Yo anduve con un zombie

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Yo anduve con un zombie
Director:
Jacques Tourneur

Título Original: I Walked with a Zombie / Año: 1943 / País: Estados Unidos / Productora: RKO / Duración: 69 min. / Formato: B/N - 1.37:1
Guión: Curt Siodmak & Ardel Wray (Historia: Inez Wallace) / Fotografía: J. Roy Hunt / Música: Roy Webb
Reparto: James Ellison, Frances Dee, Tom Conway, Edith Barrett, Christine Gordon, James Bell, Richard Abrams, Teresa Harris, Darby Jones
Fecha de estreno: 21/04/1943 (NY)

Si hay algo por lo que destaca un film como Yo anduve con un zombi es por su manera de abordar el género fantástico mediante una puesta en escena que juega sus mejores bazas en la sugerencia y la evocación frente al vacuo exhibicionismo que encontramos en buena parte de las aproximaciones contemporáneas al género. Donde hoy en día imperan los efectos digitales para hacer evidente (casi tangible) lo imaginario, Tourneur utilizaba recursos tan denostados en nuestros días como el fuera de campo, la oposición entre luz y sombra o el uso del sonido como elemento sugeridor para crear atmósferas absolutamente fascinantes en las que lo fantástico nunca se presenta como una evidencia (oxímoron en el que caen muchas películas en la actualidad) sino que aflora como algo incierto y, por lo tanto, inquietante y perturbador.
 
Ya el mismo título del film es ambiguo y sugerente, al igual que la voz en off con la que se inicia la película: “Yo anduve con un zombiafirma la protagonista, Betsy Connell (Frances Dee). Y prosigue: “Parece extraño. Hace un par de años no sabía ni que eran los zombis. Pensaría que eran extraños y aterradores, y algo divertidos. Todo empezó con normalidad…”. Y mientras escuchamos estas palabras, en la pantalla, un bellísimo plano de una playa con la misteriosa imagen, a lo lejos, de Betsy caminando por la orilla junto al dios Carre-Four (el misterioso guardián del Houmfort, como veremos más adelante – fotograma 1). ¿Cuál es el verdadero sentido de esta imagen? ¿Acaso sea la proyección de un sueño de la protagonista o tuvo lugar realmente ese paseo junto al misterioso Carre-Four? Preguntas que el film dejará abiertas para que sea el espectador quien sugiera la respuesta.
 
Tras la secuencia prólogo en la que vemos a Betsy en la entrevista para conseguir el trabajo de enfermera al servicio de la familia Holland, el film nos muestra a la protagonista a bordo del velero que la conduce hasta la isla antillana de San Sebastian, un territorio bajo el dominio de la mencionada familia, cuyos antepasados fueron los responsables de poblar la isla con los esclavos que trajeron “encadenados en el fondo del barco”, tal como le relatará el cochero a la protagonista durante el trayecto hasta la mansión de los Holland.
 
“Aquí no hay belleza, sólo muerte y descomposición” le espeta Paul Holland (Tom Conway) a Betsy, cuando ésta contempla embelesada el brillo del mar a la luz de la luna desde el velero. Y una vez en tierra firme, para explicarle las razones del llanto de una indígena al dar a luz, le insiste: “Durante generaciones vieron la vida como una carga. Por eso lamentan los nacimientos y celebran los entierros. Se lo dije, este lugar es triste”. Una tristeza que pesa como una condena sobre toda la familia descendiente de los esclavistas, y que se manifiesta de la manera más terrible en la extraña enfermedad que padece la esposa de Paul, Jessica Holland (Christine Gordon), un ser en permanente estado sonámbulo (o acaso un muerto viviente) como consecuencia de un ataque de fiebres tropicales, que Betsy deberá cuidar en su cometido como enfermera.
 
