cine japonés

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La mujer de la arena

Desde la primera imagen en la que vemos a Niki Jumpei (Eiji Okada) ascender dificultosamente por una enorme duna, Hiroshi Teshigahara expone de manera magistral la idea principal que va a dominar su acertadísima aproximación a la extraordinaria novela de Kôbô Abe (felizmente autor también del guion de la película): la falta de referencias visuales que impiden definir la escala de la silueta del personaje sumada a los torpes movimientos de brazos y piernas del entomólogo nos hacen ver al protagonista como un pequeño escarabajo avanzando lenta pero obstinadamente sobre la deslizante arena

El sabor del sake

Si las imágenes iniciales de la extraordinaria Primavera tardía (1949) nos mostraban la vegetación alrededor de una pequeña estación de tren mecida por la suave brisa, El sabor del sake, revisión de la anterior y última película de Yasujiro Ozu, se abre con el plano de unas enormes chimeneas industriales (fotograma 1) que será recurrente a lo largo del filme y que tomará el relevo de los planos de ropa tendida tan característicos en la filmografía del director.

La voz de la montaña

A poco que cualquier cinéfilo se proponga la grata tarea de adentrarse en la vasta filmografía de Mikio Naruse (noventa y dos títulos entre 1930 y 1967), se hace del todo evidente la necesidad de reivindicar su nombre como uno de los grandes autores del cine japonés (lo que es lo mismo que decir de la historia del cine en general), merecedor sin duda alguna de un puesto junto a los incontestables Mizoguchi, Ozu y

Lluvia negra

La historia de Lluvia negra narra el dolor de una sociedad condenada por la barbarie, que sufre con resignación el invisible estigma que la hecatombe nuclear ha dejado en sus cuerpos.

La señorita Oyu

Estilizado y oscuro melodrama a partir del complejo triángulo amoroso formado por Oyu (Kinuyo Tanaka), su hermana Shizu (Nobuko Otowa) y Shinnosuke (Yûji Hori), con La señorita Oyu se inicia la última y mejor etapa de la filmografía de Mizoguchi, un período en el que el director japonés firmará las que para mí son sus tres grandes obras maestras, Vida de Oharu, Cuentos de la luna pálida

Hana-Bi (Flores de fuego)

Si hay una idea característica que defina el conjunto de la obra de Takeshi Kitano, por encima incluso de la figura de los yakuza tan presente en la mayoria de sus films, ésta es sin duda alguna la temática del juego como forma de comunicación entre los personajes de sus películas (de sobras conocida es la faceta del director como creador y presentador de Takeshi Jō, un concurso basado en estrambóticas pruebas de destreza emitido en España con el título de Humor Amarillo).

Rashomon

En esta época dominada por la “posverdad” resulta fascinante revisar un filme como Rashomon, posiblemente la primera gran obra maestra de la filmografía de Kurosawa y una de las más lúcidas y hermosas reflexiones sobre la influencia de "la subjetividad en la percepción y memoria del observador a la hora de narrar un determinado acontecimiento"

Ran

La adaptación de dos de las grandes obras de William Shakespeare por parte de Akira Kurosawa (Macbeth en Trono de sangre, y El rey Lear en Ran) es uno de las mejores muestras de la universalidad de los clásicos en el más amplio sentido del término: no sólo en el aspecto temporal (la obra de Shakespeare sigue siendo hoy en día un punto de partida fundamental para acercarse a las grandes cuestiones que rigen el comportamiento humano), sino aquí también desde el punto de vista

Fuego en la llanura

Frente de Filipinas, en el ocaso de la Segunda Guerra Mundial. El ejército japonés se bate en retirada ante el avance de las tropas norteamericanas. La agónica situación de las fuerzas niponas toma forma en la figura del soldado Tamura (Eiji Funakoshi), un combatiente enfermo de tuberculosis obligado a vagar por un territorio devastado por la violencia al no ser aceptado ni en su propio destacamento ni en el precario hospital militar de la zona.

El intendente Sansho

Siendo una de sus obras más duras temáticamente, El intendente Sansho es a la vez una de las películas formalmente más estilizadas de Kenji Mizoguchi. Una combinación con la que el director japonés nos ofrece algunas de las imágenes más terriblemente bellas de toda su filmografía para narrar esta historia sobre el amor y la caridad como elementos de resistencia frente a la opresión y la injusticia.
 

Vida de Oharu, mujer galante

Si hay un tema que se puede destacar del conjunto de la obra de Mizoguchi es su obsesión por reflejar el duro papel de la mujer en distintas épocas de la sociedad nipona, desde la era feudal hasta los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Esposas, geishas, princesas o concubinas son las principales protagonistas de la mayor parte de su filmografía, incidiendo muy especialmente en la denuncia de su situación de sometimiento frente al poder masculino, ya sea en la esfera política, laboral o familiar.

Cuentos de Tokio

Como tantas otras películas de Ozu, Cuentos de Tokio arranca con unos planos exteriores atendiendo siempre a los mismos motivos (fotograma 1): un tren surcando el horizonte, tejados de edificios en la ciudad, ropa tendida al viento, unos escolares caminando por la calle. Es el prólogo que el director repite incansablemente en cada una de sus películas, de la misma manera que su personalísima puesta en escena (focal fija de 50mm, cámara a ras de suelo, uso del campo/contracampo) marca formalmente toda su obra. Se trata, como dice Ozu, de observar los detalles más cotidianos de la manera más simple y natural posible para llegar a transmitir la esencia de la vida.

Feliz Navidad, Mr. Lawrence

Los títulos de crédito de Feliz Navidad Mr. Lawrence (puntuados por la extraordinaria banda sonora de Sakamoto) aparecen sobre una larguísima panorámica de seguimiento del recorrido de oficial John Lawrence acompañando al sargento Hara desde el barracón de prisioneros hasta una explanada en donde se está a punto de realizar un ritual de castigo a un guardia y un prisionero acusados de sodomía (fotograma 1). Es el recorrido a través de la enorme distancia que separa a dos mundos obligados a convivir en el claustrofóbico espacio de un campo de prisioneros japonés en la isla de Java, durante la Segunda Guerra Mundial.