Nanook, el esquimal
“Esta historia se refiere a la vida de un tal Nanook (el oso), su familia y un pequeño grupo de seguidores, los ‘Itivimuits’ de Hopewell Sound, Ungava del Norte. Gracias a su amabilidad, fe y paciencia se hizo esta película”
“Esta historia se refiere a la vida de un tal Nanook (el oso), su familia y un pequeño grupo de seguidores, los ‘Itivimuits’ de Hopewell Sound, Ungava del Norte. Gracias a su amabilidad, fe y paciencia se hizo esta película”
La primera vez que vemos a Apu (Subir Banerjee) ya como niño (después de haberlo visto en el prólogo de la película como bebé) lo hacemos en el momento en que su hermana Durga (Uma Das Gupta) le despierta para hacerle ir a la escuela. Y lo primero que vemos del joven protagonista es uno de sus enormes ojos asomando por el orificio de la manta que le cubre totalmente, elocuente y bellísima presentación del personaje a través de cuya mirada se va a vertebrar la narración de este emotivo poema sobre la vida y la muerte que supuso la irrupción de Satyajit Ray en el panorama cinematográfico con la primera entrega de una de las más fascinantes y hermosas trilogías de la historia del séptimo arte.
Si las imágenes iniciales de la extraordinaria Primavera tardía (1949) nos mostraban la vegetación alrededor de una pequeña estación de tren mecida por la suave brisa, El sabor del sake, revisión de la anterior y última película de Yasujiro Ozu, se abre con el plano de unas enormes chimeneas industriales (fotograma 1) que será recurrente a lo largo del filme y que tomará el relevo de los planos de ropa tendida tan característicos en la filmografía del director.
“El poder. Los intereses del poder; ese sí que es un tema que me apasiona. Porque lucho contra el poder. Mi problema, en la industria cinematográfica e incluso en el mundo cultural, es que piso los terrenos de gente que controla lo que querría controlar yo. Es la historia de siempre. Y naturalmente este tema me obsesiona”
Francis Ford Coppola
Igual que en la posterior El hombre que mató a Liberty Valance con respecto a la desaparición del salvaje oeste ante la irrupción de la ley y el orden impuestos por los nuevos tiempos, hay en ¡Qué verde era mi valle! un llanto sereno y resignado por un mundo de viejos valores que debe ceder paso irremisiblemente a una nueva época marcada por las reivindicaciones laborales y sociales frente a la opresión económica y religiosa de principios del pasado siglo.
“La vida pasa tan rápidamente que pocos nos paramos a pensar en aquellos que han perdido el ritmo del tiempo. Ni siquiera comprendemos sus risas y sus lágrimas, pues no existe ninguna magia que pueda unir en perfecta comprensión a jóvenes y mayores. Hay un abismo entre nosotros que sólo puede cerrarse con las palabras de un gran sabio: ‘honrarás a tu padre y a tu madre’ “
La historia del cine nos ha ofrecido muchas maneras de acercarse al mundo de la infancia, ya sea desde un prisma autobiográfico-social, como en Los 400 golpes, de François Truffaut; incidiendo en su comportamiento más cruel, como en Viento en las velas, de
Como tantas otras películas de Ozu, Cuentos de Tokio arranca con unos planos exteriores atendiendo siempre a los mismos motivos (fotograma 1): un tren surcando el horizonte, tejados de edificios en la ciudad, ropa tendida al viento, unos escolares caminando por la calle. Es el prólogo que el director repite incansablemente en cada una de sus películas, de la misma manera que su personalísima puesta en escena (focal fija de 50mm, cámara a ras de suelo, uso del campo/contracampo) marca formalmente toda su obra. Se trata, como dice Ozu, de observar los detalles más cotidianos de la manera más simple y natural posible para llegar a transmitir la esencia de la vida.
Los títulos de presentación de Isn't life wonderful nos advierten de que nos encontramos ante una obra en la que “no hay acciones trepidantes ni melodramas desaforados”, muy alejada por tanto de las producciones de gran formato más célebres del director. Situada en la Alemania devastada tras el armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial, la película se centra en la lucha por la supervivencia de una familia de refugiados polacos que son trasladados a Berlín, una ciudad asolada por el hambre, la miseria y la falta de trabajo. Y es justamente ese tono alejado del gran melodrama y centrado en los pequeños detalles que describen la dura cotidianidad de la familia protagonista, lo que confiere su mayor atractivo a la película.