Título Original: Lolita / Año: 1962 / País: Reino Unido-Estados Unidos / Productora: MGM presenta una producción Seven Arts / Anya Productions / Transworld / Duración: 152 min. / Formato: B/N - 1.66:1
Guión: Vladimir Nabokov (Novela: Vladimir Nabokov) / Fotografía: Oswald Morris / Música: Nelson Riddle
Reparto: James Mason, Sue Lyon, Shelley Winters, Peter Sellers, Marianne Stone, Diana Decker, Jerry Stovin, Gary Cockrell, Suzanne Gibs, Roberta Shore, Cec Linder, Lois Maxwell, William Greene, Eric Lane, Shirley Douglas, Roland Brand, Colin Maitland, Irvin Allen
Fecha estreno: 13/06/1962 (NY)
“Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar, para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta.
Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.”
(Lolita, Vladimir Nabokov)
Así arranca la novela de Nabokov, autor también del guion para su adaptación cinematográfica (tras no pocas dudas y desencuentros con el director) que, al parecer, no quedó demasiado satisfecho del resultado final de la película (aunque las versiones sobre este punto son diversas). Sea como fuere, he querido reseñar el inicio de esta genial novela como germen indiscutible de un film a mi entender admirable, no tanto en su aproximación a la fuente literaria (o al menos no es lo que aquí se va a tratar) como en su condición de obra completamente autónoma y perfectamente significante por sí misma.
Si magnífico es el arranque de la novela, no lo es menos el de la película: tras el sugerente plano de los títulos de crédito con unas manos pintando las uñas de un pie femenino (digno del mejor Buñuel), el film se inicia (fotograma 1) con el asesinato de Quilty (Peter Sellers) a manos de Humbert Humbert (un sensacional James Mason), una secuencia de cáustico humor y tono casi onírico (¿quién podría negar que toda la escena pudiera ser justamente un sueño del protagonista?) que supone un magnífico prólogo a la historia de la tortuosa relación entre el profesor y la joven nínfula que da título a la película.
Inmediatamente después de este inicio, Kubrick nos sitúa cuatro años atrás, con la llegada del protagonista a New Hampshire, donde pretende pasar unos meses de descanso antes de incorporarse a su nueva cátedra en la universidad de Beardsley. La visita al domicilio de Charlotte Haze (Shelley Winters) en busca de una habitación para pasar el verano sirve al director para exponer de una tacada (y de forma ciertamente caricaturesca) algunos de los peores defectos de la clase media americana, personificados en el personaje de la insufrible viuda: vulgaridad, mal gusto, indiscreción y un comportamiento casi preadolescente están a punto de provocar la huida despavorida del profesor Humbert cuando, en el último momento, descubre a la joven Lolita (Sue Lyon) en el jardín (fotograma 2). De repente, el insufrible escenario (incluida la estúpida canción que suena en la radio de la joven y que se va a convertir en leiv-motiv musical de la película) se transforma a los ojos del protagonista en una especia de jardín del edén en el que no duda en establecerse, ante la sorpresa de Charlotte.
La película adquiere aquí su tono más desacomplejadamente humorístico, mediante algunas escenas de la convivencia de Humbert Humbert con Charlotte y su hija Lolita (la secuencia en el autocine con las manos de los tres personajes coincidiendo “accidentalmente” en el regazo de Humbert Humbert es magnífica en este sentido), hasta que en un baile de verano, entra en escena el enigmático Clare Quilty, un personaje que va a ir apareciendo a lo largo de la historia y que (en la magistral interpretación de Peter Sellers) se erige como una especie de subconsciente del profesor Humbert Humbert, en tanto que personaje que osa decir y hacer todo lo que el reservado protagonista no puede. Significativamente, lo primero que hace Quilty al ser acosado por la pesadísima Charlotte, que le intenta hacer recordar la vez que dio una charla en su club (impagable el momento en que la viuda le recuerda al oído algunos detalles de la velada, y la reacción de Quilty a las palabras que no oímos, pero sobre las cuales la mirada de éste a Charlotte no deja lugar a dudas - fotograma 3), es preguntarle por su “hija de nombre encantador, músical, lírico” (evidenciando sin complejos el interés que la joven le provocó). Y cuando la joven Lolita vuelve repentinamente a casa (interrumpiendo la “romántica velada” perpetrada por Charlotte ante un indefenso Humbert) señala que “todas las chicas están locas por Quilty”, sublimando la idea de un personaje con un extraordinario (casi irracional) poder de seducción a ojos del protagonista (condición que él nunca va a poder alcanzar).
Esta materialización del subconsciente del protagonista en el personaje de Quilty queda todavía más evidente en la corrosiva (por no decir cruel) secuencia en la que Humbert lee la carta en la que Charlotte le confiesa su amor (fotograma 4): sentado en la cama de Lolita (que acaba de partir de campamento y se ha despedido para siempre del afligido profesor), Humbert ahoga entre carcajadas la patética declaración de amor de la viuda mientras la cámara panoramiza hasta un póster de Quilty que cuelga en la pared del dormitorio de Lolita. Con la maquiavélica idea de acceder a la propuesta de matrimonio de Charlotte para así mantener a su lado a la joven Lolita, el deseo subconsciente parece haber tomado definitivamente las riendas de la mente del protagonista.
Ya como marido y mujer, el retrato que hace Kubrick de la relación de la pareja no puede ser más despiadado (véase el plano en el que Humbert abraza a Charlotte mientras observa el retrato de la joven Lolita en la mesita de noche, para girarse justo después y dar con la mirada en el viejo revólver del difunto Mr. Haze), y así, los hechos se precipitan hasta la grotesca muerte por accidente de Charlotte después de leer el diario secreto de Humbert. A partir de este momento, el feliz viudo tiene ya vía libre para dar rienda suelta a su deseo e inicia una turbulenta relación con su hijastra, con la que se instala a vivir en Beardsley. La comedia se transforma definitivamente en drama y la película adquiere un tono lúgubre, casi de pesadilla (en el que tienen especial incidencia las intermitentes apariciones del enigmático Clare Quilty, poniendo voz a los miedos y deseos más profundos de Humbert) del que no se va a despojar ya hasta el desesperanzado desenlace.
Película sobre la volatilidad y fragilidad de los deseos más inconscientes, Lolita concluye con las imágenes del protagonista llegando a la enorme mansión de Clare Quilty. El lugar en el que habitan los sueños prohibidos que Humbert Humbert se ve finalmente obligado a destruir, tal como nos avanzaba Kubrick al principio de la película con la elocuente imagen del cuadro de una joven acribillado por las balas que acaban con la vida de Quilty (fotograma 5)
David Vericat
© cinema esencial (noviembre 2013)