Noche en la ciudad
“Noche en la ciudad. Una ciudad tal y como se nos presentaba en 1931. Una noche que puede ser la de ayer, hoy o mañana. Una noche cualquiera en el Londres de aquel entonces”
“Noche en la ciudad. Una ciudad tal y como se nos presentaba en 1931. Una noche que puede ser la de ayer, hoy o mañana. Una noche cualquiera en el Londres de aquel entonces”
"La historia de Extraños en el paraíso es una historia sobre América vista a través de los ojos de extranjeros. Es una historia sobre el exilio (tanto del país natal como de uno mismo), y sobre conexiones prácticamente perdidas."
Jim Jarmush
Bailar en la oscuridad se inicia con la versión orquestal de New World (el tema que canta Selma Jezkova – Bjork - al final de la película), una secuencia de apertura musical al estilo de las grandes superproducciones del género (especialmente parecida al inicio de My Fair Lady, de George Cukor) que se verá abruptamente interrumpida por el austero cartel con el título de la película, seguido de las primera imágenes (cámara en mano y con cortes sin continuidad) en las que vemos a Sel
De entre las muchas virtudes que encontramos en los grandes creadores de la historia del arte, talento y pasión son seguramente dos de las condiciones indispensables. Artistas con talento y sin pasión los hay a raudales: de ellos nos llegan las obras más academicistas, bajo formas de expresión acomodaticias y carentes del más mínimo riesgo.
“Hacer una película es algo subconsciente. Las palabras se cruzan en el camino. El pensamiento racional se cruza en el camino. Y puede hacerte parar en seco. Pero cuando, de otra parte, surge como una especie de corriente pura, el cine tiene una manera grandiosa de dar forma al subconsciente. Es un lenguaje estupendo para eso”
David Lynch
“Jamás olvidaré el fin de semana en que murió Laura. Un sol plateado ardía en el cielo como una enorme lupa. Fue el domingo más caluroso que recuerdo. Me sentía como si fuera el único ser humano que quedaba en Nueva York. Porque me sentí solo cuando murió Laura. Yo, Waldo Lydecker, fui el único que la conoció de veras”
Es difícil encontrar en la última década del siglo pasado (no hablemos ya de lo que llevamos del nuevo) una película que entronque de manera tan directa con la comedia clásica de la época dorada de Hollywood como Groundhog Day. Recogiendo la imagen del título de su versión española, se diría que el cuarto largometraje de Harold Ramis (director con apenas una docena de títulos en su filmografía, ninguno de los restantes a la altura del que nos ocupa) es una obra felizmente atrapada en el tiempo, concretamente en el de los grandes títulos del screwball que dieron al género de la comedia su mejor y más fructífera etapa.
Plano de un cielo azul radiante; la cámara panoramiza en sentido descendente hasta enfocar las bellas flores de un jardín; un bombero saluda amablemente desde el camión que circula por el vecindario (fotograma 1); unos escolares cruzan la calle bajo la protectora mirada de una voluntaria que les da paso; un hombre riega el césped mientras su esposa mira la televisión en el interior de la vivienda… De repente, un pequeño incidente quiebra la armonía del momento: la manguera con la que el hombre está regando se enrosca en una rama y, justo en el momento de intentar liberarla,
En una de las mejores secuencias de Fargo, después de asesinar al policía que les detiene en la carretera, el psicópata Gaear Grimsrud (Peter Stormare) emprende la persecución del vehículo que se ha cruzado con la escena el crimen y huye a toda velocidad por la carretera helada. Desde el automóvil del perseguidor, las luces rojas de los faros posteriores que se observan a lo lejos se van acercándo cada vez más hasta que, de repente, desaparecen en la oscuridad. Gaear, perplejo, disminuye la velocidad y descubre, al poco rato, el automóvil estrellado en la cuneta.
En el ya mítico plano inicial sobre el que aparecen los títulos de crédito de Toro Salvaje (fotograma 1) vemos la solitaria silueta de Jake La Motta (un extraordinario Robert de Niro) calentando sobre la lona de un ring vacío con los bellísimos acordes de la Caballeria Rusticana de Pietro Mascagni de fondo (una ópera que va a acompañar algunos momentos de la película, reforzando el carácter trágico de la historia).