Ya desde la primera noche de Betsy en la hacienda de los Holland, Tourneur va introduciendo los elementos que generan esa atmósfera onírica que va a dominar toda la película: las sombras en la habitación de la protagonista, el lejano sonido de los tambores, el rumor de la vegetación agitada por el viento… hasta culminar con la secuencia en la que Betsy sale al encuentro de Jessica, a la que descubre por primera vez deambulando fantasmagóricamente por el exterior de la mansión (una magnífica escena de horror que Tourneur resuelve con el único recurso de la iluminación).
 
Pero, además de una extraordinaria película de género fantástico, Yo anduve con un zombie propone también una historia cargada de romanticismo en la que la protagonista se verá arrastrada por el torbellino de sentimientos que le provoca la figura de Tom Holland (“Había crueldad y dureza en su voz. Sin embargo, hubo algo en él que me gustó. Algo limpio y sincero. Pero estaba herido, gravemente herido”, confiesa Betsy tras su primer encuentro con Tom). Un torbellino que Tourneur plasma de manera magistral en la secuencia en la que, tras escuchar de Tom la confesión sobre su tormentosa relación con su esposa Jessica (enamorada del hermanastro de éste, Wesley - James Ellison -  con quien planeaba fugarse justo antes de caer enferma), vemos a Betsy sobre un arrecife, literalmente engullida por un mar embravecido que rodea su silueta (fotograma 2).
 
Llevada por su deseo de confortar al hombre al que ama, Betsy conducirá en secreto a Jessica al Houmfort, el lugar sagrado en el que los indígenas practican sus rituales de vudú, con la esperanza de poder encontrar un remedio para su dolencia. Es aquí, cuando la película alza definitivamente el vuelo, ofreciendo un torbellino de fascinantes imágenes que se encuentran en la cumbre del género fantástico: desde el travelling en el que seguimos a las dos mujeres abandonando la vivienda (el mundo de lo real) para, a través de un sendero de vegetación cada vez más frondosa, acabar desapareciendo tras la oscura entrada de un viejo muro de piedra (el mundo de lo fantástico); pasando por el fantasmagórico trayecto hacia el Houmfort a través de los campos de cañas de azúcar, con las marcas de lo sobrenatural que van encontrando en el mismo (el cráneo de un animal sobre un poste, el cadáver de un perro colgado, la calavera humana en el suelo y, finalmente, la inquietante figura del dios Carre-Four – fotograma 3); para finalizar con los rituales de vudú de los indígenas que presencian a su llegada al Houmfort (rituales que, esta vez, Tourneur rueda con un estilo muy cercano al documental), en donde Betsy descubrirá con sorpresa que la gran hechicera de los indígenas no es otra que la madre de Tom y Wesley, la Sra. Rand (Edith Barrett), quien, tras la muerte de su marido, comprendió que la única manera que tenía de poder influir en la población era hacer “que los dioses hablaran a través” de ella.
 
El intento de Betsy, sin embargo, no hace más que despertar las oscuras fuerzas del más allá, y una vez de regreso a la vivienda de los Holland, el cuerpo de Jessica es reclamado por los hechiceros del Houmfort (en una magistral secuencia en la que contemplamos el maligno influjo sobre la joven a través del ritual de vudú con una muñeca), secuencia que dará paso de nuevo a un puñado de momentos memorables, entre los que cabe destacar la irrupción del dios Carre-Four en la vivienda de la familia, la espectral salida de Jessica respondiendo a la llamada de los tambores, o el hermoso plano final en el que, después de haber liberado a Jessica del hechizo, Wesley se adentra en el océano con el cuerpo sin vida de la joven en brazos, en busca del eterno reposo (fotograma 4).
 
En estos tiempos de miseria cinematográfica dominados por la obviedad, la redundancia y el subrayado, revisar un film como Yo anduve con un zombi supone casi una experiencia purificadora.
 
David Vericat
© cinema esencial (mayo 2014)
 
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VÍDEOS: 
Trailer (V.O.I.)

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