Título Original: Stalker / Año: 1979 / País: URSS / Productora: Mosfilm Studios / Duración: 161 min. / Formato: Color - 1.37:1
Guión: Arkadiy Strugatskiy, Boris Strugatskiy, Andrei Tarkovsky / Fotografía: Aleksandr Knyazhinsky, Georgi Rerberg / Música: Eduard Artemev
Reparto: Aleksandr Kaidanovsky, Anatoly Solonitsyn, Nikolai Grinko, Natalya Abramova, Alisa Freyndlikh, Faime Jurno, Raymo Rendi
Fecha de estreno: mayo 1979 (URSS) - 17/04/1980 (Holanda) - 13/05/1980 (Cannes Film Festival)
“¿Qué ocurrió entonces? ¿Cayó un meteorito? ¿Fue una visita de habitantes del infinito cósmico? Sea de una forma u otra, pero en nuestro pequeño país surgió el mayor de los milagros: la Zona. Enviamos enseguida tropas para allá, pero éstas no regresaron. Entonces rodeamos la Zona con cordones de policía. Seguro que actuamos correctamente. Aunque, no sé...”
El texto inicial de Stalker nos describe a través de las palabras de un científico la situación de partida del quinto largometraje de Andrei Tarkovsky: en un país y tiempo indeterminado surge por causas desconocidas un lugar con extraños poderes, al que llaman la Zona, capaz de hacer que se cumplan todos los deseos pero del que se dice que nadie que ose adentrarse en él por su propia cuenta consigue regresar con vida.
El paralelismo del planteamiento del film con la situación de la Unión Soviética de la época en la que se rueda el film es evidente: situada en un escenario bajo permanente vigilancia policial y prácticamente en ruinas, de edificios abandonados y calles encharcadas que Tarkovsky retrata con una inquietante fotografía de tonos grises (que no blanco y negro) con la que consigue transmitir de manera casi física la desolación del lugar y de sus habitantes (fotograma 1), la aparición de la Zona supone para los habitantes una posibilidad de huida, aunque sea en forma de ideal inalcanzable, del mismo modo que para las autoridades es vista como un peligro para la estabilidad del sistema.
“Se difundió el rumor de que en la Zona hay un lugar donde se cumplen todos los deseos. Naturalmente, custodiaron la zona. Pues. ¡a saber qué deseo puede tener cada cual!” le explica el Profesor (Nikolay Grinko) al Escritor (Anatoliy Solonitsyn) mientras esperan la llegada del Stalker (Aleksandr Kaydanovskiy) que les ha de conducir clandestinamente a la Zona. Antes, al inicio del film, hemos presenciado la discusión del protagonista con su mujer (Alisa Freyndlikh), que le recrimina que no haga un trabajo “normal”, en lugar de arriesgarse a volver a la cárcel por violar el espacio prohibido de la Zona. “Dios mío, la cárcel. ¡Si en todas partes me siento como en la cárcel!”, es la elocuente respuesta del Stalker antes de partir al encuentro del Profesor y del Escritor para conducirlos a la Zona.
Después de burlar la vigilancia policial, los tres protagonistas inician su viaje a bordo de un pequeño motorriel, situación con la que Tarkovsky nos brinda uno de los primeros momentos memorables del film: mientras vemos una lenta sucesión de primeros planos del rostro de los personajes observando en silencio el paisaje, el acompasado sonido del motorriel avanzando sobre la vía se funde con la fascinante banda sonora de Eduard Artemev para plasmar el inquietante y largo recorrido hacia Zona (fotograma 2). Un recorrido que culmina formalmente con la irrupción del color en los planos del paisaje al llegar a la Zona, en una clara imagen para reflejar la incursión en un paraje al margen del opresivo escenario que la rodea. (Hay otro momento, inmediatamente posterior a la llegada a la Zona, en el que Tarkovsky consigue transmitir el poderoso influjo de lo sobrenatural cuando, justo antes de emprender la marcha, el espacio en el que se encuentran los tres personajes se ve repentinamente iluminado por un destello solar, momento en que el Stalker indica el inicio de la marcha a sus acompañantes: casual o premeditado, un instante que se erige como uno de los pequeños “milagros cinematográficos” de la película – fotograma 3).
Pero, por encima de un viaje en busca de un espacio de libertad físico, Stalker plantea la búsqueda de una liberación interior, o más propiamente espiritual, y así, la Zona se erige más como un espacio psicológico, configurado a partir de los miedos y los anhelos de sus visitantes antes que por su constitución geológica, tal como les advierte el Stalker a sus acompañantes poco después de emprender la marcha: “la Zona es un sistema muy complejo. Con sus trampas, todas mortales. No sé qué pasa aquí cuando no hay ningún ser humano. Pero basta que entren personas para que todo se ponga en movimiento. Desaparecen las trampas viejas y aparecen nuevas. Lugares que eran seguros se hacen intransitables. El camino se pone fácil o complejo hasta lo imposible. Esto es la Zona. Quizá parezca caprichosa. Pero ella es tal y como la hace el estado del ser humano”.
La Zona es, de este modo, un escenario mental que se manifiesta en función (o a través) de un necesario acto de fe de sus visitantes, algo que justamente el Stalker recrimina en la actitud de sus acompañantes, personajes que acuden a la Zona con una predisposición y motivaciones que van del escepticismo del Escritor hasta la actitud conspiradora del Profesor (cuya oculta pretensión es la de hacer volar por los aires la Zona, para evitar que “caiga en malas manos”).
Hay, sin embargo, momentos en los que el poderoso magnetismo de la Zona parece vencer el posicionamiento materialista de los acompañantes: lo vemos cuando el Escritor, después de abandonar temerariamente el ritual con el que el Stalker señala el camino por el que deben adentrarse en la zona (con la bella imagen de las estelas de tela anudadas a las tuercas que el Stalker lanza para marcar el itinerario), regresa finalmente junto a sus dos acompañantes tras sentir una especie de temor sobrenatural al enfrentarse en solitario a la Zona; y más adelante, cuando antes de avanzar por el misterioso túnel que les ha de conducir a la estancia en la que se cumplen todos los deseos (fotograma 4), será el propio escritor quien instará al Stalker a lanzar una de sus tuercas “por si acaso”; o, por supuesto, en la secreta intención del Profesor de dinamitar la Zona (una actitud con la que el representante del poder científico parece dar crédito a un fenómeno para el que no es capaz de ofrecer una explicación racional).
Pero, más allá de temores y deseos, el poder de la Zona se manifiesta únicamente a través de un profundo acto de fe a todas luces inaudito en los acompañantes del Stalker. Tal como el protagonista se lamenta ante su mujer a su regreso: “Nadie cree, no sólo esos dos. Nadie. ¿A quién puedo llevar allá? Lo más terrible es que esto no le hace falta a nadie. A nadie le hace falta ese cuarto”. O, en palabras del propio Tarkovsky: “La moderna cultura de masas, pensada para el ‘consumidor’, mutila las almas, cierra al hombre cada vez más el camino hacia las cuestiones fundamentales de su existencia, hacia el tomar conciencia de su propia identidad como ser espiritual”.
David Vericat
© cinema esencial (septiembre 2014)
----------------------------------------------
VER EN FILMIN
----------------------------------------------
Comentarios
Interesantísimo comentario,
Muchas gracias, Francisco! Si