Título Original: Ed Wood / Año: 1994 / País: USA / Productora: Touchstone Pictures / Duración: 124 min. / Formato: B/N - 1.85:1
Guión: Scott Alexander, Larry Karaszewski / Fotografía: Stefan Czapsky / Música: Howard Shore
Reparto: Johnny Depp, Martin Landau, Patricia Arquette, Sarah Jessica Parker, Bill Murray, Lisa Marie, Jeffrey Jones, Vincent D'Onofrio, G.D. Spradlin, Juliet Landau, Mike Starr, Brent Hinkley, Max Casella
Fecha de estreno: 24/09/1994 (New York Film Festival)
De entre las muchas virtudes que encontramos en los grandes creadores de la historia del arte, talento y pasión son seguramente dos de las condiciones indispensables. Artistas con talento y sin pasión los hay a raudales: de ellos nos llegan las obras más academicistas, bajo formas de expresión acomodaticias y carentes del más mínimo riesgo. En el lado opuesto de aquéllos, Ed Wood describe la tragicómica historia de un director que compensó su escaso talento con una pasión más allá de todo límite, lo cual paradójicamente lo acercaba más a sus idolatrados genios del cinematógrafo que muchos de los mediocres realizadores que se hicieron un lugar en la industria de Hollywood.
Hay una escena, en la parte final de este emotivo homenaje de Tim Burton al considerado “peor director de la historia del cine”, que ilustra de manera ejemplar esta idea: en pleno desánimo por las inclemencias de todo tipo que le impiden seguir adelante con el rodaje de su película (la ya mítica Plan 9 del espacio exterior), Ed Wood (Johnny Depp) abandona repentinamente el plató para refugiarse en una oscura cantina en busca de un trago. De repente, en una mesa situada en el rincón del local, la imponente silueta de una figura solitaria le llama la atención: ¡se trata ni más ni menos que del gran Orson Welles! (Vincent D'Onofrio). Temeroso, el protagonista se acerca al genio para mostrarle su admiración, y cuando le pregunta por su nuevo proyecto, Welles se lamenta: “Me he vuelto a quedar sin dinero para Don Quijote”. A partir de este momento, se crea una inmediata empatía entre dos personajes, separados por el talento, sí, pero íntimamente unidos por la pasión por su oficio y por su lucha por llevar adelante sus proyectos. “Sr. Welles... ¿vale la pena?”, le inquiere finalmente Ed Wood a su interlocutor. “Sí, cuando funciona. Ed, merece la pena luchar por nuestros sueños. ¿Por qué pasarse la vida filmando los sueños de otros?” (fotograma 1).
La escena anterior es, de hecho, uno de los pocos momentos fabulados de una película que Burton rueda con una extrema fidelidad a los hechos acontecidos. Tanto es así que uno diría estar presenciando el making of de los rodajes de los tres films más conocidos de Edward Wood Jr.: su hilarante ópera prima, Glen or Glenda (1953), La novia del monstruo (1955), y Plan 9 de espacio exterior (1959), la que se ha dado en considerar como “la peor película de la historia del cine”. Consciente del potencial de la historia que tiene entre manos, y guiado por un inmenso respeto hacia la figura de su protagonista, el director se centra en recrear con la máxima fidelidad las tribulaciones de un grupo de entrañables insensatos, auténticos outsiders de la fábrica de sueños, capitaneados por el protagonista en su intento de hacerse un sitio en la industria hollywoodense.
Para ello, Burton cuenta con dos aliados absolutamente decisivos: Johnny Depp y, sobre todo, Martin Landau, en su extraordinaria encarnación del actor Bela Lugosi. Y es que, además (o por encima) de la crónica de una pasión, Ed Wood es principalmente una de las más bellas y emotivas historias de amistad de la historia del cine, narrada a través de la relación del joven director con la vieja estrella en plena decadencia artística y vital. Una relación que se inicia con el encuentro de ambos personajes (en la secuencia en la que Wood descubre a Lugosi probándose un sarcófago) y que se forjará desde el primer momento mediante un recíproco sentimiento de respeto y admiración, a pesar de las difíciles circunstancias por las que atraviesan ambos personajes (“Soy un monstruo en paro”, le confiesa Lugosi a Wood durante el trayecto hasta su modesto apartamento).
