Título Original: Island of Lost Souls / Año: 1932 / País: Estados Unidos / Productora: Paramount Pictures / Duración: 70 min. / Formato: B/N - 1.33:1
Guión: Waldemar Young, Philip Wylie (Novela: H.G. Wells) / Fotografía: Karl Struss / Música: Arthur Johnston, Sigmund Krumgold
Reparto: Charles Laughton, Bela Lugosi, Richard Arlen, Leila Hyams, Kathleen Burke, Stanley Fields, Arthur Hohl, Paul Hurst, George Irving, Tetsu Komai, Hans Steinke
Fecha estreno: (diciembre 1932) - 12/01/1933 (NY)
Que la primera mitad de la década de los años 30 del siglo pasado fue una de las más fructíferas del cine fantástico lo atestiguan títulos como Drácula (1931), El doctor Frankenstein (1931), El malvado Zaroff (1932), King Kong (1933), El hombre invisible (1933) o La Novia de Frankenstein (1935), por citar sólo algunos de los clásicos del género que surgieron entre 1930 y 1935. Quizá sea esta la razón por la que incluso un director como Erle C. Kenton, surgido de la factoría de Mac Sennett y prolífico director de cortometrajes de comedia durante la década de los veinte, se atreviera con la adaptación del clásico de H.G. Welles, La isla del Doctor Moreau, no sólo saliendo airoso del reto, sino logrando uno de los títulos más estimulantes de la llamada “época dorada del fantástico”. Y es que, a diferencia de otros clásicos coetáneos, con los que el espectador debe hacer a menudo el esfuerzo de verlos “con la mirada de su época” para pasar por alto algunos pasajes que no han resistido demasiado bien el paso del tiempo, La isla de las almas perdidas sorprende, aun hoy en día, por la solidez de su puesta en escena y la osadía de su planteamiento temático (esto último, algo que debe en buena parte a su referente literario, no en vano acusado en su época ofender a la "decencia" y el "sentido común" de la sociedad).
El argumento es conocido: Edward Parker (Richard Arlen) es rescatado de un naufragio por un carguero que transporta toda variedad de animales salvajes a “una isla sin nombre, que no está en los mapas”. Enfrentado al capitán del carguero por defender a uno de los marineros del maltrato de su superior, el protagonista es abandonado en el velero que debe recoger el cargamento para transportarlo a la misteriosa isla, en donde un enigmático científico ha establecido su laboratorio para llevar a cabo sus investigaciones. Muy pronto, Parker descubrirá que el siniestro Doctor Moreau (Charles Laughton) experimenta cruzando todo tipo de bestias con humanos, intentando adelantarse “cientos de miles de años a la evolución natural” para crear una nueva especie superior. Pero el resultado de su trabajo, hasta el momento, no ha sido otro que el de una extraña raza de seres mitad humanos mitad bestias que malvive en la selva bajo el yugo del déspota científico. La llegada de Parker ofrecerá al doctor Moreau la posibilidad de comprobar si su última y más perfecta creación, la mujer pantera Leta (Kathleen Burke), es capaz de manifestar “impulsos emocionales” una vez en contacto con el apuesto protagonista.
Desde el plano inicial, con la imagen del buque carguero avanzando entre la niebla (fotograma 1), Kenton consigue insuflar a su película una atmósfera de misterio que irá in crescendo durante toda la primera mitad de la película: la visión de los extraños marineros que forman la tripulación del buque carguero; la gruta que sirve de acceso al interior del volcán en el que se encuentra la fortaleza del doctor Moreau; las misteriosas siluetas humanoides que Parker percibe durante el trayecto a través de la isla; los inquietantes aullidos que escuchamos durante la cena que Moreau ofrece a su invitado… Imágenes que culminarán con la secuencia en la que, alertado en plena noche por unos gritos aterradores, Parker sorprende a su anfitrión con una de sus criaturas en plena mesa de operaciones, lo que provocará su intento de huida hasta dar con el poblado de los hombres-bestia, de los cuales será rescatado en última instancia por el propio doctor Moreau, quien, látigo en mano, y encarnándose como una auténtica deidad, se encarga de recordar a sus temerosos feligreses “cuál es la ley” (fotograma 2).
Pero quizá lo más interesante de la película se encuentre en la relación entre Parker y la mujer pantera, Leta, por la que el protagonista no puede evitar sentir una atracción que Kenton muestra con una evidente carga sexual insólita para la época de la película. Todo ello queda de manifiesto en una secuencia ejemplar, durante el segundo encuentro de los dos personajes: después de sorprender a Parker leyendo un libro sobre radiofrecuencia (“para intentar escapar de la isla”), Leta reacciona disgustada quitándole el volumen para arrojarlo a un pequeño estanque, momento que Kenton aprovecha para insertar un hermoso plano de la pareja reflejada en el agua (elocuente imagen de la improbabilidad de su relación) mientras Parker confiesa a Leta que está enamorado de otra persona (su prometida, Ruth Thomas - Leila Hyams -); ella reacciona acercando su rostro al de Parker, el cual no puede resistir el impulso de besarla apasionadamente… hasta que siente las garras de la mujer pantera sobre su espalda, lo que le hace adivinar aterrorizado la verdadera naturaleza de su bella acompañante (fotograma 3).
Imposible no pensar, al revisar esta secuencia, en la que muchos años después protagonizará el detective Deckard al descubrir la identidad de la replicante Rachel en la celebradísima Blade Runner (Ridley Scott, 1982). Como igualmente imposible resulta no establecer un claro paralelismo entre el deicidio del replicante Roy Batty ante su creador, J.F. Sebastian, en el film de Scott, y la muerte del doctor Moreau a manos de los hombres-bestia que él mismo había engendrado jugando a ser Dios. Y es que, como la historia se empeña en recordarnos, todo está en los clásicos.
David Vericat
© cinema esencial (julio 2016)
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