Isn't Life Wonderful

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Director:
David W. Griffith

Título Original: Isn't Life Wonderful / Año: 1924 / País: Estados Unidos / Productora: D.W. Griffith Productions / Duración: 115 min. / Formato: BN - 1.33:1
Guión: D.W. Griffith / Fotografía: Hendrik Sartov, Harold S. Sintzenich
Reparto: Carol Dempster, Neil Hamilton, Erville Alderson, Helen Lowell, Marcia Harris, Frank Puglia, Hans Adalbert Schlettow, Paul Rehkopf, Walter Plimmer
Fecha estreno:  23/11/1924 (premiere) / 05/12/1924 (USA)

Los títulos de presentación de Isn't life wonderful nos advierten de que nos encontramos ante una obra en la que “no hay acciones trepidantes ni melodramas desaforados”, muy alejada por tanto de las producciones de gran formato más célebres del director, ya sea en su versión más épica (El nacimiento de una nación, Intolerancia) o melodramática (Las dos tormentas, Lirios rotos). Situada en la Alemania devastada tras el armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial, la película se centra en la lucha por la supervivencia de una familia de refugiados polacos que son trasladados a Berlín, una ciudad asolada por el hambre, la miseria y la falta de trabajo. Y es justamente ese tono alejado del gran melodrama y centrado en los pequeños detalles que describen la dura cotidianidad de la familia protagonista, lo que confiere su mayor atractivo a la película.
 
Tal como se explica igualmente al inicio de la película, Griffith no está interesado en plasmar las causas de la situación de pobreza del momento histórico, sino que concentra su mirada en las consecuencias de ésta sobre la familia protagonista. Únicamente dos breves referencias a los responsables de la debacle: la primera, sobre un plano general del campo de batalla en el que, tras mostrar a los soldados en el frente, se menciona a “los autócratas que gobiernan” y a “los especuladores que se enriquecen” como a los grandes beneficiarios de la guerra; la segunda, poco después, con la iconoclasta imagen de la abuela de la familia (Helen Lowell) rasgando un retrato del emperador Guillermo II (fotograma 1).
 
Previamente, Griffith nos presenta a los componentes de la familia a los que, tras llegar a Berlín como refugiados (“la cosecha de la guerra”), encontramos esperando que les sea asignado un barracón donde alojarse: la abuela, el profesor (Erville Alderson), una tía (Marcia Harris), el hijo menor, Theodor (Frank Puglia), y la joven Inga (Carol Dempster), una huérfana acogida como uno más de los miembros del núcleo familiar, unida sentimentalmente al primogénito Paul (Neil Hamilton), veterano de guerra que regresa al hogar aquejado por una grave enfermedad por los efectos del gas venenoso a los que se expuso en el frente.
 
La relación entre Inga y Paul será el eje principal sobre el que avanza la narración: los cuidados del convaleciente Paul a cargo de Inga (magnífica la secuencia en la que la joven disimula su desnutrición colocándose dos algodones en el interior de los pómulos para convencer a Paul de que debe comer para llegar a estar como ella, y simulando seguidamente que unta algo en el pan que en realidad ofrece como único alimento a su amado); su compromiso matrimonial en secreto (y la reacción negativa de la familia en el momento de anunciarla); Inga haciendo cola ante un comercio de carne y viendo con desesperación cómo la inflación hace subir por momentos el precio del producto hasta que tiene que desistir de comprarla (en una de las más celebradas secuencias de la película); la adquisición por parte de Paul de una parcela para cultivar patatas y empezar a construir una pequeña vivienda para la pareja; la primera cosecha que, coincidiendo con el obsequio que recibe Theodor por parte de unos adinerados clientes del restaurante en el que trabaja (un lote de salchichas), les permite preparar lo que, tras meses alimentándose únicamente a base de nabos, es recibido como un auténtico festín familiar, …
 
Una relación, la de la pareja protagonista, que sorprende por la fisicidad con la que es plasmada (abundan los planos en los que se abrazan o se besan apasionadamente – fotograma 2) y que dará pie a algunos momentos que nos remiten al posterior cine de Ford (la abuela ofreciendo a Inga el vestido de novia con el que se casó); Capra (la familia invitando al resto de vecinos del inmueble al banquete – fotograma 3) - el cual, no por casualidad, parafrasearía el título de la película de Griffith en la espléndida ¡Qué bello es vivir! - o, si se me permite la osadía, al Truffaut de Jules et Jim o al Godard de Bande à part (el delicioso plano de Inga, Paul y Theodor regresando alegremente a casa para preparar el banquete – fotograma 4), antes del fatídico desenlace en el que un grupo de hombres desesperados por el hambre asalta a la pareja para robarle la cosecha de patatas que están transportando (“¡Sí, somos alimañas. Años de guerra e infierno nos han convertido en alimañas!”) y que culminará con el plano final de los dos protagonistas celebrando una vez más, y pese a todo, el amor que les une frente a la adversidad con la proclama que da título a la película.
 
David Vericat
© cinema esencial (Abril 2017)

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