Título Original: Accattone / Año: 1961 / País: Italia / Productora: Alfredo Vini & Cino del Cuca / Duración: 116 min. / Formato: B/N - 1.37:1
Guión: Pier Paolo Pasolini & Sergio Citti / Fotografía: Tonino Delli Colli / Música: J.S. Bach
Reparto: Franco Citti, Silvana Corsini, Franca Pasut, Paola Guidi, Adriana Asti, Mario Cipriani, Roberto Scaringella, Adele Cambria
Fecha de estreno: 31/08/1961 (Festival de Venecia)
“Me tomó el ángel de Dios, y el del infierno
gritaba: ¡Eh, tú, del Cielo! ¿por qué me privas?
Tú de éste te llevas lo eterno
por una lagrimita me lo quitan”
Los versos de La Divina Comedia citados al principio de Accattone son reveladores acerca de la intencionalidad de Pier Paolo Pasolini a la hora de acometer su sorprendente ópera prima: nos encontramos ante un film que centra su atención sobre los habitantes de los suburbios de la gran urbe (personajes que serán, a partir de esta primera película, los protagonistas de la mayor parte de la filmografía del director), un submundo poblado por indigentes, ladronzuelos, delincuentes, desempleados, chulos y prostitutas, a los que Pasolini retrata de manera cruda y sin concesiones, pero sobre los que el director no establece ningún tipo de juicio moral, antes bien sugiere una última posibilidad de salvación más allá de las miserias de la vida terrenal (“tú de éste te llevas lo eterno, por una lagrimita me lo quitan”). Una idea que pone de manifiesto la compleja ideología de un director que, definiéndose como ateo, abordó obsesivamente la idea de lo espiritual como vehículo de redención y de liberación del alma humana.
Accattone (Franco Citti), es un proxeneta que malvive a costa de Maddalena (Silvana Corsini), una prostituta a la que el protagonista trata sin ningún escrúpulo después de haber conseguido que su anterior chulo acabara entre rejas. Estamos probablemente ante uno de los protagonistas más detestables de la historia el cine, un ser egoísta, mentiroso, pendenciero, estafador y desaprensivo que no dudará en denunciar a Maddalena para salvar el pellejo ante los mafiosos que se presentan a rendir cuentas de parte de Ciccio (el antiguo proxeneta en prisión) o en robarle una cadena a su propio hijo a fin de conseguir el dinero que necesita para agasajar a la joven Stella (Franca Pasut), una compañera de trabajo de su esposa a la que fuerza a iniciarse en la prostitución en sustitución de Maddalena (que también acaba encerrada en la cárcel por culpa del protagonista).
Este proceso de degradación moral del personaje es mostrado por Pasolini, como ya se ha apuntado, de la manera más neutra posible, recogiendo la herencia de una mirada neorrealista que parece sugerir la idea de un determinismo que condiciona la actitud del protagonista. Accattone aparece así como un personaje condenado desde el inicio, un ser que ha vendido su alma al diablo, tal como parece advertirle uno de los colegas al que el protagonista pretende venderle su anillo: “Oye lo que dice el profeta: Hoy vendes el anillo, mañana la cadena. En 7 días, el reloj. Y en 77 días no tendrás ni ojos para llorar”. En este sentido, hay en Accattone una especie de inconsciencia moral que sitúa al personaje al margen de cualquier disyuntiva entre el bien y el mal, entre lo correcto y lo condenable, a no ser por una intento de expiación casi instintivo que se produce tras cometer cada nuevo acto éticamente reprobable, como vemos en la imagen del protagonista lavándose el rostro tras acusar a Maddalena ante los jóvenes mafiosos o, más adelante, en el sobrecogedor plano en el que, tras dejar a Stella en manos de su primer cliente, Accattone se cubre el rostro con una máscara de arena en un acto de transfiguración con el que parece querer ocultar su culpa ante el mundo (fotograma 1).
Justamente será a partir de este momento cuando se aprecia en el protagonista una mínima evolución moral provocada por sus sentimientos hacia Stella. Y así, arrepentido por haber obligado a la joven a prostituirse, Accattone intenta redimirse aceptando un trabajo para que Stella no tenga que volver a hacer la calle. Pero, presionado por un entorno implacable (“¡Pobre Accattone, está acabado!” les espetan sus compinches al verle de camino a su nuevo puesto de trabajo), el protagonista desistirá muy pronto en su empeño y se verá engullido de nuevo por el submundo que condiciona y determina su existencia, tal como Pasolini nos muestra en la extraordinaria y premonitoria secuencia onírica en la que se nos desvela el trágico destino del personaje (al que vemos primero caminando en un frágil equilibrio sobre la barandilla de un puente, y más tarde asistiendo a su propio entierro, para acabar rogándole al enterrador que cave su fosa “donde hay un poco más de luz” – fotograma 2).
Será, como se ha dicho, el presagio del fatal destino del protagonista, que encontrará la muerte en un accidente de motocicleta huyendo de la policía tras un golpe fallido, en una acción que Pasolini sitúa significativamente en el fuera de campo de la escena.
“Ahora estoy bien”, acierta a pronunciar Accattone justo antes de fallecer (fotograma 3), reafirmando un sentimiento de liberación final, mientras uno de sus cómplices, con las manos esposadas, apenas puede hacer el gesto de santiguarse.
David Vericat
© cinema esencial (mayo 2014)
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