La venganza de Ulzana

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La venganza de Ulzana
Director:
Robert Aldrich

Título Original: Ulzana's Raid / Año: 1972 / País: Estados Unidos / Productora: Universal Pictures / De Haven Productions / Duración: 103 min. / Formato: Color - 1.85:1
Guión: Alan Sharp / Fotografía: Joseph Biroc / Música: Frank De Vol
Reparto: Burt Lancaster, Bruce Davison, Joaquín Martínez, Jorge Luke, Lloyd Bochner, Richard Jaeckel, Karl Swenson, Dran Hamilton, Douglass Watson, Gladys Holland
Fecha estreno: 15/11/1972 (NY)

Un carromato con una mujer y su hijo escoltados por un soldado del ejército es atacado por un grupo de apaches. El soldado, que en una primer momento huye al galope, da media vuelta al escuchar los gritos desesperados de la mujer para, una vez a la altura del carromato, disparar sobre ella a bocajarro, montar al hijo en su caballo y tratar de huir de nuevo, pero es abatido por los apaches y cae al suelo junto al joven. Antes de ser apresado, toma su revólver y se dispara un tiro en la boca, mientras el hijo se abalanza contra los apaches que están a punto de cortar un dedo de la mano de su madre muerta para robarle su anillo. El joven unta con saliva el dedo de la mano, saca el anillo y lo entrega a los apaches. A pocos metros, otros tres apaches juegan lanzándose las vísceras del soldado, cuyo cadáver yace con el vientre abierto en canal. Tras la carnicería, los hombres de Ulzana abandonan el lugar, no sin que el jefe de los apaches dirija una última y fría mirada al joven que permanece postrado junto al cuerpo de su madre (fotograma 1).
 
En estos tiempos en los que lo políticamente correcto domina cualquier aproximación a las temáticas más controvertidas, revisar una película como La venganza de Ulzana supone todo un reto por su desesperanzada (casi nihilista) visión del conflicto que nos expone. Lejos del bienintencionado discurso que apareció en algunos westerns a partir de la década de los setenta (y que alcanzaría su cénit en la almibarada Bailando con lobos, de Kevin Costner), el film de Aldrich (un proyecto personal de Burt Lancaster, virtual productor del mismo aunque no aparezca en los créditos como tal) rehúye cualquier asomo de maniqueísmo para narrar con la máxima crudeza el enfrentamiento entre blancos e indígenas a partir de la huida de la reserva de un pequeño grupo de apaches, a la cabeza de los cuales se encuentra el temible jefe Ulzana (Joaquín Martínez), que será perseguido por una patrulla del ejército norteamericano al mando del joven teniente Garnett DeBuin (Bruce Davison) y con el veterano guía McIntosh (Burt Lancaster) en sus filas.
 
“Yo le diré cuáles son sus intenciones: quemar, mutilar, torturar, violar y asesinar”, responde impasible McIntosh al comandante Cartwright (Douglass Watson), ante la mirada atemorizada del teniente Garnett, cuando es informado de la huida de Ulzana. McIntosh, un explorador que nos es presentado por los oficiales como alguien que “desprecia toda disciplina, tanto moral como militar”, encarna esa visión nihilista a la que se enfrentará el joven teniente, hijo de un sacerdote según el cual “la falta de sentimientos cristianos hacia los indígenas es la razón de nuestros problemas con ellos”. Conviene detenerse en esta idea: Garnett, en su loable voluntad de lograr la convivencia pacífica con los indígenas, parte de la necesidad de tratarlos según los sentimientos cristianos para lograr su objetivo, mientras que McIntosh, mucho más pragmático, asume la imposibilidad de dicha convivencia, como si tuviera interiorizada la culpa derivada del pecado original cometido a partir de la colonización del pueblo indígena por parte del hombre blanco (y aquí cabe mencionar la muy comentada alusión del film a la guerra de Vietnam que los Estados Unidos estaban a punto de perder) “¿Odia a los apaches?”, le preguntará un desalentado Garnett a McIntosh después de enfrentarse a un nuevo escenario de horror en la granja de unos colonos torturados y asesinados por los hombres de Ulzana, y tras la escueta negación del explorador y su confesión de que él sí ha acabado por odiarles, la respuesta de McIntosh no puede ser más elocuente: “Eso no le hará más feliz. ¿Puede odiarse el desierto porque en él no hay agua? Es suficiente con que se le tema”, argumenta McIntosh, al que vemos leyendo un voluminoso volumen (fotograma 2), en una insólita imagen que se contrapone a la del propio Garnett, en otro momento de la película, leyendo la biblia (razón contra religión).
 
Previamente, el joven teniente había intentado encontrar la respuesta a su incapacidad de comprender el salvaje comportamiento de Ulzana interpelando directamente al apache Ke-Ni-Tay (Jorge Luke), guía de la patrulla, (“¿Tú también eres así? ¿Matarías a alguien de esa forma?”) y la respuesta del mismo (en línea con el pensamiento de McIntosh) no dejaba ya ningún espacio para la esperanza: en lugar del previsible (y falso) discurso repleto de buenas intenciones (que habría de justificar el compromiso del apache con el ejército), el guía responde afirmativamente para, seguidamente, tratar de explicar el sentimiento de frustración y deshonra contra el que lucha el jefe Ulzana después de pasar largo tiempo encerrado en la reserva.
 
Película por tanto de discurso poco complaciente para buscadores de mensajes expiatorios o de reparaciones históricas basadas en la mera autoinculpación, cabe sin embargo encontrar trazas de la personal e incorruptible mirada ética de McIntosh en pequeños detalles que ni el protagonista ni el propio Aldrich (director en otras ocasiones con un estilo un tanto evidente y responsable aquí de su obra formalmente más bella y depurada) parecen querer subrayar en ningún momento (antes al contrario): en los reproches del protagonista al comerciante de carne por sus malas artes en su trato con los apaches; en su actitud de profundo respeto y reconocimiento hacia Ke-Ni-Tay (“Yo confío en él”, arguye ante Garnett para justificar una de sus decisiones), que se verá refrendada en la emotiva despedida final entre ambos (fotograma 3), o incluso hacia su oponente Ulzana (“sus planes son brillantes”, admite en otro momento de la película al descubrir una de las maniobras del jefe apache); o en la muy velada mención a su mujer apache (apenas dos planos al principio de la película – fotograma 4) que se acabará confirmando a través de su respuesta al teniente Garnett cuando éste le pregunte intrigado sobre ello: “Qué pregunta tan idiota. Le aconsejo que deje de lado su odio y empiece a pensar. Hasta el momento no lo ha logrado demasiado”.  
 
Una actitud ética que poco tiene que ver con los preceptos de la moral religiosa del esforzado teniente Garnett, quien, cuando McIntosh, herido de muerte, le pide ser abandonado para morir el campo de batalla, balbucea en señal de protesta: “No es cristiano…”, a lo que el viejo guía responde, elocuente: “Es verdad, teniente, no lo es” (fotograma 5).
 
David Vericat
© cinema esencial (mayo 2016)

VÍDEOS: 
John Landis presenta ULZANA'S RAID (V.O.I.)

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