Título Original: My Darling Clementine/ Año: 1946 / País: Estados Unidos / Productora: 20th Century Fox / Duración: 97 min. / Formato: BN - 1.37:1
Guión: Samuel G. Engel & Winston Miller / Fotografía: Joseph MacDonald / Música: Cyril Mockridge
Reparto: Henry Fonda, Linda Darnell, Victor Mature, Walter Brennan, Tim Holt, Ward Bond, Cathy Downs, Alan Mowbray, John Ireland, Grant Withers, Jane Darwell
Fecha estreno: 16/10/1946 (San Francisco, California)
"He conocido a Wyatt Earp. Fue el quien me contó la historia de O.K.Corral. Yo era entonces ayudante de dirección de mi hermano y rodábamos westerns. Los figurantes eran auténticos cowboys y eran verdaderos amigos de Wyatt Earp. Venía con frecuencia a verles y pude hablar con él. Temblaba al acercarme a él, tanto me intimidaba. Era un hombre bastante corpulento, muy avaro en palabras, de una calma sorprendente. No era un buen tirador, pero como era muy valiente, se acercaba mucho a su adversario antes de hacer fuego. Como en mi película, por lo demás. Nadie desenfundaba muy rápido en el Oeste. Se sacaba la pistola y se avanzaba hasta el enemigo. Se dejaba disparar primero, y luego se intentaba colocar la bala mejor que él. En cuanto a Doc Hollyday, sólo deseaba matarse. Buscaba pelea para poder ser muerto"
John Ford
Siempre que quiero recrear el lejano oeste (el más mítico, pero también el más realista), vuelvo al Tombstone de Pasión de los fuertes, para mi gusto el más bello film del maestro John Ford.
Un escenario con vaqueros barbados que matarían por un buen afeitado; de poblados de una sola calle que surgen como un espejismo entre la inmensidad desértica de Monument Valley; de salones atestados de pistoleros, tahúres y mujeres de mala vida que ahogan sus penas entre tragos de whisky y al son de un viejo y omnipresente piano; de diligencias que marcan el paso del tiempo apareciendo de la nada para esfumarse de nuevo dejando una estela de polvo a su paso; de bailes y asaltos, de duelos y entierros, de persecuciones al galope y paseos cogidos del brazo, de borrachos, diáconos, solteronas y comediantes…
Un western de personajes, todos complejos y fascinantes, desde el barman que nunca ha estado enamorado (“he sido barman toda la vida”) hasta el malvado patriarca de los Clanton (“cuando desenfundes tu revólver, mata”), pasando por el atormentado Doc Hollyday y la indómita Chihuahua (una de las más trágicas parejas de la filmografía fordiana) y, cómo no, por el más legendario de todos los pistoleros, un Wyatt Earp tan implacable con el revolver como apocado a la hora de decidirse a invitar a bailar a la bella Clementine (fotograma 1).
Un film con el más sincero y emotivo homenaje al teatro y al mayor creador de la historia de la dramaturgia (como no podía ser menos viniendo de Ford, el Shakespeare del cinematógrafo) pero, a la vez, con gags memorables (Wyatt Earp, oliendo a fragancia de madreselvas por mor del diligente barbero y para sorpresa de sus hermanos y de la propia Clementine; el piropo en forma de relincho de Morgan Earp ante el paso de la bella Chihuahua), o repleto de pequeñas acciones que definen un carácter (Wyatt haciendo equilibrios sobre una silla en el zaguán de su oficina – fotograma 2), una sentimiento (el barman emitiendo una sincera sonrisa de aprobación mientras brinda por la operación de la malherida Chihuahua a manos de Doc Hollyday) o una elipsis temporal (la silueta de Clanton incorporándose al despertarse antes del mítico duelo en O.K. Corral mientras, al fondo, la oscuridad de la noche cede paso a la luz del amanecer).
Una historia de tristes despedidas, como la del joven James Earp, envuelto en un lúgubre cielo de fatalidad mientras observa alejarse a sus hermanos (poco antes de ser asesinado por los Clanton), o la de Wyatt Earp, ante la tumba de su hermano, con las montañas de Monument Valley de fondo (“Tuviste poco tiempo, ¿no, James?”), y de separaciones llenas de esperanza, como la del propio Wyatt después de besar la mejilla de la joven Clementine (probablemente uno de los más bellos besos de amor de la historia del cine). De encuentros que forjan una inquebrantable amistad (la de Doc Hollyday y Wyatt Earp, tras medir sus fuerzas en el salón) y reencuentros que desvelan la imposibilidad de recuperar el tiempo pasado (“El hombre que conociste ya no existe”, le espeta Doc Holliday a una desconsolada Clementine – fotograma 3).
Un relato sobre oportunidades perdidas (Doc Hollyday lanzando un vaso de whisky contra su rostro reflejado en un viejo diploma) e ilusiones renovadas (Clementine, de espaldas, observando esperanzada la silueta de Wyatt alejándose a caballo).
Siempre que quiero sentir de nuevo el placer del mejor cine, vuelvo al Tombstone de Pasión de los fuertes.
David Vericat
© cinema esencial (mayo 2015)
Comentarios
Me he sentido desplazado al
Muchas gracias, Anthony! Sí,