Título Original: Hana-Bi / Año: 1997 / País: Japón / Productora: Bandai Visual Company / Office Kitano / TV Tokyo / Tokyo FM Broadcasting Co. Duración: 103 min. / Formato: Color - 1.85:1
Guión: Takeshi Kitano / Fotografía: Hideo Yamamoto / Música: Joe Hisaishi
Reparto: Beat Takeshi (Takeshi Kitano), Kayoko Kishimoto, Ren Osugi, Susumu Terajima
Fecha de estreno: 13/09/1997 (Festival de Venecia)
Si hay una idea característica que defina el conjunto de la obra de Takeshi Kitano, por encima incluso de la figura de los yakuza tan presente en la mayoria de sus films, ésta es sin duda alguna la temática del juego como forma de comunicación entre los personajes de sus películas (de sobras conocida es la faceta del director como creador y presentador de Takeshi Jō, un concurso basado en estrambóticas pruebas de destreza emitido en España con el título de Humor Amarillo). Este elemento, que es llevado hasta el paroxismo en títulos como Sonatine o El verano de Kikujiro, alcanza su versión más brillante y equilibrada en Hana-bi, una hermosa y dura película sobre la amistad, la soledad, el amor y la muerte protagonizada por Yoshitaka Nishi (el propio Kitano), un lacónico detective acostumbrado a enfrentarse con los más sanguinarios yakuza y, sin embargo, indefenso a la hora de afrontar el cáncer terminal que padece su esposa Miyuki (Kayoko Kishimoto).
La película se divide en dos partes claramente diferenciadas: si en la primera asistimos principalmente a la trama criminal de la historia (el atentado que deja al detective, y amigo de la infancia del protagonista, Horibe - Ren Ohsugi – postrado en una silla de ruedas y el posterior tiroteo entre el asesino y los policías que le acorralan en el metro, en el que Nishi acaba matando al yakuza después de que éste haya asesinado y herido a otros dos policías), la segunda parte del film se centra en la relación entre Nishi y Miyuki, una vez el protagonista ya ha abandonado el cuerpo de policía y decide afrontar su dramática situación personal a raíz de la enfermedad de su esposa. Es esta parte la que contiene los momentos más intensamente emotivos de la película, mediante la descripción de la relación del inexpresivo Nishi con Miyuki. Una relación que va a vivir su momento de plenitud, como no podía ser de otro modo en el cine de Kitano, a través del juego.
Así, mientras que la primera vez que vemos a Nishi junto a Miyuki (en la habitación del hospital), el director nos muestra a la pareja en silencio y con las respectivas miradas claramente extraviadas (evidenciando la incapacidad de afrontar la situación por parte de Nishi – fotograma 1), hacia la mitad del film encontramos una escena, bellísima, que marca un punto de inflexión en la relación de la pareja utilizando precisamente el juego como vehículo de comunicación: en el salón de la vivienda del matrimonio, Miyuki está intentando formar una figura con un juego de maderas; Nishi llega a la casa y se sienta junto a su esposa, inspeccionando la hoja en la que se muestran las diversas figuras que se deben formar en el juego; la pareja permanece en silencio, intentando resolver conjuntamente la figura hasta que, en un gesto aparentemente inconsciente, Miyuki se lleva un cigarrillo a la boca, a lo que Nishi reacciona quitándole inmediatamente el cigarrillo, sin apartar la mirada del juego (fotograma 2). Pocas veces en el cine se ha reflejado una relación de complicidad de manera tan sencilla, con tanta contención y, a la vez, con tanta emotividad.
Toda la primera parte de la película, aun centrada en la trama criminal, está plagada de pequeños gestos e imágenes cargados de esta contenida emoción: Nishi apartando un triciclo que encuentra a su paso al entrar en el edificio en el que vive (una imagen que trae inevitablemente al recuerdo a la hija fallecida del matrimonio), el detective Horibe, postrado en su silla de ruedas, probándose con timidez la boina de pintor que le ha regalado Nishi y, por supuesto, las bellísimas secuencias con los dibujos de Horibe (obra en realidad del propio Kitano), que se estructuran como una hermosa subtrama que va a acompañar con sus fascinantes imágenes el ritual de despedida de Nishi y Miyuki (fotograma 3). Todos ellos momentos que actúan como contrapunto a unas imágenes cargadas de violencia y que el director articula mediante un prodigioso ejercicio de montaje, con constantes saltos temporales y el magistral uso del fuera de campo y de la elipsis tan característicos en su filmografía (y que personalmente me hace pensar, a pesar de la distancia temática de sus respectivas propuestas, en algunos momentos del cine de Robert Bresson).
Tras la hilarante (y de nuevo extremamente contenida) escena del atraco al banco por parte de Nishi (una acción que el protagonista lleva a cabo a cara descubierta y sin mediar palabra, ante la atónita mirada de la cajera, y que vemos a través de uno de los silenciosos monitores de seguridad del banco), Nishi y Miyuki emprenden un viaje sin retorno para vivir los que serán los últimos días de su existencia. Nos encontramos aquí con los momentos más conmovedores de la película, aquéllos en los que asistimos a los gestos de mayor complicidad y plenitud en la relación de la pareja protagonista: Nishi adivinando las cartas que le muestra una asombrada Miyuki (sin percatarse de que éste las ve a través del retrovisor – fotograma 4), fotografiándose junto a su esposa (y rechazando con timidez la mano de Miyuki), haciendo sonar la enorme campana de un templo que un anciano muestra a su nieto, o contemplando junto a Miyuki las flores de fuego (Hana-Bi) que forman los fuegos artificiales en el cielo.
Son los bellos episodios previos al instante final: sentados frente a la inmensidad del océano, Miyuki pronuncia unas breves palabras de agradecimiento y se abraza por fin a Nishi (fotograma 5), mientras la cámara se eleva abandonando a la pareja antes de escuchar los dos disparos que dejan el paisaje sumido en el más absoluto silencio.
David Vericat
© cinema esencial (febrero 2014)
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Comentarios
Gran artículo para
Tremendo viaje. Contrapuesto
Muchas gracias por los