto incitar a Judd para que éste opte repartir con el grupo el oro que debería llevar al banco): “¿Sabes lo que lleva un pobre encima cuando muere? Los ropajes del orgullo, y eso abriga tan poco como cuando estaba vivo”, le espeta Westrum a su compañero viendo que no es capaz de convencerle para robar el oro que transportan.
Estamos sin duda ante la parte más interesante de la película, la que pone en escena los episodios de traición, fidelidad, renuncia y sacrificio que aparecen sucesivamente en la etapa final de esta historia de amistad entre los dos viejos pistoleros. Una amistad que se pondrá a prueba con la traición de Westrum (en su frustrado intento de huir junto a Heck con el oro), y que se afianzará definitivamente en la memorable escena del duelo final de la pareja protagonista contra los hermanos Hammond. Duelo a campo abierto que Peckinpah filma con mano maestra (de nuevo haciendo gala de una austeridad y dominio de la puesta en escena ejemplares) y que finalizará con el emocionante diálogo final entre Judd, herido de muerte, y Westrum:
Judd: “No quiero que vean esto, Continuaré solo”
Westrum: “No te preocupes por nada. Yo haré el trabajo. Como si tú lo hubieras hecho”
Judd: “Lo sé, siempre supe que lo harías. Solo lo olvidaste por un momento”
Westrum: “Te veo luego”
Westrum se aleja, mientras Judd se desvanece lentamente en el suelo (fotograma 5).
David Vericat
© cinema esencial (enero 2014)
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