En un lugar solitario

El azar ha hecho que revise en una misma semana En un lugar solitario, cuarto largometraje de Nicholas Ray, y La bestia humana (Jean Renoir, 1938), películas formalmente muy distantes pero que presentan ambas a un personaje condicionado por incontrolables ataques de violencia. Curiosamente, mientras que en el filme de Renoir, basado en la obra homónima de Emile Zola y que adopta de pleno la teoría determinista del novelista (introduciendo incluso de manera un tanto tosca una cita literal al inicio de la película que, más adelante, repetirá palabra por palabra su protagonista), la trama argumental (en concreto, la presencia de la inocentemente pérfida Simone Simon) acaba justificando el comportamiento violento del protagonista (es decir, se menciona el determinismo no como una causa principal de este comportamiento, sino como un factor coadyuvante del mismo), en la película de Nicholas Ray no parece haber ninguna explicación externa para el comportamiento violento de su personaje principal. Dixon Steele (Humphrey Bogart) es un ser violento debido a un evidente trastorno psiquiátrico, y ni la esforzada presencia de la bella Laurel Gray (Gloria Grahame) conseguirá revertir esta situación. En varios momentos del filme, Laurel constata este hecho a modo de triste conclusión: “Dix no es un ser normal. Me asusta. No me fío de él”, le confiesa a Sylvia Nicolai (Jeff Donnell); y ya en la secuencia final, se defiende atemorizada ante el propio Dix: “¡No puedo vivir con un loco!”.
 
Hay, en el retrato del personaje, un rasgo de evidente hastío con el mundo profesional en el que debe moverse, tanto de desprecio hacia sus colegas (y de ahí su pelea con el impertinente director que se atreve a tratar con desconsideración a su amigo Charlie Waterman - Robert Warwick - , un veterano actor en plena decadencia), como de frustración personal con respecto a sus propios logros como guionista (“un día haré algo bueno”, se defiende ante uno de sus colegas cuando éste le echa en cara su larga temporada de fracasos), pero no parece ser esa la causa de la actitud violenta de Dixon Steele sino, como mucho, un factor agravante a su trastorno ya preexistente (como se encarga de documentarnos el capitán Lochner - Carl Benton Reid – cuando repasa ante su subordinado Brub Nicolai - Frank Lovejoy – el historial de episodios violentos del protagonista).
 
Así las cosas, la historia del trastorno psicológico de Dixon Steele me parece una de las partes menos interesantes de la película, por cuanto es una situación que tiene poco recorrido a nivel de evolución del personaje (Dixon aparece en la primera secuencia de la película con actitud violenta y se despide al final con exactamente el mismo comportamiento), y de igual manera sucede con la trama policial relacionada con el asesinato de la joven Mildred Atkinson (Martha Stewart), del que el protagonista es el principal sospechoso (aunque el espectador deduzca desde el principio que es inocente).
 
En cambio, donde la película destaca es sin duda en la narración de la relación entre Dix Steele y Laurel Gray, una historia de amor de tono fantasmagórico (el escenario de ambiente colonial de los apartamentos en los que viven favorece esta idea) en la que vemos al protagonista subyugado por la enigmática presencia de su vecina, a la que observa fascinado a través de la ventana mientras su invitada le da cuenta de la novela que le han encargado adaptar para el cine (fotograma 1).
 
De hecho, si hay algo que destaca en el personaje de Laurel (además de su deslumbrante belleza; nunca volveríamos a ver igual a Gloria Grahame después de verla en esta película) es su habilidad para responder a cada insinuación de Dixon con réplicas absolutamente memorables (Dix: “¿Cómo puede gustarle alguien con esa cara?” - y cuando se dispone a besarla - Laurel: “Dije que me gustaba, no que quisiera besarla”; Dix: “Cenemos juntos esta noche”, Laurel: “Esta noche cenaremos, pero no juntos”; Dix: “Me alegra que esté de mi lado. Opina y sabe lo que quiere”, Laurel: “También sé lo que no quiero. Y no quiero que me atosiguen”), lo que provoca desde el primer momento la atracción de Dixon, que parece ver en Laurel la materialización de una de las heroínas de sus guiones (o, mejor dicho, del guión perfecto que todavía no ha conseguido escribir). Tanto es así, que el protagonista no siente ningún rubor en confesar la turbación que siente ante la presencia de Laurel: “Usted me incomoda”, acierta a afirmar al descubrir el rostro de la joven tras la puerta de su apartamento (en la que es, ciertamente, una de las imágenes más deslumbrantes del personaje – fotograma 2).
 
Personaje asocial, incapaz de mostrar la más mínima empatía con su entorno (como comprobamos con sus sarcásticas respuestas durante el interrogatorio al que es sometido tras el asesinato de Mildred Atkinson), Dixon Steele construye en su mentalidad de guionista su historia de amor imposible con Laurel. Así, en un momento de la película, le anticipa el aciago final al que está condenado su relación recitándole los diálogos de una escena de su guión: “Nací cuando ella me besó. Morí cuando me abandonó. Viví unas semanas mientras me amó”. Una frase que Laurel pronunciará al final de la película (fotograma 3), mientras observa al protagonista desaparecer en la penumbra (fotograma 4), materializada ya en protagonista del guión que Dixon Steele nunca pudo llegar a escribir.
 
David Vericat
© cinema esencial (junio 2018)
 
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