cine francés

Spanish Catalan Chinese (Simplified) English French German Italian Japanese Korean Portuguese

Al anochecer

En el plano inicial de Al anochecer (tras una panorámica exterior sobre el brumoso cielo de París hasta una de las ventanas de un sórdido edificio de apartamentos) vemos el perfil del rostro de Charles Masson (Michel Bouquet) recortado sobre un fondo negro (fotograma 1) hasta que, súbitamente, el espacio se ilumina y descubrimos, al fondo de la estancia, la silueta del cuerpo desnudo de una mujer que invita al protagonista: “Charles, ven a jugar” (fotograma 2); elocuente imagen de la existencia de un espacio de lo prohibido oculto siempre

Sin techo ni ley

Hay pocas películas de tono tan sombrío y desesperanzado como el de Sin techo ni ley, crónica de los últimos días de vida de Mona Bergeron (impresionante trabajo de Sandrine Bonnaire), una auténtica outsider que deambula por un escenario agreste habitado por seres instalados en la insatisfacción permanente. Porque si el nihilista comportamiento de la protagonista suscita desazón, el reflejo que su actitud desvela en los personajes que se topan con ella aumenta ese sentimiento hasta el más profundo desasosiego.

Los ojos sin rostro

Segundo largometraje de George Franju (cofundador en 1937 de la Cinemateca Francesa junto a Henri Langlois), tras dirigir una decena de cortometrajes de carácter documental entre 1949 y 1957, Los ojos sin rostro es una obra de tono singular, que parte del relato policiaco para adentrarse poco a poco, pero de manera irremisible, en el género del fantástico, hasta convertirse en un fascinante film de horror que llegó a ser clasificado en su día por la célebre crítica del NY Times, Paulina Kael, como “la película de terror más elegante que se haya hecho jamás”.

 

L'Atalante

“No estamos en los barcos para gandulear.
No navegamos para descansar.
Pegados al timón hacemos malabares
por la sonrisa de una joven, que nos retiene y nos llama.
Y si el tiempo es duro, debemos resistir,
pues tenemos el corazón alegre por ser marineros.
Los jóvenes embarcados durante largo tiempo
tienen el cuello bronceado.
Y los ojos del color del viento,
los marineros se los robaron”

 

 

El último tango en París

Los rostros desfigurados de las pinturas de Francis Bacon que aparecen en los créditos iniciales de El último tango en París son premonitorios del mundo en descomposición por el que transita el protagonista, Paul (Marlon Brando). Un universo habitado por seres en proceso de degradación, tal como se evidencia en las siluetas distorsionadas que se nos muestran constantemente a través del lienzo deformante de espejos rotos y cristales translúcidos (fotograma 1 - una imagen que se erigirá en leitmotiv de la película).

El muelle (La Jetée)

Ven y mira

 

Situándose en un París post-apocalíptico arrasado por la III GM (fotograma 1), Chris Marker plantea, bajo apariencias distópicas, algunos de sus temas recurrentes: la imagen y la memoria, imbricados ambos, en una conexión que nos obliga a superar esas apariencias y a cuestionar el cine y su semántica como algo más que una mera herramienta de contenido narrativo.

 

Viaje a la luna

No es fácil llevar a cabo ejercicios críticos sobre el cine de los orígenes, aquel que manufacturaron los pioneros allá por los finales del siglo XIX y los albores del XX, y en el que primaba más la búsqueda de soluciones técnicas a problemas todavía no resueltos que una voluntad ficcional narrativa que aún carecía de códigos, mecanismos y fórmulas para un feliz desarrollo.