Personaje presa de lo que se podría llamar un optimismo crónico, Ed Wood arrastrará a Lugosi (juntamente con su esposa Dolores - Sarah Jessica Parker - y su troupe de entrañables monstruos de feria: el mago Criswell - Jeffrey Jones -, el forzudo Thor Johnson - George 'The Animal' Steele -, la gélida Vampira - Lisa Marie – y el ambiguo Bunny Breckinridge - Bill Murray) hacia un efímero renacimiento artístico como protagonista estelar de sus desvaríos fílmicos: hilarantes producciones de serie Z que el protagonista rueda con un frenesí solamente equiparable a lo exiguo de sus presupuestos (“¡Corten! ¡A por otra!”, ordena Ed Wood al finalizar una toma poco menos que desastrosa; “¿No hacemos una segunda toma?”, inquiere perplejo el cámara; “¿Por qué? ¡Ha sido perfecta!”, responde entusiasmado el director).
El calamitoso estreno de su ópera prima, Glen or Glenda (una película “sobre una mujer encerrada en el cuerpo de un hombre” basada en las experiencia personal del protagonista, conocido por su afición por el travestismo) no influirá en la mentalidad obsesivamente optimista del director (“¿La peor película que ha visto? ¡La siguiente será mejor!”, responde Ed Wood impertérrito ante los improperios de su productor tras el estreno del film) y así, y gracias al apoyo financiero de un empresario cárnico (en una acción de crowdfunding setenta años adelantada a su tiempo), el director emprenderá el rodaje de su siguiente título, La novia del monstruo, ya con Lugosi como principal protagonista. Dos secuencias especialmente memorables a destacar en este punto como reflejo de la inquebrantable relación de amistad entre Wood y Lugosi: el intempestivo rodaje nocturno en el que Lugosi debe introducirse en una charca para luchar contra un pulpo gigante (“¿Sabes que rechacé Frankenstein? El papel no era sexy. Demasiado degradante para una estrella como yo”, le implora Lugosi al director antes de iniciar la secuencia, a lo que éste responde, también casi en forma de súplica, “Bela, tengo que rodar veinticinco escenas esta noche”); y la magnífica secuencia del rodaje del monólogo que Wood escribe expresamente para Lugosi, como tributo y agradecimiento del director hacia el actor y amigo (un emocionantísimo homenaje de Burton y Landau a la figura de Bela Lugosi – fotograma 2).
Justamente es en la descripción del ocaso vital de Lugosi, cuando Burton nos ofrece los únicos planos auténticamente terroríficos del film: primero, en la secuencia en la que Wood acude una vez más al auxilio de Lugosi (tras sufrir una sobredosis a causa de su drogadicción) a su pequeño apartamento, convertido ahora merced a la iluminación y angulación de planos en un escenario puramente expresionista (fotograma 3); y posteriormente, en la sobrecogedora imagen del actor encerrado en una celda en pleno síndrome de abstinencia, sin lugar a dudas el momento más escalofriante de todo el film (fotograma 4).
Pero la película nos reserva un último y excepcional momento para reflejar la amistad y profundo sentimiento de admiración de Wood hacia Lugosi cuando, tras su desahucio por no poder hacer frente a los gastos de la clínica, el protagonista conduce al viejo actor de regreso a su apartamento y, ante su insistencia para volverse a poner frente a la cámara, el director improvisa el rodaje de una secuencia para su nueva película (fotograma 5). Un plano póstumo de Lugosi que Wood incluirá en la posterior Plan 9 del espacio exterior, la obra que habría de concederle el dudoso honor de ser catalogado como el peor de la historia el cine. Tal como augura el protagonista, la noche del estreno: “Es ésta. Lo presiento. Por ésta me recordarán”.
David Vericat
© cinema esencial (septiembre 2014)
Comentarios
Que buena reseña, la pasiòn
Muchas gracias, Beatriz!
Amé esta reseña, está citada
Muchas gracias, Annel!