Título Original: Les vacances de M. Hulot / Año: 1953 / País: Francia / Productora: Cady Films / Duración: 114 min. / Formato: B/N - 1.37:1
Guión: Jacques Tati, Henri Marquet / Fotografía: Jacques Mercanton, Jean Mousselle / Música: Alain Romans
Reparto: Jacques Tati, Nathalie Pascaud, Michèle Rolla, Valentine Camax, Louis Perrault, André Dubois, Valentine Camax
Fecha de estreno: 25/02/1953 (Francia)
"Lo que me divierte, es pensar lo que le debe estar diciendo a lo lejos un agente al automovilista que acaba de pasarse un semáforo en rojo. No es su diálogo lo que me hace reír, sino precisamente el hecho de no escuchar nada. Y si le añado diferentes pasajes de gente que se detiene, mira, escucha, con sus diversas reacciones, o que se ven obligados a dar un rodeo para evitar el tumulto, son estas múltiples situaciones lo que me hace reír"
Jacques Tatí
La primera secuencia de Las vacaciones de M. Hulot es modélica para entender el uso del plano general para la construcción del gag en la obra de de Tati y la participación activa del espectador que éste requiere: sobre un plano en el que vemos los andenes de una estación y con el sonido en off (y totalmente indescifrable) de una voz que anuncia la llegada del tren, un grupo de viajeros aparece y desaparece por la boca de las escaleras que hay en el andén en busca de la vía correcta. Uno puede ver esta secuencia y ni enterarse del divertidísimo gag que contiene, pero si el espectador mira la escena podrá valorarla en toda su comicidad (fotograma 1).
Ver una película o mirar una película. Entre estas dos opciones el cine de Tati apela indudablemente a la segunda. Si, en un momento de distracción, no logramos captar el sentido de un plano general en Tati no deberíamos dudar en echar mano del replay y revisar la secuencia. Seguro que si nos fijamos bien encontraremos, ahí el fondo del plano, o arrinconado a la derecha, ese personaje o ese objeto que da sentido a todo el plano, que provoca el gag.
Pero el cine de Tati (sus gags) no se estructura únicamente en base a lo que vemos o a lo que oímos. En Las vacaciones de M. Hulot encontramos ejemplos magistrales de la construcción del gag mediante el fuera de campo: Hulot entra en el hotel y se esconde detrás de un perchero para no ser visto por el dueño; éste, sin embargo, advierte las huellas de las pisadas en el suelo y las sigue hasta el perchero; empieza a hurgar entre los abrigos y oímos en off unos pasos precipitados que se alejan; cuando el dueño se gira sólo ve más huellas que parten del perchero y desaparecen escaleras arriba. Tati nos invita a imaginarnos al bueno de Hulot huyendo despavorido. Nos da las bases para que nuestra imaginación reconstruya el gag a partir de lo que es, por otro lado, un gag en sí mismo (fotograma 2).
Mientras que en las posteriores obras posteriores de Tati, el protagonista se comportará sobre todo como observador, en Las vacaciones Hulot se manifiesta a partes iguales como desencadenante y como espectador del gag. No obstante, aunque algunos de los gags que tienen a Hulot como provocador de la acción son verdaderamente antológicos (Hulot enderezando los cuadros, provocando el equívoco entre unos jugadores de cartas, haciendo estallar un arsenal de fuegos artificiales), es indudablemente cuando el protagonista toma el papel pasivo de víctima u observador en cuanto aparecen los momentos más felices de la película: Hulot choca con su automóvil frente a un cementerio; cuando se dispone a cambiar la rueda, se le cae la cámara del neumático y queda repleta de hojas con lo que, al recogerla, uno de los enterradores cree que es una corona funeraria, la toma de la manos del pobre Hulot y la coloca junto al ataúd de un entierro que se está celebrando en ese mismo momento (fotograma 3).
Hay también, en Las vacaciones, constantes gags con el uso del sonido y su desnaturalización: así, el sonido de la bocina del coche de Hulot es para un orondo cazador una bandada de patos que no logra descubrir en el cielo; o el peculiar sonido de la puerta del comedor del hotel, que Tati utilizará de nuevo en Mon oncle (con la puerta de la fábrica) y en Playtime (las puertas de cristal).
De igual manera encontramos casos en los que el sonido adquiere una función narrativa: una muchacha está aguantando las explicaciones políticas de un pelmazo cuando de pronto escuchamos en off el ruido del viejo automóvil de Hulot, a lo que la joven reacciona con una sonrisa y volviendo la mirada hacia el coche, que permanece fuera de cuadro. De nuevo Tati (y de nuevo con mano maestra) introduce la idea de la relación lo visto = aburrido en oposición a lo omitido = divertido. No cabe una definición más plástica de su concepción del arte del cinematógrafo.
Tati era un hombre inquieto, tremendamente meticuloso (de ahí los lapsos temporales entre sus películas) y esta inquietud le llevó a añadir, veinte años después de su estreno, un gag al metraje de Las vacaciones. Aunque en realidad no fue exactamente añadir un gag lo que hizo, sino que desarrolló uno de los que ya figuraban en la primera versión, concretamente el de la piragua partida por la mitad, con el pobre Hulot atrapado en su interior: en la versión original el gag terminaba con el plano de la piragua partida en dos en posición vertical sobre el agua (un plano subjetivo, visto a través de unos prismáticos desde la orilla). Fue a raíz del estreno de Tiburón (Steven Spielberg, 1975) que Tati tuvo la feliz idea de prolongar el gag haciendo que la piragua se convirtiera en una especie de monstruo marino (fotograma 4). Un ejemplo del compromiso del autor con su obra, de la tremenda inquietud de un creador que vivía para sus películas.
Pero Tati no pudo llevar a cabo todas las ideas que tenía pensadas para Las vacaciones. El film debía rodarse en color, lo que añadía otros efectos cómicos a la historia. Evidentemente, el director no pretendía usar el color (como no usó nunca el sonido) como simple recurso formal, sino como un elemento más de creación de sentido. Sirvan sus palabras como testimonio de lo expuesto y broche final de este texto con un gag memorable que nunca llegó a materializarse: “Tenía algunos trucos con el color francamente divertidos para Las vacaciones de M. Hulot: todos los personajes empezaban la película pálidos y, después, a medida que las vacaciones pasaban iban cogiendo bronceado. Algunos se bronceaban, otros simplemente se ponían rojos, y de repente llegaba un nuevo veraneante, al que todo el mundo reconocía porque estaba completamente blanco”.
David Vericat
© cinema esencial (enero 2014)
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