Círculo rojo

“Cuando dos hombres, incluso si lo ignoran, están destinados a encontrarse un día, cualquier cosa puede pasarles, y pueden seguir caminos divergentes, pero cuando llegue el día, inevitablemente serán reunidos en el círculo rojo”
Rama Krishna
 

Banda aparte

 “Siempre dejo espacio al azar. Me gusta mucho rodar escenas que cinco minutos más tarde podrían ser distintas, en las que los personajes no dirían lo mismo que cinco minutos antes, como sucede en la vida misma
Jean-Luc Godard
 

Al azar de Baltasar

La idea de Au hazard Balthazar proviene, como es habitual en Bresson, de Dostoievski: en El idiota, el príncipe Myshkin relata cómo, durante su periodo de convalecencia en Suiza, se recuperó de su enfermedad (una epilepsia que, después de los ataques, le sumía en una profunda atonía): “la circunstancia que la eliminó fue escuchar el rebuzno de un asno que se hallaba tendido en el suelo, en la plaza del mercado.

Al final de la escapada

À bout de souffle es una historia de amor atrapada en un film de género negro. Michel Poiccard (Jean-Paul Belmondo) pretende volver a acostarse con la bella Patricia (Jean Seberg) pero el destino le coloca una pistola en la guantera de un coche robado, y las pistolas, en una película de género negro, están para ser disparadas (“Es normal: los denunciadores denuncian, los ladrones roban, los asesinos matan, los amantes aman”), con lo que el pretendido amante se convierte en prófugo asesino.

El rayo verde (Comedias y proverbios, V)

“Tuve la idea de El rayo verde en octubre del 83 y la rodé en el verano del 84. Su génesis sólo duró, por tanto, un año, mientras que para otras películas ha podido durar hasta veinte. Mantuve una entrevista con Marie Rivière, grabándola con un magnetofón, en diciembre del 83. Es una película para la cual no he escrito nada. El estímulo vino de algo que había leído en un correo del corazón. Una mujer decía que se encontraba guapa, pero que los hombres no la miraban, aunque hacía todo lo posible para provocarlos. Esa situación me pareció trágica y divertida al mismo tiempo.

Nathalie Granger

Como en casi todas las películas que conozco de su filmografía, la trama argumental de Nathalie Granger, cuarto largometraje de Marguerite Duras, se puede resumir en apenas un par de líneas: en una vieja casa, Isabelle (Lucia Bosé) comparte con su amiga (Jeanne Moreau) su inquietud a causa del comportamiento rebelde de su hija Nathalie (Valerie Mascolo) y su dificultad para relacionarse con ella.

Boy meets girl

La convención formal utilizada en cine para originar, dar sentido y reflejar el sentimiento amoroso siempre ha sido la misma: se utiliza el rostro de los actores y plano-contraplano del efecto producido en su expresión que registra el conjuro. Si además de todo ello los actores que interpretan dicho sentimiento son figuras atractivas se consigue la sensación de verosimilitud en el espectador. Y si esto no es suficiente, se utilizan recursos musicales para que nos percatemos definitivamente de ello.

Mala sangre

Mala Sangre es una nueva entrega en forma de poema visual sobre la búsqueda infructuosa del amor en su concepción más idealizada: después de abandonar a Lise (Julie Delpy), Alex se echa en brazos de Anna, que a su vez está enamorada de Marc (Michel Piccoli), y le reprocha que no le corresponda de la misma manera (“Es absurdo, la vida nos reúne y tú…”), incapaz de asumir la no reciprocidad de sus sentimientos (“La primera vez que una chica se enamoró de mí pensé ‘Ya está, las chicas están enamoradas de mí’. Después lo dejamos, y ya no entendí por qué las que yo amaba no me amaban”).

La ceremonia

Entre las virtudes del cine de Chabrol, una de las más destacables es sin lugar a dudas su capacidad para ponernos frente al espejo. Los personajes de la mayor parte de sus películas, miembros de una burguesía acomodada de intachable ideología liberal-progresista, nunca son caricaturas exageradas sino que se muestran perfectamente reconocibles y nos permiten (nos obligan a) vernos reflejados en ellos, tanto en sus honorables virtudes como en sus velados defectos.

