Dos en la carretera

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Dos en la carretera
Director:
Stanley Donen

Título Original: Two for the Road / Año: 1967 / País: Estados Unidos / Productora: 20th Century Fox / Duración: 111 min. / Formato: Color  - 2:35:1
Guión: Frederic Raphael / Fotografía: Christopher Challis / Música: Henry Mancini
Reparto: Audrey Hepburn, Albert Finney, Eleanor Bron, William Daniels, Nadia Gray, Claude Dauphin, Georges Descrières, Jacqueline Bisset, Judy Cornwell, Irène Hilda, Dominique Joos
Fecha estreno: 27/04/1967 (NY)

Resulta elocuente comparar Dos en la carretera, uno de los títulos sobre las vicisitudes de la vida matrimonial más celebrados de la cinematografía norteamericana, con, por ejemplo, la amarga aproximación que hiciera Ingmar Bergman a la misma temática en la extraordinaria Secretos de un matrimonio. Ya no por el tono radicalmente opuesto de ambas películas sino, sobre todo, por la enorme distancia entre sus respectivas propuestas formales: mientras Bergman encierra literalmente a sus protagonistas, no sólo entre las paredes de las distintas habitaciones en las que conviven, sino también mediante la puesta en escena a base de los opresivos, casi asfixiantes, primeros planos con los que construye su película, Stanley Donen propone como escenario de su particular disección de su pareja protagonista las carreteras a través de las que se desplazan a lo largo de los años, en un recurso con el que, además de la evidente alusión alegórica al discurrir de la vida (las diferentes rutas como imagen de las distintas etapas por las que transcurre la vida matrimonial), parece querer dejar claro el carácter innegociable de una de las máximas de la cinematografía hollywoodiense: la necesidad del movimiento como elemento intrínseco de toda película (motion picture). Sólo que en este caso, y ante la imposibilidad de poder hacer bailar a sus protagonistas (no olvidemos que estamos ante uno de los grandes nombres del cine musical), el director los arroja literalmente a la carretera para perseguir con su cámara su recorrido vital como si de una interminable coreografía se tratara (fotograma 1).
 
Con esta situación de partida, la estructura narrativa del filme es tan sencilla como efectiva: construido a base de continuos saltos temporales en avance o retroceso (entrelazados con falsos racords en los que los personajes parecen cruzarse en el camino con ellos mismos en distintas etapas de su vida en pareja), Donen presenta con ejemplar dinamismo las distintas fases por las que transcurre la relación de Joanna (Audrey Hepburn) y Mark (Albert Finney), desde el enamoramiento inicial a raíz de su primer encuentro hasta la temida monotonía después de los años de convivencia, pasando por los sempiternos episodios de dudas, desavenencias, infidelidades y reconciliaciones.
 
La relación de los distintos episodios es extensa, pero cabe destacar los principales que  conforman la estructura principal de la película: 1) el primer encuentro de Joanna y Mark en Francia (ella de vacaciones con un grupo de jóvenes estudiantes; él viajando para ampliar sus conocimientos de arquitectura) y su enamoramiento a raíz del viaje en autostop que emprenden juntos después de que las compañeras de Joanna caigan enfermas por una epidemia de varicela (razón por la cual Mark se ve obligado a descartar a su primera elección, la bella Jackie – Jackeline Bisset –, y a cargar con la compañía de Joanna); 2) su primer viaje como recién casados, junto a la irritante familia Manchester (padre, madre e hija, a cada cual más insufrible); 3) las primeras vacaciones con coche propio (con un primer reproche velado al egoísmo de Mark que Joanna no puede evitar mencionar en sus recuerdos: “El viejo MG… ¿en cual de mis cumpleaños te lo regalaste a ti mismo?”); 4) un viaje de vacaciones junto a su hija Caroline, después de que seamos testigos de un episodio de infidelidad por parte de Mark y en el que se pone de manifiesto la etapa de desafección por la que atraviesa el matrimonio(“¿Te acuerdas cuando el sexo nos divertía?”); 5) un viaje de negocios para reunirse con el empresario Maurice Dalbret (Claude Dauphin), en casa del cual Joanna conoce a David (Georges Descrières), con quien tendrá una breve aventura amorosa; y 6) la asistencia de la pareja a una fiesta, de nuevo en casa de Maurice, con el reencuentro de Joanna y David que Mark, corroído por los celos, interpreta erróneamente como una nuevo flirteo de su esposa, con la consiguiente nueva disputa conyugal durante el viaje de regreso. Episodios que se nos muestran segmentados y que se alternan, como ya se ha dicho, de manera no lineal (contrapunteados por otros pasajes más fugaces) para confeccionar un fresco en el que los encuentros y desencuentros de la pareja se suceden sin solución de continuidad.
 
“¿Qué clase de personas pasan horas sin tener nada que decirse?”, le reta Mark a Joanna, justo antes de subir a la habitación de un modesto hotel para pasar su primera noche juntos, ante la imagen de un matrimonio sentado en una mesa del restaurante sin cruzar una sola palabra. Una advertencia que Joanna recuerda como una maldición cuando, años más tarde, serán ellos mismos los que protagonicen la misma triste escena (fotograma 2). Ya en el mismo arranque del filme, la imagen de una ceremonia de boda que el matrimonio protagonista observa con seriedad desde su automóvil nos sitúa de lleno ante los peores presagios que escucharemos más adelante en boca del joven Mark: “No parecen muy felices”, señala Joanna con seriedad, a lo que Mark responde sarcástico, “¿Por qué iban a parecerlo? Acaban de casarse” (fotograma 3).
 
Donen juega con habilidad (y con algunas dosis de frivolidad, cabe decirlo) esta concatenación de momentos drásticamente antagónicos para evidenciar en qué manera la realidad puede ser diferentemente interpretada en función de la situación por la que atraviesa la pareja protagonista. Así, mientras cualquier inclemencia (unas severas quemaduras solares, el estruendo provocado por una línea de ferrocarril a escasos metros de la habitación de un hotel o el incendio del motor del automóvil en pleno trayecto – fotograma 4) es tomada casi como un motivo de diversión durante la etapa de enamoramiento,  el más mínimo incidente después de años de convivencia (el retraso en el servicio de la cena en un lujoso hotel) provoca automáticamente el conflicto, la discusión y el distanciamiento.
 
Con esta estructura narrativa, la conclusión se prevé ya desde el principio necesariamente abierta. Mark y Joanna se nos presentan (como tantos otros matrimonios) como una pareja condenada a sucesivos fracasos y sus consiguientes reconciliaciones, aunque éstas se adivinen cada vez más frágiles (“¿Cuánto tiempo va a durar esto, el fingir que somos felices?”) o directamente poco probables a causa del inevitable encorsetamiento provocado por la propia institución del matrimonio, tal como nos deja entrever el irónico diálogo final de la película, después de que Joanna le proponga a Mark hacer el amor en plena carretera, como acto de reconciliación de su enésima disputa (fotograma 5):
 
Mark: “Eres francamente inmoral”
Joanna: “¿Cómo voy a ser inmoral si estamos casados?”
Mark: “Pues vamos a tener que divorciarnos”
 
David Vericat
© cinema esencial (noviembre 2016)
 
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