El desprecio

La misma trama opera a varios niveles. Una historia de desamor que se vincula con la integridad del artista y con la propia obra adaptada (La Odisea) en ese “cine dentro del cine“ (el triángulo amoroso protagonista evoca a Ulises, Penélope y Poseidón).

Hiroshima, mon amour

Hiroshima mon amour discurre en dos líneas, como las llama Esteve Riambau, “temporoespaciales”: el presente en Hiroshima y el pasado en Nevers. Dos situaciones delimitadas como sucede en otras películas de Alain Resnais, como Muriel (1963) o Stavisky (1973), que acaban por confluir en una explosión de memoria y olvido que permite, quizás, relacionar lo colectivo (bomba y guerra mundial) con el drama particular del personaje femenino (Emmanuelle Riva).

Cléo de 5 a 7

Cléo de 5 a 7 se abre con la imagen de una mesa sobre la cual una adivina está tirando las cartas del tarot a la protagonista, Florence (Corinne Marchand), una cantante que espera angustiada los resultados de unos exámenes médicos que teme que le confirmaran que padece un cáncer incurable. Serán las únicas imágenes en color de un film que se centrará en las dos siguientes horas de la vida de la protagonista, a la que acompañaremos en su deambular por el París de principios de la década de los 60, mientras espera el momento de conocer su diagnóstico.
 

Noche y niebla

Diez años después de la liberación del campo de concentración de Auschwitz, el 27 de enero de 1945, Alain Resnais regresa al escenario del horror para intentar captar los vestigios de uno de los episodios de mayor ignominia de la historia contemporánea. “Incluso un paisaje tranquilo, incluso una pradera con cuervos volando (…) puede convertirse en un campo de concentración”.

Caché

Georges Laurent (Daniel Auteuil), el presentador de un prestigioso programa de televisión sobre literatura, vive una vida perfectamente acomodada junto a su esposa, Anne (Juliette Binoche) y su hijo, Pierrot (Lester Makedonsky).

Llegada del tren a la estación de La Ciotat

Cuenta la leyenda que una fría tarde de enero de 1896, en una de las primeras sesiones cinematográficas de los hermanos Lumière en la oscura sala de un café parisino, el público se levantó aterrorizado de sus sillas ante la visión de una enorme locomotora aproximándose de manera inexorable hasta los límites de la pantalla. Mito o realidad, lo cierto es que el impacto que debió producir la imagen del monstruo ferroviario llegando a la estación de La Ciotat a los ojos de un público cinematográficamente virginal hubo de ser considerable.

Pickpocket

El significado o intención de los actos no se registra a priori por el guion o la forma cinematográficas sino que se revela o se descubre en el devenir de la filmación. Puede suceder o no suceder, pero es el sentido del acto de filmar. Robert Bresson es el cineasta aventurero. Aventura no como tema que se plasma en la película para etiquetarla en un género sino aventura en el terreno del medio y fin cinematográficos. Aventura real y no aventura exhibida y fotografiada.

A nuestros amores

“¿No cree que se pueda morir de amor? El otro día me dijo que había amado. ¿Pero qué es el mundo? Debe despreciar a las mujeres que le aceptan tal como es y despiden al último amante para atraerle a sus brazos con los besos de otro en los labios”.
 

París, bajos fondos

En la historia del cinematógrafo hay pocas tragedias románticas en las que el peso de la mirada sea tan determinante como en ésta protagonizada por la prostituta Marie (Simone Signoret) y el rufián Georges Manda (Serge Reggiani) en el París de la Belle Époque recreado por Jacques Becker para su séptimo largometraje.

El año pasado en Marienbad

“… Toda esta historia ya terminó. Unos pocos segundos y se habrá helado para siempre, en un pasado de mármol, como este jardín tallado en la piedra, este hotel, con sus habitaciones ahora desiertas, este gente inmóvil y silenciosa, muerta quizá hace tiempo. Guardianes de los pasillos por los que avanzo a tu encuentro, entre renglones de rostros inmóviles, vigilantes, indiferentes. Mientras tú dudas, quizás, mirando fijamente la entrada de este jardín”
 

Rififi

Si por algo es recordado Rififi, segundo largometraje en el exilio de Dassin (tras la extraordinaria Noche en la ciudad) a causa de la penosa caza de brujas de Hollywood, es por la secuencia del robo de la joyería por parte de Tony le Stéphanois (Jean Servais) y sus secuaces: prácticamente treinta minutos sin diálogo en los que asistimos a la descripción pormenorizada de todos los pasos de la banda para cometer el golpe, desde que acceden al apartamento ubicado sobre la joyería hasta q

Playtime

En una de las primeras secuencias de Playtime vemos un plano con un grupo de turistas en primer término, a la derecha de la imagen. El grupo habla animosamente mientras un guía intenta hacerse seguir en dirección al autocar. De repente, un golpe seco llama la atención de los turistas (y del espectador) que callan de golpe y se vuelven para descubrir a M. Hulot, al fondo de la imagen, recogiendo su paraguas del suelo.

Las vacaciones de M. Hulot

"Lo que me divierte, es pensar lo que le debe estar diciendo a lo lejos un agente al automovilista que acaba de pasarse un semáforo en rojo. No es su diálogo lo que me hace reír, sino precisamente el hecho de no escuchar nada. Y si le añado diferentes pasajes de gente que se detiene, mira, escucha, con sus diversas reacciones, o que se ven obligados a dar un rodeo  para evitar el tumulto, son estas múltiples situaciones lo que me hace reír"
Jacques Tatí
 

El salario del miedo

El microcosmos de esta película es una babel turbulenta donde franceses, hispanos, italianos, norteamericanos y alemanes se toleran con dificultad, atrapados en un pueblucho marginado llamado Las Piedras del que no pueden escapar: no hay trabajo, no hay dinero, hay deudas con la justicia en otro sitio.

La ronda

Que Ophüls es una de los más grandes formalistas de la historia del cinematógrafo es algo que se puede corroborar con cualquiera de sus películas, pero quizá más que en ninguna en esta formidable traslación a la pantalla de la obra teatral de Arthur Schnitzler, cuyo periplo en los escenarios, desde el momento de su publicación hasta finales del siglo pasado fue poco menos que accidentado: escrita en 1897 pero no publicada hasta 1903, fue el propio autor el que impidió su representación teatral hasta después de 1918 debido a los virulentos atraques que sufrió el texto por su contenido sexual

Un condenado a muerte se ha escapado

La imagen que da inicio a la película es tan tímida que tenemos ganas de cerrar los ojos por temor a que se deshaga frente a nosotros. Es el plano general de una cárcel y sobre él, unas letras aún más tímidas nos señalan que lo que vamos a ver es una historia de la vida real (fotograma 1). Robert Bresson escribió y firmó esas palabras con su puño y letra, con una caligrafía temblorosa, casi infantil.

A pleno sol

Cuando Marge Duval (Marie Laforêt) recibe la supuesta carta del finado Philippe Greenleaf (Maurice Ronet) anunciándole su ruptura, antes que desconsolada, la joven se muestra contrariada por el tono frío y distante del texto mecanografiado por su asesino y suplantador Tom Ripley (Alain Delon): “es anodino, insípido, es peor que si estuviera muerto”, comenta extrañada la joven sin saber que, en realidad, está describiendo a la perfección el carácter del protagonista de esta extraordinaria adaptación de la no menos sobresaliente novela de Patricia Highsmith.

La mamá y la puta

Paisaje después de la batalla. Los personajes de La maman et la putain se nos presentan como herederos de las revueltas de Mayo del 69, quizá protagonistas, en todo caso, supervivientes de un movimiento del que Eustache nos muestra sus consecuencias con una mirada en absoluto complaciente.